Contrato de gratitud

Contrato de gratitud

Gavin

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Mi vida era una coreografía perfecta, precisa al minuto. Cada día, a las seis de la mañana, seleccionaba el traje de Armani de Mateo, preparaba su café a 85 grados exactos. Durante cinco años, fui la sombra eficiente de su existencia, viviendo en una jaula de oro que parecía mi destino. Pero esa rutina se hizo pedazos cuando un nombre, "Elena", apareció en la pantalla del móvil de Mateo. Su "luz de luna blanca", su amor perdido que él nunca superó, había regresado a Madrid. Su indiferencia, antes pasiva, se volvió un abandono total. Dejó de verme. Cuando en una cena, una sopa hirviendo cayó sobre mí, escaldándome el brazo, Mateo no dudó: cubrió a Elena con su cuerpo, dejándome sola con el dolor y la herida, mientras ellos se iban al hospital por un simple salpicón. En ese instante, con la piel quemada y el alma destrozada, lo entendí. Cinco años de mi vida, mi sueño como bailaora de flamenco, mi dignidad... todo sacrificado por un "contrato de gratitud". ¿Era esta mi única función? ¿Ser su sirvienta invisible, un adorno prescindible? La humillación me ahogaba, pero también encendía una chispa de furia y claridad. La deuda estaba saldada. Mi paciencia se agotó. Una mañana, sin drama, sin lágrimas, puse los papeles del divorcio sobre la mesa. Mateo, absorto en su móvil por Elena, lo firmó sin leer una palabra. Él no entendía, pero yo sí: era el primer paso hacia mi verdadera libertad.

Introducción

Mi vida era una coreografía perfecta, precisa al minuto. Cada día, a las seis de la mañana, seleccionaba el traje de Armani de Mateo, preparaba su café a 85 grados exactos. Durante cinco años, fui la sombra eficiente de su existencia, viviendo en una jaula de oro que parecía mi destino.

Pero esa rutina se hizo pedazos cuando un nombre, "Elena", apareció en la pantalla del móvil de Mateo. Su "luz de luna blanca", su amor perdido que él nunca superó, había regresado a Madrid.

Su indiferencia, antes pasiva, se volvió un abandono total. Dejó de verme. Cuando en una cena, una sopa hirviendo cayó sobre mí, escaldándome el brazo, Mateo no dudó: cubrió a Elena con su cuerpo, dejándome sola con el dolor y la herida, mientras ellos se iban al hospital por un simple salpicón.

En ese instante, con la piel quemada y el alma destrozada, lo entendí. Cinco años de mi vida, mi sueño como bailaora de flamenco, mi dignidad... todo sacrificado por un "contrato de gratitud". ¿Era esta mi única función? ¿Ser su sirvienta invisible, un adorno prescindible? La humillación me ahogaba, pero también encendía una chispa de furia y claridad.

La deuda estaba saldada. Mi paciencia se agotó. Una mañana, sin drama, sin lágrimas, puse los papeles del divorcio sobre la mesa. Mateo, absorto en su móvil por Elena, lo firmó sin leer una palabra. Él no entendía, pero yo sí: era el primer paso hacia mi verdadera libertad.

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Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

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