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Durante ocho años, el taller de "Guitarras del Sur" fue mi hogar, un lugar donde mis manos creaban magia y el aire olía a cedro y barniz. Pero la llegada de Isabel, mi jefa, con su arrogancia y la de su "director de innovación" de veinteañero, lo cambió todo. Mi salario ridículo no se movía, me humillaban públicamente, me despojaron de mi espacio y se burlaban de mi valor, mientras mis ocho años de lealtad se convertían en meras cadenas. Cuando el sobrino inútil de Isabel arruinó una guitarra invaluable y me culpó, ella, ciega por la furia, me despidió sin piedad y exigió que pagara los daños con mi miserable sueldo. ¿Cómo era posible que mi pasión, mi arte y mi devoción fueran pisoteados así, mientras una estúpida y una impostora destruían el legado de mi mentor? Esa misma tarde, mientras barría los restos de la madera, tomé la decisión de que nunca más me arrodillaría: mi renuncia sería el primer acorde de una nueva sinfonía.
Durante ocho años, el taller de "Guitarras del Sur" fue mi hogar, un lugar donde mis manos creaban magia y el aire olía a cedro y barniz.
Pero la llegada de Isabel, mi jefa, con su arrogancia y la de su "director de innovación" de veinteañero, lo cambió todo.
Mi salario ridículo no se movía, me humillaban públicamente, me despojaron de mi espacio y se burlaban de mi valor, mientras mis ocho años de lealtad se convertían en meras cadenas.
Cuando el sobrino inútil de Isabel arruinó una guitarra invaluable y me culpó, ella, ciega por la furia, me despidió sin piedad y exigió que pagara los daños con mi miserable sueldo.
¿Cómo era posible que mi pasión, mi arte y mi devoción fueran pisoteados así, mientras una estúpida y una impostora destruían el legado de mi mentor?
Esa misma tarde, mientras barría los restos de la madera, tomé la decisión de que nunca más me arrodillaría: mi renuncia sería el primer acorde de una nueva sinfonía.
Cuentos
En nuestro quinto aniversario de bodas, Ricardo, el magnate, me sonreía para las cámaras, pero la sombra de la infertilidad se cernía sobre nosotros. La presión de su madre por un heredero era asfixiante, y yo, Sofía Romero, me sentía la mujer más afortunada, ignorando la verdad que pronto destruiría mi mundo perfecto. Un día, lo vi. Mi esposo Ricardo, abandonando una clínica de fertilidad, no estaba solo; una mujer elegante y visiblemente embarazada caminaba a su lado con una familiaridad escalofriante. ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué Ricardo, mi esposo supuestamente "estéril", estaba con ella en una clínica de infertilidad? Mi mente era un torbellino de dudas, pero mis sospechas se confirmaron con el recibo de la clínica en su bolsillo y, al día siguiente, con la tortura de escuchar a su amante contestar el teléfono desde nuestra cama. La traición me asfixiaba, pero no había terminado. Mientras estaba en el hospital fingiendo estar enferma, lo escuché decir que iba con ella; lo seguí y descubrí el horror. La amante, la mujer del brazo de mi esposo, también estaba embarazada, con una abultada panza que no dejaba lugar a dudas. Mi matrimonio era una farsa, mi vida una mentira. Cuando regresé a casa, encontré un sobre con fotos de la doble vida de Ricardo, y una nota que confirmaba mis peores miedos: la infidelidad había comenzado cuando sus médicos le informaron de su propia infertilidad. ¡Un año, un año entero de mentiras!, mientras yo sufría tratamientos dolorosos. La amargura y la rabia tomaron el lugar de mi amor. Me humilló, me encerró en nuestra casa, mi jaula de oro, para controlarme. Entonces, su amante, Ana, una mujer tan cruel como Ricardo, apareció en mi casa con sus amigas y, en un acto de pura maldad, me desfiguró la cara. Pero lo que no sabían es que de las cenizas nacerá la furia.
Cuentos
La noche era una cortina de agua, pero yo, Sofía, apretaba el volante, llevando medicinas a Ricardo, mi prometido, para el hijo de su ex, Camila, que tenía fiebre. De repente, luces cegadoras y un impacto violento me lanzaron al infierno: el auto patinó, se retorció, y desperté atrapada, con el motor en llamas. Con el corazón latiendo a mil, logré llamar a Ricardo, pidiendo ayuda, mi voz un susurro tembloroso: "Ricardo, ayúdame. Tuve un accidente... el auto... se está incendiando." Hubo un silencio eterno y luego, su voz profesional y distante, no la de un prometido preocupado: "Entendido, enviaré una unidad de inmediato. Quédate tranquila." Su siguiente frase me heló la sangre: "Sofía, tengo que colgar. El hijo de Camila no deja de llorar, la fiebre no le baja. Camila está sola y desesperada." Y colgó, dejándome allí, ardiendo sola en mi coche. El Capitán Alejandro me salvó, y sus palabras, amplificadas por la tensión, resonaron como un rayo: "¿Cómo puedes dejar a tu prometida, que está esperando un bebé, sola en un auto en llamas por ir a cuidar al hijo de Camila?" ¿Un bebé? Mi mano fue instintivamente a mi vientre, mientras Ricardo, pálido, intentaba justificarse: "El niño tiene fiebre, capitán. Camila está sola, no tiene a nadie más. Y sabía que con ustedes, Sofía estaría a salvo..." Esa frase me destrozó: me abandonó porque "sabía que estaría a salvo" con otros, priorizando a su ex y a su "hijo" sobre a mí y nuestro bebé. En el hospital, el doctor Ramírez confirmó la tragedia: "Debido al estrés traumático... no pudimos salvar al bebé." Llamé a Ricardo, desesperada, y su voz irritada respondió: "¿Qué quieres ahora, Sofía? ¿No te dije que estaba ocupado?" Finalmente, el golpe de gracia: la voz melosa de Camila en el fondo, "Ricky, mi amor, ¿con quién hablas? Ven a la cama, te necesito." La traición me rompió; un dolor que hizo que mi monitor cardíaco pitara frenéticamente hasta que todo se volvió negro. Al despertar, la fría verdad: Ricardo había pedido el día libre para estar con Camila, mientras mi mundo se desmoronaba. Unas fotos antiguas revelaron una doble vida: Ricardo, Camila y Leo sonriendo, con una fecha de hace seis meses, cuando se suponía estaba en un entrenamiento especial. La mentira me golpeó: no fue un error, sino una red de engaños. Enfrenté a Ricardo y Camila, la rabia brotando: "Me voy porque mientras yo sentía cómo la vida de nuestro hijo se me escapaba entre las piernas en una camilla de hospital, tú estabas en la cama con ella." Camila chilló: "¡Mentirosa! ¡Estás diciendo eso solo para herirlo!" y Ricardo dudó: "¿Es... es eso cierto, Sofía?" La última gota: "No fue un error. Fue una elección. Y tú elegiste. Ahora vive con tu elección." Colgué, apagué el teléfono y se lo entregué a Alejandro. Mi nueva vida, lejos de ellos, comenzaba en San Miguel, un pueblo tranquilo donde esperaba reconstruirme.
Cuentos
Trabajé tres años como asistente personal de Roy Castillo, el heredero del imperio tequilero. Me enamoré perdidamente de él, aunque yo solo era un consuelo, un cuerpo cálido mientras esperaba a su verdadera obsesión, Scarlett Salazar. Cuando Scarlett regresó, fui desechada como si nunca hubiera existido. Fui abofeteada y humillada públicamente, mis fotos comprometedoras filtradas por toda la alta sociedad. En el colmo del desprecio, me forzaron a arrodillarme sobre granos de maíz, mientras Roy y Scarlett observaban mi agonía. Me despidieron, pero no sin antes hacerme pagar un precio final. El dolor de la rodilla no era nada comparado con la humillación, la confusión. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Por qué la mujer que amaba se convertía en mi verdugo, y el hombre al que di todo me entregaba al lobo? Él me vendió como un objeto, como una mercancía, por un estúpido collar de diamantes para Scarlett. Me arrojaron a una habitación de hotel con un asqueroso desconocido, y solo por un milagro, o quizás un último acto de misericordia de Roy antes de irse con ella, logré escapar. Decidí huir. Borrar mi antigua vida, la que había sido definida por la obsesión y el desprecio. Pero el pasado tenía garras. Las fotos, el acoso, me siguieron hasta mi refugio en Oaxaca. ¿Me dejaría consumir por la vergüenza, o me levantaría de las cenizas como el agave, más fuerte y con una nueva esencia? Esta vez, no huiría. Esta vez, lucharía.
Cuentos
El día de mi supuesta graduación universitaria, el sol brillaba, pero no lograba disipar el frío que sentía en los huesos. Por un terrible error, me puse el birrete y la toga que pertenecieron a la difunta madre de mi padrastro. Don Alejandro, el magnate que me acogió diez años atrás, me miró y sentenció: \"Una imitación barata, indigna de tomar su lugar\". Sus palabras detuvieron la ceremonia en seco, todas las miradas se clavaron en mí. Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, una humillación pública que era la culminación de una década de desprecios. Isabella, mi hermanastra, a quien cuidé como si fuera mi hija, se acercó con el rostro contraído. \"¡Siempre supe que querías usurpar el lugar de mi madre!\", me gritó, con una voz infantil cargada de veneno. Arrojó al fuego el diario que le había estado escribiendo, lleno de mis pensamientos y cariño por ella. Las llamas devoraron las páginas, llevándose la última prueba de mi afecto. Luego, empezó a golpearme con sus pequeñas manos, cada golpe resonaba en mi interior, rompiendo lo poco que quedaba de mi corazón. \"¿Entonces por qué la cuidabas? ¿Por qué siempre estabas a mi lado? ¿Por qué me escribías esas cosas horribles en ese diario?\" Su voz temblaba de ira, una ira que yo había ayudado a sembrar, alimentada por las palabras de otros. Isabella confesó que había teñido la toga de su madre y la había cambiado por la mía para humillarme. Don Alejandro solo creyó las mentiras de su hija: \"Sofía, creí que habías entendido cuál era tu lugar en esta casa. Tu ambición no tiene límites\". Entendí que cualquier fantasía de ser aceptada, de encontrar un hogar, se había hecho añicos. Diez años de mi vida se redujeron a cenizas. Con una extraña fuerza, le dije: \"Isabella ha logrado su objetivo\". Aparté su mano de mi brazo, ese hueso fracturado de años atrás al protegerla a ella. El dolor fue agudo, pero mi sonrisa vacía lo disimuló. Cuando me preguntaron si estaba segura de ir al ala oeste, al \"palacio frío\", respondí: \"No es un berrinche, es una decisión\". En el infierno de mi exilio, mi pequeña Camila, de cuatro años, irrumpió gritando: \"¡Mamá!\". La abracé y las lágrimas brotaron. \"Eres una desagradecida\", me escupió Elena, la asistente de Don Alejandro, reflejando la lealtad ciega. Entonces, Isabella, loca de celos al verme con Camila, nos atacó. \"¡Tú eres mía!\" Me empujó, fracturando mi brazo de nuevo. Tomó la pequeña bolsita de hierbas de Camila y la pisoteó. \"¡No es justo!\", clamó, destruyendo el único consuelo que le había dado a mi hija. Esa misma noche, los gritos llenaron la mansión. El cuerpo de mi hija flotaba en el estanque. La saqué, desesperada, y noté las marcas de uñas en la mano de Isabella. \"¡TÚ LA MATASTE!\" La abofeteé, y ella se defendió: \"Ella se cayó tratando de recoger la estúpida bolsita que le hiciste. ¡No era para ella!\". Su falta de remordimiento me hizo reír con una risa amarga y desquiciada. Don Alejandro llegó, vio a Isabella llorando por la bofetada y a mí, riendo junto al cuerpo de mi hija. \"Fue un accidente, Sofía. Te daré otro hijo, un verdadero heredero\". En ese momento, todo murió dentro de mí. Decidí quemarlo todo.
Cuentos
Llevaba cinco años casada con Mateo, un arquitecto exitoso que me eligió a mí, una simple panadera. Mi vientre, ahora de ocho meses, era el testimonio de un milagro, la culminación de años de tratamientos y de nuestro amor. Hoy era su cumpleaños y horneaba su pastel favorito, el de tres leches, lista para darle una sorpresa. Encendí el monitor de bebés para saber el momento exacto en que él terminaría su llamada de trabajo. Pero la voz que escuché no era de negocios, era la de su socio: "¿Cuándo le vas a decir a la panadera que el bollo que tiene en el horno no es suyo?". La risa de Mateo llenó el altavoz: "Es épico. La tienes creyendo que es infértil durante cinco años, metiéndole pastillas en su té, y ahora la usas de incubadora para tu verdadera reina, Camila". Mi mano soltó el cuchillo, que cayó con un estruendo metálico sobre el mármol, rompiendo mi corazón. ¿Cinco años creyendo que era yo la defectuosa? ¿Mi vientre, mi bebé, era solo un engaño, un medio para un fin depravado? El té amargo que me daba cada noche. Las fotos que tomaban de mi cuerpo mientras dormía. La humillación pública en la fiesta de cumpleaños de su amante, donde un "cóctel sin alcohol" provocó una hemorragia y la pérdida de mi hijo. Ellos creyeron que me habían destruido, pero solo lograron despertar a un monstruo. Mi venganza comenzó en ese instante, fría, calculadora y letal. Iban a pagar por cada lágrima, cada humillación, por la vida de mi bebé.
Cuentos
El aire en la iglesia olía a lirios, el aroma favorito de mi esposo Julián, pero yo lo odiaba con toda mi alma mientras observaba su ataúd. En el funeral, me informaron que Julián me había dejado solo deudas, mientras que toda su fortuna, que había costado nuestra felicidad y la de otros, iba a Sofía, su hermana adoptiva. Los gritos de ira de las víctimas de su medicina defectuosa me rodearon, sus huevos podridos y vegetales arrojados eran un presagio de la miseria que me esperaba. Vendí mis joyas, viví en un apartamento diminuto, y las deudas me ahogaron hasta que el estrés y la desnutrición me llevaron al borde de la muerte. En mi lecho de muerte, solo anhelaba una segunda oportunidad para vivir mi propio sueño, uno que sacrifiqué por un amor que resultó ser una mentira. De repente, abrí los ojos en mi antiguo dormitorio: ¡era el día antes de mi boda con Julián! Él entró, arrogante y demandante, pero esta vez, no sentí nada más que el frío de la tumba. "No iré a la cena. Cancelo la boda. No me casaré contigo, Julián", le dije con una voz firme que nunca antes había tenido. Mientras su furia estallaba, marqué un número: el de mi antigua mentora en la Agencia Espacial Nacional. Allí, esperaban a alguien para un proyecto clasificado: era mi segunda oportunidad y la abracé sin dudarlo.
Fue un gran día para Camilla. Estaba ansiosa por casarse con su guapo esposo. Desafortunadamente, él nunca apareció durante toda la ceremonia. Se convirtió en el hazmerreír de todos los invitados. En un ataque de rabia, salió con un extraño en su noche de bodas. Se suponía que iba a ser una aventura de una noche. Pero para su sorpresa, el hombre se negó a superarla. La persiguió incesantemente como si le hubiera robado el corazón esa noche. Camilla no sabía qué hacer. ¿Debería darle una oportunidad? ¿O simplemente mantenerse alejada de los hombres?
Después de tres años de matrimonio sin amor, la traición de Neil hirió profundamente a Katelyn. Ella no perdió tiempo y rápidamente se deshizo de ese canalla. Tras el divorcio, se dedicó a su carrera profesional. Alcanzó la fama como diseñadora, doctora y hacker brillante, y se convirtió en un icono venerado. Neil, consciente de su grave error, intentó en vano reconquistarla, solo para presenciar su magnífica boda con otro. Mientras sus votos se retransmitían en la mayor valla publicitaria del mundo, Vincent deslizó un anillo en el dedo de Katelyn y declaró: "Katelyn es ahora mi esposa, un tesoro de valor incalculable. Que todos los que la codicien tengan cuidado".
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.
Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
Cuando tenía ocho años, Dante Covarrubias me sacó del incendio que mató a mi familia. Durante diez años, el poderoso jefe del cártel fue mi protector y mi dios. Entonces, anunció su compromiso con otra mujer para unir dos imperios criminales. La trajo a casa y la nombró la futura señora de la familia Covarrubias. Delante de todos, su prometida me obligó a ponerme un collar de metal barato alrededor del cuello, llamándome su mascota. Dante sabía que era alérgica. Él solo observó, con sus ojos fríos, y me ordenó que lo aceptara. Esa noche, escuché a través de las paredes cómo la llevaba a su cama. Finalmente entendí que la promesa que me hizo de niña era una mentira. Yo no era su familia. Era su propiedad. Después de una década de devoción, mi amor por él finalmente se convirtió en cenizas. Así que en su cumpleaños, el día que celebraba su nuevo futuro, salí de su jaula dorada para siempre. Un jet privado me esperaba para llevarme con mi verdadero padre: su mayor enemigo.
Jenna Murphy se casó con Hansen Richards, a quien amaba desde la infancia pero quien más la odiaba. Ella creía que él finalmente la amaría. Pero antes de que su sueño se haga realidad ... un accidente automovilístico se llevó a su padre y llevó a su madre a una situación de muerte en la UCI. Su tío descarado y codicioso incluso se arriesgó y le robó todas las propiedades. Para obtener los honorarios de la cirugía de su madre, Jenna solo podía acceder a divorciarse de Hansen. Pero Hansen suplicó su regalo para la fiesta de cumpleaños de su abuela tratando de arreglar su relación. Sin embargo, Jenna encontró algunas pistas que mostraban que el accidente automovilístico que arruinó a su familia parecía tener alguna relación con Hansen ...
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