No Pagaré a tu Amor Prohibido

No Pagaré a tu Amor Prohibido

Gavin

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Capítulo

La cena de ensayo de nuestra boda en La Rioja, en la finca de la familia de Sofía, olía a vino añejo y dinero antiguo. Yo, Mateo, un chef, estaba a punto de casarme con la sommelier Sofía. Todo parecía perfecto, aunque la tensión con sus padres, que me veían como un "nuevo rico", era palpable. Pero todo se vino abajo cuando Sofía, tras un desmayo repentino, me confesó con voz helada: "Estoy embarazada. Pero no es tuyo. Es de Javier". Mi prometida esperaba un hijo de su hermanastro. El mundo se me desplomó. Luego llegaron las exigencias: "Tenemos que posponer la boda. Necesito que renuncies a tu trabajo. Te quedarás en casa para cuidarme discretamente. Y, lo más importante, dirás que el niño es tuyo. La reputación de Javier y de mi familia no puede mancharse". Cada palabra era un golpe. Fui humillado públicamente, mi hogar compartido se convirtió en un vertedero de mis pertenencias, y Javier destrozó deliberadamente los cuchillos heredados de mi abuelo, el único recuerdo valioso que tenía. Cuando intenté detenerle, Sofía me golpeó y me acusó de dramático. Sangrando y destrozado, lo dejé todo atrás. ¿Cómo era posible que la mujer que amaba me traicionara de tal forma, me pidiera que criara al hijo de otro, y luego me culpara por su propia depravación? La indignación me quemaba. Justo cuando creía haberlo perdido todo, apareció Lucía, mi amiga de la infancia. Con la mirada fija en mí y recordando un pacto olvidado, me propuso: "Si a los treinta seguimos solteros, nos casaremos". En mi cumpleaños, el día que debía casarme con Sofía, acepté. Mi desesperación se convirtió en una extraña oportunidad para un nuevo comienzo, una oportunidad de renacer de las cenizas que Sofía había dejado a su paso.

Introducción

La cena de ensayo de nuestra boda en La Rioja, en la finca de la familia de Sofía, olía a vino añejo y dinero antiguo. Yo, Mateo, un chef, estaba a punto de casarme con la sommelier Sofía. Todo parecía perfecto, aunque la tensión con sus padres, que me veían como un "nuevo rico", era palpable.

Pero todo se vino abajo cuando Sofía, tras un desmayo repentino, me confesó con voz helada: "Estoy embarazada. Pero no es tuyo. Es de Javier". Mi prometida esperaba un hijo de su hermanastro. El mundo se me desplomó.

Luego llegaron las exigencias: "Tenemos que posponer la boda. Necesito que renuncies a tu trabajo. Te quedarás en casa para cuidarme discretamente. Y, lo más importante, dirás que el niño es tuyo. La reputación de Javier y de mi familia no puede mancharse". Cada palabra era un golpe. Fui humillado públicamente, mi hogar compartido se convirtió en un vertedero de mis pertenencias, y Javier destrozó deliberadamente los cuchillos heredados de mi abuelo, el único recuerdo valioso que tenía. Cuando intenté detenerle, Sofía me golpeó y me acusó de dramático. Sangrando y destrozado, lo dejé todo atrás.

¿Cómo era posible que la mujer que amaba me traicionara de tal forma, me pidiera que criara al hijo de otro, y luego me culpara por su propia depravación? La indignación me quemaba.

Justo cuando creía haberlo perdido todo, apareció Lucía, mi amiga de la infancia. Con la mirada fija en mí y recordando un pacto olvidado, me propuso: "Si a los treinta seguimos solteros, nos casaremos". En mi cumpleaños, el día que debía casarme con Sofía, acepté. Mi desesperación se convirtió en una extraña oportunidad para un nuevo comienzo, una oportunidad de renacer de las cenizas que Sofía había dejado a su paso.

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