DULCE:
Veo una vez más por la ventanilla del jet privado de mi tío Donato, el Don de Chicago, y mi corazón se acelera, el solo saber que en pocas horas estaré con mis amigos… bueno, eran mis amigos cuando era una niña, y aunque la última vez que los vi fue unos días antes de mi quinto cumpleaños, dejaron huella en mí, tanto así que con dieciocho años, no solo los recuerdo, también los anhelo, era tan feliz cuando los trataba, se suponía que cuando mi madre me recordó, no solo tendría una familia, también conservaría a mis amigos y así hubiera sido, si no fuera por Horus Bach, a ese hombre le debo mi soledad, las lágrimas de mi madre y el sufrimiento de mi tío Donato, decir que lo odio es quedarse cortos, pero me vengare, algún día lo hare, cuando mi madre al fin vea que puedo llevar el negocio familiar adelante tan bien como ella, ese día, cuando tome su lugar lo primero que hare es ir por Horus.
— No puede ser, realmente es un idiota. — la voz profunda y quizás un poco tenebrosa de Pedro me hace girar.
— ¿Qué sucede Pedrito? — el moreno quita sus ojitos caramelos del móvil para clavarlos en los míos.
— Deja de decirme Pedrito, suena a niño.
— Disculpe usted señor Pedro Sandoval. — respondo con sorna y él solo niega con la cabeza, sé que suelo sacarlo de quicio, desde que éramos niños, a pesar de que nos llevamos siete años, somos los mejores amigos y eso tiene una razón. — ¿Me dirás que te sorprendió? tu no hablas porque sí. — y esa es la verdad, Pedro casi no habla, con nadie, solo con Carlos, su padre, Felipe, su otro padre y yo, solo con nosotros tres él no teme hablar, creo que en el fondo sabe que el tono de su voz es tenebroso e incómoda a los demás.
— Te dije que no quería asistir a la boda de Alejandra. — solo dice eso y me pasa su móvil.
Tomo el artefacto en mis manos, pero no quito mis ojos de él, nos encaramos en silencio, como cuando éramos niños, tratando de descifrar los secretos del otro, nuestros miedos más profundos y algo más, algo que ninguno de los dos ha podido descubrir, pero está allí oculto, lo siento. Al final es él quien gira su rostro.
— Te gane. — susurro y él solo emite un sonido con su garganta, cuando veo su móvil, sonrió gustosa, no puedo creer que este usando sus redes sociales después de tanto tiempo, y más que sea para subir la foto que nos tomamos en el aeropuerto.
— La dueña de mis locuras, la reina que me guía, mi Dulce princesa… — quedo en silencio un momento, nunca creí que Pedro me viera de esa forma, ¿a quién engaño? Soy la dueña de sus locuras y él solo me sigue. — Me sorprende señor Pedro, no era necesario que todo el mundo sepa que estoy loca y que usted va detrás mío para salvarme. — Pedro gira y me ve con incredulidad.
— No te fijes en el encabezado de la foto, sino en los comentarios. — bufo por lo bajo, a veces no sé cómo podemos estar siempre juntos, somos muy distintos, él casi no sonríe, y yo rio más de la cuenta, se podría decir que me parezco a mi papá Rocco, de él adquirí la facilidad de sonreír y de reír de forma bochornosa, como mi madre me dice cada vez que me regaña, pero, así soy, así me hicieron ellos, mi bella reina, ósea mi madre y sus seis reyes, mis padres.
— “Qué suerte tienes de tener a quien amas a tu lado” … ¡¿Que mierda?! — no puedo evitar gritar y por un momento todos en el jet giran a verme.
— ¿Qué sucede? — Felipe nos ve con curiosidad y Pedro solo niega, Feli es como su madre.
— ¿Esta todo bien Princesa?
— Siempre que estoy con Pedro las cosas están bien. — respondo en automático a la pregunta de mi tío, porque es la pura verdad, mis tíos y los padres de Pedro sonríen y regresan a su charla y yo releo el comentario de Gabriel.
— ¿No que no te hablabas con tu primo? no, eso no es lo importante, ¿Cómo por qué piensa que soy tu novia? No, tampoco es eso, ¿Por qué carajo piensa que me amas? — no se en qué momento me acerque tanto a su rostro, solo sé que me estoy quedando bizca ya que estoy viendo su nariz, es linda, recta morena, puntiaguda, perfecta.
— Si te da aire en la cara quedaras con esa bella mirada de por vida.
— Patrañas. — regreso a mi asiento y clavo mis ojos en él. — ¿Qué significa esto? — indago al tiempo que le regreso el móvil.
— Significa que el idiota de Gabriel piensa que no amaba a Verónica y que no te reconoce, y por el resto de los mensajes parece que ninguno de mis primos te recuerda.
Eso dolió más de lo que creí, recuerdo que hubo un tiempo, cuando mi madre no estaba bien de su cabeza y no me recordaba, que me refugié con ellos, los primos Zabet, hijos de mafiosos, asesinos y empresarios, aunque no todos comparten apellido, no puedo creer que Gabriel no me reconozca, aunque claro que, gracias a Horus, deje de verlos cuando tenía cinco años, no pensé que hubiera cambiado tanto.
— Tengo una idea. — sé que mis ojos están brillantes, porque los veo reflejados en el caramelo derretido que son los ojos de mi mejor amigo.
— No, no sé qué es lo que estás pensando, pero no.
— Sí, lo haremos, y lo sabes. — Pedro se queda en silencio, pero no porque no quisiera protestar, es porque sabe que al final lo convenceré.
—¿Que se le ocurrió a esa cabeza tuya? — sonrió con verdadera felicidad, lo sabía, él aceptaría.
— Sé que Verónica era tu amor, Dios, te enfrentaste a Gabriel por ella…
— No me estas animando.
— Espera, deja que termine, sé un caballero.
— Bien te escucho.
— Es hora de dar vuelta la página Pedro. — y por esta vez, solo por esta vez, voy a fingir que esa mierda de mujer era lo que Pedro cree que era. — Sé que aún no la olvidaras…
— Nunca lo hare, mi corazón murió con ella. — mi estomago se retuerce, de la misma forma que lo hace estos últimos cinco años, desde que “la santa Verónica” murió, que gran mentira.
— Lo se Pedro, lo sé, pero… Gabriel no tiene por qué saberlo, digo, tu dijiste que estas cansado de que te vean con lastima, primero por la muerte de tu madre y luego por la muerte de Verónica, y ya de por si es malo que no hables o mejor dicho no soportes a Giovanni, Horus y Gabriel, si realmente estas cansado de todo ese drama, finge, hagamos que esos tontos crean que somos novios y luego, cuando nos aburramos de verles la cara le decimos quien soy.
— Princesa, que mis primos no te recuerden no quiere decir que sus padres no lo hagan. — me responde al tiempo que toca la punta de mi nariz con uno de sus grandes dedos.
—Tengo la solución para eso. — entes que pueda decir cualquier cosa, me levanto de mi lugar y voy donde esta Donato, su futura esposa Ámbar, Felipe y Carlos.
— Tío de mi corazón, sabes que te quiero de día, de noche, con sol, con nubes, con …
— Solo di lo que deseas princesa y lo tendrás. — amo lo fácil que es manipular al Don de Chicago, o por lo menos la facilidad con la que yo lo manejo.
— Quiero pedirles que no le digan a nadie que soy Dulce De Luca, que todos crean que soy la novia de Pedro, aunque claro que tendrán que hablar con los hermanos de tía Ámbar y Felipe. — Don y Ámbar me ven con sorpresa, mientras Felipe se ve encantado de la vida y Carlos me ve con una gran sonrisa.
— ¡Al fin son novios! — Felipe es el primero en aplaudir y yo lo veo con la boca abierta.
— No papá, solo somos amigos, deberían dejar de ver novelas latinas. — la queja de Pedro hace que el rostro de Felipe se ponga rojo como un tomate y es cuando Carlos le acaricia la mejilla, son tan hermosos, la pareja perfecta, ya que mis padres no entran en la categoría de pareja, es más grupal lo que tienen, como un harem, uno que maneja mi madre.
— ¿Qué? — mi tío Donato ve a todos lados sin comprender.
— No le digan a nadie que soy Dulce, quiero divertirme con Pedro, les haremos creer a todos que soy su amiga.
— Novia. — me corrige mi mejor amigo y solo entonces me di cuenta de mi error, dije amigos, pero si ya somos amigos, que raro que yo me equivoque de tal manera… podría ser mi inconsciente, pero…no, él es Pedro, mi buen amigo Pedro. — Solo así no me verán con pena. — termina de explicar y no puedo evitar tomar su mano y apretarla, me gustaría decirle que esa víbora no merece su pena, ella no merece nada.