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En mi vida pasada, el día que gané el Concurso Nacional de Arte Flamenco fue también el día de mi muerte. Obtuve mi contrato soñado con el Ballet Nacional, un honor que pocas bailaoras lograban a mi edad. Mis compañeros, gracias a las "predicciones" que yo les di, también aseguraron puestos envidiables. Me llamaron su "salvadora", brindamos con champaña y celebramos juntos. Pero al día siguiente, Scarlett Castillo, la misma a quien había ayudado, convocó a la prensa. Con lágrimas falsas, me acusó de fraude: "Su madre, la jueza principal, le filtró las pruebas". Uno a uno, mis supuestos amigos, incluido Roy Lawrence, el hombre que yo amaba, testificaron en mi contra. Mi premio fue revocado, mi madre, una leyenda del flamenco, fue vetada y su reputación, destrozada. La vergüenza y la traición me aplastaron, convertida en la "tramposa" que había manchado un arte sagrado. No pude soportarlo, así que puse fin a mi vida. Pero luego, desperté. El ruido ensordecedor de la academia, el olor a madera, el taconeo furioso. Estaba de vuelta. "¡Lina Salazar!" La voz chillona de Scarlett. La misma escena, el mismo momento crucial. Esta vez, no solo recordaba las pruebas con un 100% de certeza, sino que también recordaba cada rostro de quienes me traicionaron. Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Querían las pruebas. "¿Quieren saber las pruebas?", pregunté. "Sí, Lina", respondió Scarlett, victoriosa. "Por supuesto", dije. "Pero no de la manera que esperan". Mi venganza acababa de empezar.
En mi vida pasada, el día que gané el Concurso Nacional de Arte Flamenco fue también el día de mi muerte.
Obtuve mi contrato soñado con el Ballet Nacional, un honor que pocas bailaoras lograban a mi edad.
Mis compañeros, gracias a las "predicciones" que yo les di, también aseguraron puestos envidiables.
Me llamaron su "salvadora", brindamos con champaña y celebramos juntos.
Pero al día siguiente, Scarlett Castillo, la misma a quien había ayudado, convocó a la prensa.
Con lágrimas falsas, me acusó de fraude: "Su madre, la jueza principal, le filtró las pruebas".
Uno a uno, mis supuestos amigos, incluido Roy Lawrence, el hombre que yo amaba, testificaron en mi contra.
Mi premio fue revocado, mi madre, una leyenda del flamenco, fue vetada y su reputación, destrozada.
La vergüenza y la traición me aplastaron, convertida en la "tramposa" que había manchado un arte sagrado.
No pude soportarlo, así que puse fin a mi vida.
Pero luego, desperté.
El ruido ensordecedor de la academia, el olor a madera, el taconeo furioso.
Estaba de vuelta.
"¡Lina Salazar!" La voz chillona de Scarlett. La misma escena, el mismo momento crucial.
Esta vez, no solo recordaba las pruebas con un 100% de certeza, sino que también recordaba cada rostro de quienes me traicionaron.
Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Querían las pruebas.
"¿Quieren saber las pruebas?", pregunté.
"Sí, Lina", respondió Scarlett, victoriosa.
"Por supuesto", dije. "Pero no de la manera que esperan".
Mi venganza acababa de empezar.
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