Fui Ximena, la última de un linaje bendecido con el don de la sanación, una habilidad milagrosa que se convirtió en mi mayor condena. Me obligaron a casarme con el príncipe Alejandro, un hombre moribundo al que debía "curar" y, lo más importante, darle herederos. Quedé embarazada de gemelos, un milagro que revivió la esperanza del imperio y la salud de Alejandro. Pero su "amor eterno" y la promesa de ser Princesa Heredera fueron mi sentencia de muerte. El día del parto, con mis bebés recién nacidos en mis brazos, Alejandro los arrebató y, ante mis ojos horrorizados, los arrojó a una jauría de perros cazadores. Mientras me desangraba, escuché los gritos de mi gente ardiendo viva en mi aldea, un fuego que él, el "príncipe sanado", había ordenado. Morí con el olor a humo y la imagen de mis hijos devorados grabada en mi retina, preguntándome si el odio podía trascender la muerte. Y luego, desperté. Regresé al momento exacto donde mi infierno había comenzado, en el Salón de Audiencias de la Emperatriz, enfrentando la misma pregunta sobre mis habilidades curativas, pero esta vez, no sería la misma Ximena.
Fui Ximena, la última de un linaje bendecido con el don de la sanación, una habilidad milagrosa que se convirtió en mi mayor condena.
Me obligaron a casarme con el príncipe Alejandro, un hombre moribundo al que debía "curar" y, lo más importante, darle herederos.
Quedé embarazada de gemelos, un milagro que revivió la esperanza del imperio y la salud de Alejandro.
Pero su "amor eterno" y la promesa de ser Princesa Heredera fueron mi sentencia de muerte.
El día del parto, con mis bebés recién nacidos en mis brazos, Alejandro los arrebató y, ante mis ojos horrorizados, los arrojó a una jauría de perros cazadores.
Mientras me desangraba, escuché los gritos de mi gente ardiendo viva en mi aldea, un fuego que él, el "príncipe sanado", había ordenado.
Morí con el olor a humo y la imagen de mis hijos devorados grabada en mi retina, preguntándome si el odio podía trascender la muerte.
Y luego, desperté.
Regresé al momento exacto donde mi infierno había comenzado, en el Salón de Audiencias de la Emperatriz, enfrentando la misma pregunta sobre mis habilidades curativas, pero esta vez, no sería la misma Ximena.
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