Traición con Sabor a Ausencia

Traición con Sabor a Ausencia

Gavin

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Capítulo

Soy Roy Castillo, un pastelero, y hoy mi matrimonio de seis años, cimentado en la promesa de un amor inquebrantable, se desmoronó por completo. Mi esposa Lina, mi salvadora desde la infancia y el ancla de mi frágil mundo, supuestamente me amaba solo a mí. Pero un hombre llamado Máximo irrumpió en mi tranquila pastelería, Dulce Marea, sonriendo con suficiencia mientras pronunciaba las palabras que desgarrarían mi alma: "Ella y yo estamos juntos, está embarazada. El hijo es mío". El impacto fue tan brutal que ahogó mis pulmones, desatando un ataque de asma que me arrastró a los recuerdos de mi trauma infantil, mientras la humillación se grababa en mi delantal con un mate arrojado. Lina me prometió y suplicó en la clínica que todo era una mentira, sellando su arrepentimiento bloqueando a Máximo frente a mis ojos, pero la semilla de la duda y la inmensa traición ya había germinado en mi corazón, ¿cómo podía ser tan ingenuo? Entonces, una foto anónima de un reloj caro sobre un lujoso automóvil similar al de Lina, junto con un mensaje burlón de Máximo, confirmó mis peores temores sobre su aventura. Pero el verdadero terror llegó cuando, una noche, fingiendo dormir, escuché a mi esposa susurrar a su amante que no volveríamos a tener hijos, porque cada noche, en mi infusión relajante, vertía espermicida, asegurándose de que yo nunca fuera padre. Todo, desde su repentino anhelo de maternidad hasta su rechazo a mi beca soñada en Le Cordon Bleu, había sido una cruel manipulación para mantenerme atado mientras ella me envenenaba. La herida de la traición superó al asma, dejando un vacío helado en mi pecho, y en ese instante, el juego de Lina terminó; ahora, la siguiente jugada era mía.

Introducción

Soy Roy Castillo, un pastelero, y hoy mi matrimonio de seis años, cimentado en la promesa de un amor inquebrantable, se desmoronó por completo.

Mi esposa Lina, mi salvadora desde la infancia y el ancla de mi frágil mundo, supuestamente me amaba solo a mí.

Pero un hombre llamado Máximo irrumpió en mi tranquila pastelería, Dulce Marea, sonriendo con suficiencia mientras pronunciaba las palabras que desgarrarían mi alma: "Ella y yo estamos juntos, está embarazada. El hijo es mío".

El impacto fue tan brutal que ahogó mis pulmones, desatando un ataque de asma que me arrastró a los recuerdos de mi trauma infantil, mientras la humillación se grababa en mi delantal con un mate arrojado.

Lina me prometió y suplicó en la clínica que todo era una mentira, sellando su arrepentimiento bloqueando a Máximo frente a mis ojos, pero la semilla de la duda y la inmensa traición ya había germinado en mi corazón, ¿cómo podía ser tan ingenuo?

Entonces, una foto anónima de un reloj caro sobre un lujoso automóvil similar al de Lina, junto con un mensaje burlón de Máximo, confirmó mis peores temores sobre su aventura.

Pero el verdadero terror llegó cuando, una noche, fingiendo dormir, escuché a mi esposa susurrar a su amante que no volveríamos a tener hijos, porque cada noche, en mi infusión relajante, vertía espermicida, asegurándose de que yo nunca fuera padre.

Todo, desde su repentino anhelo de maternidad hasta su rechazo a mi beca soñada en Le Cordon Bleu, había sido una cruel manipulación para mantenerme atado mientras ella me envenenaba.

La herida de la traición superó al asma, dejando un vacío helado en mi pecho, y en ese instante, el juego de Lina terminó; ahora, la siguiente jugada era mía.

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