''Con el rostro cubierto de lágrimas te vi por primera vez, no me importó nadie a mí alrededor, ni siquiera el idiota que estaba a tu lado en ese preciso momento.
Desde ahí supe que serías mía.
El deseo nubló mi vista y tu olor quebró mi razón.
Desataste mi lado animal, Verónica.''
Y con esas cinco líneas impresas en un papel negro fue que mi tormento comenzó.
No entendía de qué se trataba todo eso, nunca nadie me había dado ni siquiera una carta, no me consideraba una chica linda para llamar la atención de nadie, no tenía grandes atributos y mi cara es bonita pero simple, sin embargo, recibía esa nota que lejos de gustarme me ponía los pelos de punta, sobre todo esa frase final contundente.
Ni siquiera salía de casa y cuando lo hacía era para ir a la universidad, de allí de vuelta a mi dulce hogar, no sabía ni cómo ni dónde había despertado el interés de un chico del cual estaba segura no conocía pero no le di mucha importancia, en ese momento no lo sabía ni estaba preparada para toda la avalancha de emociones que estaba a punto de experimentar, no obstante, guardé el papel que irradiaba un ligero aroma masculino entre mis libros quise desviar mi mente así que busqué mi teléfono para poder leer un poco. Aunque no conté con que mis pensamientos volverían una y otra vez a la nota mientras que la curiosidad me embargaba.
¿Quién es él?
Rodé en la cama con curiosidad y mis manos tantearon otra vez el papel, inhale su aroma, esta vez podía notar otro olor, más masculino y sobretodo más atrayente.
-Verónica ¿Estás lista? -Preguntó Ana Alice entrando a la habitación.
La rubia arqueó una ceja al verme tan ensimismada con la carta entre las manos.
Entró en la habitación sin dudarlo y se dejó caer a mi lado en la cama tratando de curiosear cosa que no logró pues yo no lo permití escondiendo la hoja entre mis manos con una sonrisa divertida al observar el ceño fruncido de mi amiga.
- ¿Qué escondes? -preguntó con sospecha haciendo que sonriera.
Ana nunca iba a cambiar.
-Nada que te incumba, chismosa.
- ¿En serio? Pues me lo tendrás que contar porque a mí no se me escapa nada.
Ambas nos levantamos de la cama sonriendo, entonces Ana Alice se arrojó hasta donde estaba yo tratando de quitarme el papel pero por más que me hizo cosquillas se rindió al darse cuenta que no iba a mostrárselo.
Por alguna razón sentía que no quería compartir esas palabras con nadie, era algo muy íntimo aunque no lo pareciera.
Además me moriría de vergüenza si ella se enterara sobre esta carta enigmática de un extraño pervertido.
-Venga ya, si no quieres contribuir con esta chismosa, entonces alístate, ¿Olvidaste que íbamos de compras?
-No, no lo he olvidado, me cambio y salimos.
Ella asintió mientras que yo fui a buscar mi ropa.
Cuando estuvimos fuera de la casa en el centro comercial opte por contarle a Ana sobre la nota evitando decir palabras textuales además de que la pequeña cartita la había ocultado bien entre mis cosas, ella chilló frenética pidiendo que le contara sobre qué era lo que decía exactamente.
-No te lo voy a decir -alegué sacándole la lengua causando que ella resoplara.
-Venga, ¿Te ha dicho guarradas? -preguntó entusiasmada.
Y enseguida me quedé estoica.
No podía creer que Ana me preguntara eso.
- ¡No! ¡Qué mente la tuya, amiga!
- ¡Qué aburrido! Será que es tímido o quiere tantear terreno, ¿Quién será? ¿Quién será? -murmuraba Ana probándose unos tacones negros preciosos.
Mientras que yo no dejaba de negar con la cabeza, probablemente si fuera a ella quien le llegaran esas cartas de guarradas estaría más que feliz, sin embargo, yo por el contrario echaría a correr, si las cosas se tornaban más incómodas, pero solo es una carta ¿No?
Pese a que ambas éramos mejores amigas no podíamos ser más distintas, yo soy reservada pero Ana Alice es todo lo contrario como si se esforzara por llevarme la contraria.