Krista Dunaway está escapando de una situación peligrosa de su pasado y decide dar un giro radical en su vida yéndose a vivir a Nueva York. Hasta ahora, su vida ha sido de manera tranquila pudiendo sanar las cicatrices emocionales de su pasado, pero algo la mantiene alerta. Cuando llega la pandemia, algo diferente empieza a sucederle en su nuevo apartamento, Krista aún no lo sabe, pero está a punto de encontrar algo diferente, un misterio del pasado que llama directamente a su puerta para ser resuelto. Algo distinto está a punto de sucederle en su vida, cada noche a medianoche a través de dos llamadas telefónicas de lo más inexplicables en medio de una noche tormentosa, le avisarán sobre su inminente muerte y les dará la clave para salvar su propia vida.
Krista Dunaway se acababa de mudar a la ciudad de Nueva York, quizá esperando que su futuro le fuera algo mejor que en su último año en Tulsa, Oklahoma, la verdad es que estaba asustada. Nunca había salido de su hogar, su familia, sus amigos y ahora se enfrentaba a un nuevo reto, vivir sola y estar lejos de todo aquello que conocía, pero sabía que era lo correcto, que su hogar se había vuelto demasiado peligroso para seguir ahí y esperaba que este nuevo comienzo le permitiera volver a ser ella misma y a no tener miedo.
Dio una vuelta por la plaza antes de estar segura que nadie la seguía, y posteriormente, fijó su mirada en el bloque de apartamentos construido en los años cincuenta que se alzaba ante sus ojos, no era un gran edificio, cinco plantas en total, un tamaño razonable con buenas vistas a la plaza dando frontera con el barrio chino de Manhattan, de dicho barrio podía notar su influencia en la estatua que presidía la plaza en honor a un antiguo filósofo chino y los olores de distintas comidas asiáticas envolvían el ambiente haciendo que Krista tuviera hambre, pero ahora no podía comer, debía empezar con la mudanza.
Sentía el nerviosísimo por el sistema central de su cuerpo, sus manos dejaban entrever un ligero temblor pero con paso decidido se encamino dentro del edificio con algunas maletas y dos cajas que pudo llevar a cuestas, era lo único que había cabido en el maletero y como el piso estaba amueblado así se ahorraría de pagar un transportista y de comprar muebles nuevos, lo cual le venía genial porque con la mudanza, el apartamento y la gasolina, andaba pobre de fondos.
Subió por los antiguos escalones de su nuevo bloque de apartamentos, era un lugar barato en el barrio chino de Manhattan y eso significaba una cosa, subir los cinco pisos por las escaleras a pie porque el ascensor está estropeado y no hay dinero para arreglarlo, al parecer según le dijo el dueño del apartamento había habido un problema y habían desmontado el ascensor pero al no tener suficientes fondos no se había podido reparar y aparentemente decidieron dejar el vacío en el lugar del ascensor esperando que un futuro si las cosas mejoraban y hubiera presupuesto pudieran poner uno nuevo.
-¿Necesitas ayuda con eso, chica nueva? –preguntó una voz profunda y masculina que hizo que Krista pegara un bote
Krista se giró sobresaltada para encontrarse con un chico joven con un pelo muy largo rubio recogido con una coleta de ojos azules, el cual tenía un estilo hípster tanto en su look como su ropa, que le sonreía cálidamente mientras le movía la mano derecha de un lado para otro de su cara en un intento por devolverla al presente.
-¿Estas bien? Siento si te he asustado –se disculpó el chico mientras ella seguía sin poder decir palabra el sobresalto le había dado taquicardias –Sé que soy guapo pero nunca había dejado muda a una mujer.
Lo que parecía una broma o quizá un ligoteo sutil hizo sonreír a Krista y eso la alegró porque hacía mucho tiempo que había dejado de sonreír por miedo.
-Quizá me he quedado muda por tu inteligencia suprema para ligar –dijo ella siguiendo la broma medio riendo.
-Toche, soy Dylan Thomas –dijo él mientras le ofrecía su mano a modo de saludo.
-Soy Krista Dunaway –saludo ella estrechándole la mano.
-¿Puedo ayudarte con eso? –preguntó Dylan mientras señalaba unas ocho maletas esparcidas por las escaleras de todo el piso.
-Claro, me harías un favor –dijo ella mientras seguía encaminándose hacia su piso.
-¿Y de dónde eres, nueva en la ciudad? –preguntó Dylan mientras seguía subiendo las escaleras.
-De Tulsa, Oklahoma, me acabo de mudar justamente hoy.
-Yo soy de Corpus Christi, Texas, me alegra ver a otra sureña en el edificio, ya empezaba a echar de menos ese acento.
Llegaron por fin a su planta y ella abrió la puerta de su nueva vivienda, el lugar aún conservaba los muebles de la antigua inquilina, según el dueño, no había podido sacarlos y ella podría usarlos libremente.
-Parece bonito y luminoso, parecía peor en las fotos, me encanta –dijo ella en voz alta.
-Solo ten cuidado –respondió el mientras dejaba las maletas justo al lado de la puerta.
-¿Por qué? –pregunto ella extrañada por ese comentario tan inusual mientras él simplemente acababa de dejar sus últimas maletas en la puerta y se disponía a irse.
-Te lo contaré en otro momento, quizá tomando un café si te apetece –dijo él mientras volvía a sonreírle con una sonrisa pícara – a menos que tengas novio.
-Soy asexual, así que si esperas llevarme a la cama, lo único que calentarás será la almohada –expreso ella con una cara de póker haciendo que Dylan alzara las cejas y casi le flaquearán las piernas de la impresión.
La cara de circunstancias del chico le indicaba que se había pasado tres pueblos a decir una cosa tan exagerada, había querido ser graciosa y ahora él creía que era una lunática o una loca, simplemente cuando le gustaba alguien se ponía nerviosa decía las cosas más extrañas y absurdas sobre la faz de la tierra y ahora solamente deseaba que la tierra la consumiera y no hubiera que enfrentarse a la mirada atónita de Dylan.
-Lo siento, quería hacer una broma y creo que me he pasado tres mil pueblos, me encantaría tomar café contigo Dylan, si aún quieres claro –dijo ella disculpándose.
-Claro me encantaría, que tal la semana que viene, así tienes tiempo para instalarte y cuando tengas tiempo me llamas –dijo él mientras se encaminaba para irse de su apartamento.
-Espera, no sé tú número –expreso ella preocupada porque él únicamente dijera eso por educación pero en realidad la considerara una friki para la cual no valía la pena malgastar un segundo.
-Vivo justamente enfrente de ti, somos compañeros de pasillo, así que cuando quieras dame un toque –dijo el mientras se despedía cortésmente y cerraba su puerta.
Krista aún no podía creer la suerte que tenía, había conseguido un piso barato en Manhattan, vale que era el barrio chino y tendría que aguantar oler 24 horas la comida de los miles puestos ambulantes y de vez en cuando tendría que escuchar gritos en chino, pero el precio era inigualable y las vistas al Chatham Square donde podía ver la escultura de Lin Ze Xu, no es que a ella le interesara mucho pero siempre era bonito tener una vista diferente a un bloque de apartamentos gris que podías encontrar en cualquier ciudad. Y además su nuevo vecino parecía alguien agradable y claramente interesado por ella, esto podría acabar mal y ser realmente incomodo o ser quizá lo mejor que le pudiera pasar y ella prefería ser positiva, si quería iniciar una nueva vida lejos del miedo y la paranoia debería ver el lado bueno de la vida.
De repente, algo la sacó de su enseñamiento, el sonido de su teléfono la hizo volver a su realidad, era su madre, la cual ya debía de estar preocupada después de casi un día sin saber nada de su niña, ella contesto inmediatamente.
-¿Hija estás bien? ¿Te paso algo? –pregunto su madre con algo de desesperación en cada pregunta.
-Estoy bien mama, el vuelo se alargó más de lo planeado y no he podido instalarme hasta ahora, el apartamento esta precioso y además amueblado, lo cual es una ganga.
-Cuidado no te timen en el alquiler, a ver si será una trampa, todo lo bonito resulta caro –le advirtió su madre en su mejor tono de cordialidad aunque detrás de ese tono se escondía un te lo dije que algo malo te va a pasar por ir a lo barato.
-Que no mama, que lo ha revisado el abogado y no hay nada extraño, simplemente la inquilina tuvo que abandonar el apartamento de manera apresurada y los propietarios querían alquilarlo rápidamente para que no les entraran ocupas de ahí el precio.
-Sobretodo ten cuidado, sé que no fue culpa tuya pero estoy nerviosa hija, estás segura que tenías que irte tan lejos, si pasará algo... -pero la frase no fue acabada quizá porque su madre estaba temerosa de imaginarse lo peor.
-Jane no puede estar cerca de mí, tiene una orden de alejamiento y me he dado de baja de todas las redes sociales para que no pueda contactar conmigo, tu sobretodo no le des mi número de teléfono a nadie, solamente a papa y en el contacto ponerme mi segundo nombre por si acaso alguien ata cabos –instruyo ella recordando las palabras del oficial de policía al cual acudió a socorrerla.
-Pero y si esa loca, te encuentra, aún recuerdo ese día que apareció en nuestra puerta a las doce de la noche chillando que iba a matarte, todavía tiemblo al recordarlo –dijo su madre preocupada por su bienestar lo había pasado muy mal con toda la situación.
Jane era una compañera de trabajo en la oficina donde trabajaba, al principio se habían hecho amigas y parecía una gran persona, pero con el paso del tiempo, empezó a notar cosas, primero cierto tono en la manera de hablar, querer saber dónde estaba en cada momento, enfadarse por no querer quedar con ella, vestir de manera muy similar a ella, mandarle mensajes a todas horas. Pero el punto culmine llegó cuando supuestamente ella se había tirado a su novio, cuando en realidad ese chico acababa de llegar a la empresa ese mismo día y ni siquiera conocía a Jane. A partir de entonces, empezaron las discusiones en el trabajo, las amenazas e insultos, ella la denunció a recursos humanos y después de unos cuantos accidentes fue despedida.
Ese fue el fin de su amistad y el principio de su calvario, cada vez que salía con ese chico, los acosaba en cada restaurante que iban y montaba una escena, pero el punto fulminante fue cuando se presentó en su casa en plena noche chillando amenazas de muerte, ahí fue cuando se dio cuenta que su vida corría peligro, contacto con la comisaría más cercana y el policía le había dado algunas indicaciones, pero a modo personal le dio un consejo, que huyera lo más lejos que pudiera y que permaneciera en un perfil bajo durante un tiempo para que Jane se olvidará de ella y poco a poco su obsesión por ella disminuyera y eso hizo, se despidió de su trabajo, cortó con su novio y se mudó lo más lejos que pudo de Jane, encontró un trabajo en Nueva York y decidió mudarse lo antes posible.
-Ella no sabe que estoy aquí y no puede encontrarme, vosotros simplemente no digáis nada, decid que estoy buscando trabajo por la ciudad y que tengo gripe y por ahora no salgo del apartamento, de esta manera se calmarán los ánimos un poco –expreso Krista deseando que sus palabras se hiciesen realidad.
-Solo ten cuidado hija y llámame –ordenó su madre intentando morderse la lengua y no maldecir a la energúmena que había causado esta situación.
-Te llamaré, tranquila, pero si estás con gente nunca contestes al teléfono, solo cuando estés a solas o con papa ¿entiendes?
-Si hija si, ya lo sé, cuídate mi vida –se despidió su madre de manera escueta aunque su tono la delataba no estaba tranquila y temía lo peor.
-Adiós mama –se despidió ella mientras dejaba caer su teléfono y su cuerpo en el sofá.
Se sentía mal y extraña al tener que usar un nombre que no era el suyo, bueno no era exactamente así, su nombre ya no era Loren Dunaway nunca más, a partir de ahora usaría su segundo nombre Krista, nunca le había entusiasmado especialmente ese nombre, pero entre estar tranquila o volver a ser víctima del acoso de Jane, elegía la primera opción. Esperaba que ese cambio de nombre la hiciera pasar un poco más desapercibida, al menos a ojos de Jane, y junto con la distancia espacial poder realizar una nueva vida.
Estaba ilusionada con este nuevo capítulo de su vida, y ahora estaba ansiosa por ir descubriendo como sería su nuevo hogar, así que se permitió cotillear entre las habitaciones para apreciar aquello que contenía en su interior, el apartamento era sencillo consistía en un baño, un gran salón-cocina americana y una habitación de un tamaño decente. Todas las estancias estaban bien equiparadas con todo lo necesario para vivir, al parecer a la antigua inquilina no le había venido bien quitar los muebles y el propietario se los había quedado, su habitación contaba con una cómoda, un armario, un espejo, una cama y dos mesitas de noche con una lámpara pequeña para cada una, no necesitaba más y el dinero que se ahorraba en muebles en medio de una mudanza le salvaba la vida, ese había sido uno de los motivos por los que había elegido ese apartamento, un sitio barato y amueblado en Manhattan parecía demasiado perfecto, pero a veces los milagros existen.
El salón comedor-cocina abierto también estaba bien equipado, la cocina tenía una pared construida con azulejos con formas geométricas de color neutro blanco claro combinado con unas baldosas de color mate, el color blanco predominaba en casi toda la cocina, armarios, encimeras, incluso la isla construida de mármol blanco seguía el contraste de unos taburetes de madera clásicos, y de las lámparas de estilo industrial grises oscuras que iluminaban la cocina, los muebles no eran nuevos, pero al menos mantenían la armonía de los colores neutros, gris, negro y color blanco, la nevera de acero inoxidable contrastaba con el color claro del microondas y del negro del horno y los fogones. El salón era simple construido con unas paredes pintadas de color gris claro, el suelo a base de baldosas color mate en conjunto con la cocina, un sofá algo pequeño, una mesita de cristal justo delante del mueble del televisor y a la izquierda una mesa de cristal con cuatro sillas y algunos armarios empotrados a la pared, pero había algo que le llamaba la atención y era un pequeño teléfono fijo encajado entre la puerta y el armario, le hacía mucha gracia porque le recordaba a la casa de su abuela y pensaba que este tipo de teléfonos ya no existían, así que ese pequeño detalle la hizo sentir como en casa.
Después de haber conducido durante horas y de haber ordenado todas sus cosas, Krista se sintió pesada, así que decidió ir a su habitación donde se dejó caer sobre la cama y poco a poco se durmió, sin embargo, un sonido extraño la despertó, se dio cuenta que era su móvil en modo vibración que estaba sonando por un nuevo mensaje. Era un mensaje del gobierno de Estados Unidos que decía:
"El Estado de Nueva York junto con el Gobierno federal de los Estados Unidos declara cuarentena para todo el país, la movilidad queda restringida a partir de las 12 horas de esta noche"
Capítulo 1 Una nueva vida
15/03/2021
Capítulo 2 Un coqueteo inocente
15/03/2021
Capítulo 3 El telefono sigue sonando
15/03/2021
Capítulo 4 Un mal presentimiento
15/03/2021
Capítulo 5 Una llamada de Nancy
15/03/2021
Capítulo 6 Descubriendo a Nancy
15/03/2021
Capítulo 7 La revelación final
15/03/2021
Capítulo 8 Epilogo
15/03/2021
Otros libros de G. Rosell
Ver más