El olor a desinfectante del hospital y el monótono pitido de las máquinas aún quemaban en mi memoria. La imagen de mi hijita Camila, pálida y con labios azules, luchando por respirar en mis brazos, era una pesadilla de la que no podía despertar. "¡Por favor, ayúdenla! ¡Mi hija no puede respirar!" Mis gritos desesperados se ahogaron en el caos de la carretera. Ricardo, mi esposo, el padre de Camila, me apartó brutalmente. "¡Quítate, Sofía! ¡Brenda y su hijo están más graves! ¡A ellos los atienden primero!" Los paramédicos dudaron, pero la insistencia de Ricardo los convenció. Vi cómo subían a su amante, Brenda, y a su hijo a la ambulancia, dejándome a la orilla de la carretera, con mi hija muriendo. Camila murió. Murió por falta de atención, por la negligencia de su propio padre. Desperté sobresaltada. El sol entraba por la ventana. Solo quedaba una hora. Una hora antes de que todo se repitiera. Un sudor frío recorrió mi espalda. No era un sueño. Había regresado. El universo, o alguna fuerza desconocida, me había dado una segunda oportunidad. Esta vez, no cometería el mismo error. Esta vez, Camila viviría.
El olor a desinfectante del hospital y el monótono pitido de las máquinas aún quemaban en mi memoria.
La imagen de mi hijita Camila, pálida y con labios azules, luchando por respirar en mis brazos, era una pesadilla de la que no podía despertar.
"¡Por favor, ayúdenla! ¡Mi hija no puede respirar!"
Mis gritos desesperados se ahogaron en el caos de la carretera.
Ricardo, mi esposo, el padre de Camila, me apartó brutalmente.
"¡Quítate, Sofía! ¡Brenda y su hijo están más graves! ¡A ellos los atienden primero!"
Los paramédicos dudaron, pero la insistencia de Ricardo los convenció.
Vi cómo subían a su amante, Brenda, y a su hijo a la ambulancia, dejándome a la orilla de la carretera, con mi hija muriendo.
Camila murió. Murió por falta de atención, por la negligencia de su propio padre.
Desperté sobresaltada. El sol entraba por la ventana.
Solo quedaba una hora. Una hora antes de que todo se repitiera.
Un sudor frío recorrió mi espalda. No era un sueño. Había regresado.
El universo, o alguna fuerza desconocida, me había dado una segunda oportunidad.
Esta vez, no cometería el mismo error.
Esta vez, Camila viviría.
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