No robarán todos

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Gavin

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El día de mi boda con Ricardo, el hombre que amaba con toda mi alma, creí en el amor incondicional y en los sacrificios por la persona amada. Pero justo después del "sí, quiero", él me confesó su supuesta "ruina", condenando a nuestro hijo Mateo y a mí a cinco años de penurias inimaginables. Mientras yo me deslomaba en múltiples trabajos precarios, limpiando casas y repartiendo folletos, él vivía una vida de lujo con su antigua amante, Isabella, usando mi amor como una cruel farsa. La verdad se desveló brutalmente en una fiesta infantil, donde lo vi, opulento, actuando como padre orgulloso del hijo de su ex amor. Fui forzada a actuar como payasa junto a mi hijo, limpiando un suelo que él poseía. Las "soluciones" médicas para el niño de Isabella implicaron que mi pequeño Mateo fuera forzado a donar médula ósea sin mi consentimiento explícito, y yo fui exanguinada, casi hasta la muerte, por su indiferencia despiadada. Pero la traición más profunda llegó cuando fuimos secuestrados y pedí desesperadamente su ayuda. Ricardo no solo se negó a pagar el rescate, sino que, con una frialdad escalofriante, ordenó nuestra muerte, pronunciando la frase: "rómpales el billete". ¿Cómo pude amar a un monstruo así? Mi corazón, antes ciego y devoto, se transformó en un odio ardiente, una llama alimentada por cada lágrima y humillación. Con el alma destrozada pero con una furia inquebrantable, tomé la decisión determinante de divorciarme de él y de huir lejos con mi hijo. ¿Podrá su supuesto "arrepentimiento" borrar años de crueldad? Y lo más importante, después de tanto dolor, ¿podremos, por fin, Elena y Mateo encontrar la verdadera libertad y comenzar una nueva vida lejos de la sombra de su traición?

Introducción

El día de mi boda con Ricardo, el hombre que amaba con toda mi alma, creí en el amor incondicional y en los sacrificios por la persona amada.

Pero justo después del "sí, quiero", él me confesó su supuesta "ruina", condenando a nuestro hijo Mateo y a mí a cinco años de penurias inimaginables.

Mientras yo me deslomaba en múltiples trabajos precarios, limpiando casas y repartiendo folletos, él vivía una vida de lujo con su antigua amante, Isabella, usando mi amor como una cruel farsa.

La verdad se desveló brutalmente en una fiesta infantil, donde lo vi, opulento, actuando como padre orgulloso del hijo de su ex amor.

Fui forzada a actuar como payasa junto a mi hijo, limpiando un suelo que él poseía.

Las "soluciones" médicas para el niño de Isabella implicaron que mi pequeño Mateo fuera forzado a donar médula ósea sin mi consentimiento explícito, y yo fui exanguinada, casi hasta la muerte, por su indiferencia despiadada.

Pero la traición más profunda llegó cuando fuimos secuestrados y pedí desesperadamente su ayuda.

Ricardo no solo se negó a pagar el rescate, sino que, con una frialdad escalofriante, ordenó nuestra muerte, pronunciando la frase: "rómpales el billete".

¿Cómo pude amar a un monstruo así?

Mi corazón, antes ciego y devoto, se transformó en un odio ardiente, una llama alimentada por cada lágrima y humillación.

Con el alma destrozada pero con una furia inquebrantable, tomé la decisión determinante de divorciarme de él y de huir lejos con mi hijo.

¿Podrá su supuesto "arrepentimiento" borrar años de crueldad?

Y lo más importante, después de tanto dolor, ¿podremos, por fin, Elena y Mateo encontrar la verdadera libertad y comenzar una nueva vida lejos de la sombra de su traición?

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El olor metálico de la sangre llenaba mis fosas nasales, espeso y mareador. Estaba tirada en el frío suelo de mármol de mi propio recibidor, con un dolor agudo que me partía el abdomen. Desde el suelo, vi sus pies: los carísimos zapatos italianos de Ricardo, mi prometido, y los tacones de aguja de Elena, mi propia hermana, posicionándose a centímetros de mi cara. "Ricardo, ¿está bien? Se golpeó muy fuerte" , susurró Elena, con una falsa preocupación que me revolvió el estómago, mientras la boca de Ricardo devoraba la suya, ignorando mi cuerpo casi inerte. El dolor de la traición era mil veces peor que el golpe. Dos días después, en el hospital, la enfermera me confirmó lo inevitable: "Lamento informarle que perdió el embarazo" . Regresé a casa, la escena de mi dolor, para encontrarlos en la cocina, riéndose, Elena con una de mis batas de seda, Ricardo dándole fresas con una ternura que nunca me había mostrado. Ellos me vieron, Elena puso su máscara de actriz y Ricardo, ni se molestó en fingir. Abrí Instagram en mi nuevo teléfono y vi la prueba de su traición documentada para todo el mundo, mientras yo yacía en un hospital: "Encontrando la felicidad en los lugares más inesperados. A veces, el amor verdadero tarda en revelarse" , decía una de las fotos. La náusea subió por mi garganta, y con ella, una pregunta que me quemaba la garganta: "¿Dónde está mi vestido? ¿El que robaron?". Ricardo se rio, cruel: "¿Bebé? No seas dramática, Sofía. Fue un accidente. Además, ¿cómo sabes que era mío?" . Esa fue la última gota. Mientras empacaba mis cosas, Ricardo bloqueó la puerta, exigiendo que me quedara, acusándome de estar "histérica" . Le di una bofetada. En ese momento, su teléfono sonó, era Elena, fingiendo un malestar para arrastrarlo de vuelta a su lado. Cuando él volvió a subir, mi hijo, Leo, apareció en la puerta, manipulado, repitiendo lo que Elena le había dicho: "¡Mi mamá está llorando! Dice que eres mala. Que la quieres lastimar. ¿Por qué eres tan mala, tía Sofía?" . Mirando a Ricardo, dije con una calma que lo desarmó: "No tenemos nada de qué hablar. Quiero el divorcio" . Él se burló: "¿Divorcio? Ni siquiera estamos casados. Y si te vas, te vas sin nada. Todo está a mi nombre, ¿recuerdas?" . "No quiero tu dinero. Quiero mi libertad" . Mi madre me llamó, furiosa, confirmando mi desvío como peón defectuoso: "¡Inútil! ¡Siempre has sido una inútil! ¡Tu hermana, ella sí sabe cómo conseguir lo que quiere! ¡Tú solo sabes dibujar tus garabatos estúpidos!" . Colgué. "Tú dejaste de ser mi madre hace mucho tiempo" . Con la maleta en la mano, me juré que no volvería a mirar atrás.

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