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Mía Bambola. Nadie Robara tu Amor

Capítulo 4 CUATRO

Palabras:3073    |    Actualizado en: 04/06/2021

lado, escoltando desde el automóvil hasta el vestíbulo a todo grupo de recién llegados. Ni en las palabras de los porteros ni en la expresión de sus rostros había el menor signo de condesc

ebían darse por concluidas las conversaciones en las mesas y dirigirse ceremoniosamente al salón. Parker me había prometido presentarse a la hora del baile, y estando allí su hermana, tenía la seguridad de que el muchacho cumpliría su promesa. Además, el club de estudiantes de su universidad celebraba una fiesta en otro de los salones de baile, de manera que Parker estaba en el hotel. Me puse de pie, me alise el cabello, apreté la barriga y me dirigí a la pista. Durante las dos horas siguientes la señorita Eppingham desplegó sus mejores artes de anfitriona, circulando entre sus huéspedes y asegurándose de que todos y cada uno de ellos tuviera con quien hablar y con quien bailar. Una y otra vez, me di cuenta de que la señorita le enviaba a un chico remiso con la orden de que la sacara a bailar. Hacia las once, todos los chicos y las chicas de la señorita Eppingham se habían dividido en grupitos, y la pista de baile estaba casi desierta, debido sin duda a la música de la orquesta, obviamente anticuada, yo era una de las cuatro parejas que todavía estaban bailando, y mi compañero, Stuart Whitmore, hablaba animadamente de su objetivo en la vida, que era unirse a la firma de abogados que presidía su padre. Como yo, era serio e inteligente. Por ello lo prefería a ninguno de los otros chicos de aquella multitud, sobre todo después de sacarla a bailar espontáneamente, sin ser enviado por nadie. Lo escuchaba, pero mi mirada no se apartaba de la puerta del salón de baile, hasta que de pronto apareció Parker con tres de sus amigos de la universidad. Parker tenía un aspecto espléndido, con su esmoquin negro, su abundante pelo rubio y su rostro bronceado por el sol. El corazón me latió con fuerza. Al lado de Parker, los demás chicos, incluidos los que lo acompañaban, parecían seres insignificantes. Advirtiendo que me había puesto rígida, Stuart interrumpió su discurso acerca de los requisitos de la facultad de derecho y miró hacia la puerta. —Oh. Allí está el hermano de Rosemary — dijo. —Sí, ya lo sé — musité , con aire ensoñador. Stuart advirtió mi reacción e hizo una mueca. —¿Qué tiene Parker Morgan que les quita el aliento a todas las chicas? — preguntó con ironía—. ¿Por qué lo prefieres? ¿Porque es más alto, porque es mayor y más agradable que yo? —No debes subestimarte — contesté, con sinceridad pero algo distraída. Observaba a Parker, que en aquel momento cruzaba el salón en dirección a su hermana para sacarla a bailar—. Eres muy inteligente y agradable. —Tú también. —Serás un abogado brillante, como tu padre. —¿Te gustaría salir conmigo el sábado por la noche? —¿Qué? — Suspire y miré a Stuart—. Bueno... — añadió apresuradamente—, es muy amable de tu parte, pero mi padre no me permite salir con chicos. No me lo permitirá hasta dentro de dos años, cuando cumpla los dieciséis. —Gracias por desairarme con tanta amabilidad. —¡No te he desairado! — replique, pero me olvidé de todo al ver que uno de los amigos de Rosemary Morgan se la había arrebatado a su hermano y este se volvía y se encaminaba a la puerta—. Perdóname, Stuart — dije con cierta desesperación—, pero tengo que darle algo a Parker. — Sin percatarme de que estaba atrayendo las miradas de gran parte de la concurrencia, corrí por la pista desierta y alcance a Parker justo cuando estaba a punto de salir con sus amigos. Estos le dedicaron una mirada curiosa, como si fuera un insecto entrometido, pero la sonrisa de Parker era auténtica y cálida. —Hola, Lisset. ¿Te estás divirtiendo? Mentí, y asentí con la esperanza de que Parker recordara que le había prometido un baile. Luego sentí que el alma se me caía a los pies al darme cuenta de que el muchacho solo esperaba que ella le dijera qué la traía allí. Me ruborice al advertir que estaba mirando a Parker como quien adora a un dios en silencio. —Tengo... tengo algo que darte — farfullé con voz temblorosa, mientras buscaba en mi bolso—. Bueno... mi padre quiere que te dé esto. — Saque el sobre con las entradas de la ópera y la tarjeta de cumpleaños, pero con tan mala suerte que el collar de perlas se escurrió del bolso y cayó al suelo. Me agaché de inmediato para recogerlo, al mismo tiempo que también lo hacía Parker y sus frentes chocaron con fuerza. Me disculpé y, al incorporarme, el pintalabios de Lisa también cayó al suelo. Uno de los amigos de Parker, se inclinó para recogerlo. —Oye, ¿por qué no vacías tu bolso y así lo recogemos todo de una sola vez? — bromeó el chico que había recogido el labial. Su aliento olía a alcohol. Advertí horrorizada las risas disimuladas de los alumnos de la señorita Eppingham. Prácticamente le tiré el sobre a Parker, y metí a toda prisa en el bolso las perlas y el pintalabios. Luego me volví, conteniendo las lágrimas y con el propósito de emprender una ignominiosa retirada. Entonces Parker se acordó finalmente del baile que me había prometido. —¿Qué hay del baile que me prometiste? — preguntó con amabilidad. Me volvió con la mirada encendida. —Oh, lo había... olvidado. ¿Quieres? ¿Deseas bailar? —Es la mejor oferta que me han hecho en toda la noche — aseguró el muchacho con galantería. En aquel momento la orquesta atacaba los compases de Uncondicionally, de Katy Perry. Me se dejé guiar por Parker y sentí que mi sueño se hacía realidad. Bajo la punta de mis dedos sentía la suave textura del esmoquin negro de Parker y la sólida firmeza de su espalda. El chico usaba una colonia maravillosa. ¡Y qué bien bailaba! Me sentía tan perdidamente abrumada que exprese mi pensamiento en voz alta. —Eres un bailarín maravilloso. —Gracias. —Y estás muy guapo con este esmoquin. Parker esbozó una suave sonrisa, y eché la cabeza atrás. —También tú estás muy bonita — susurró el muchacho. El rubor de mis m

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