Él sanó su corazón quebrantado y brillante
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Su brillante e ingenua Eloísa. Ano
amiga, me enseñó las fotos
destinado a salvar a su prometida moribunda. Pero entonces escuché
nes -les dijo a sus amigos
chantaje para forzarme a entrar en el quirófano. Yo no er
lada. Subestimó a su «peq
í mi muerte
revistas científicas. Y él está a punto de descubrir que la mujer a la que int
ítu
ísa
ísa. Anoche, me abrazó y me llamó su futuro. Hoy, su hermana,
ta. Como ingeniera biomédica, mi mundo era un entorno preciso y controlado de bioimpresoras, hidrogeles y la tentadora promesa de crear vida desde cero. Vivía en
na variable caótica e impredec
gran y desbordante capricho se
sgo que supuestamente financiaba mi investigación, el carismático hermano mayor de mi mejor amiga, el hombre cu
nstalándose profundamente en mis huesos. El último lote de prototipos de riñón había mo
fin re
encima. Ana Ballesteros, mi mejor amiga y el nexo invol
azos pegados a los costad
soledad del laboratorio, retrocedió a
ogré decir, dándole palmad
do, sin una pizca de ofensa
ionada de verte. Has estado enterrad
ije, dejando mis llaves en el cuenco de cer
te con la mano, sus ded
bamos todos hasta el cuello con la fiesta de
evolvió. Como si el elevador se desplomara en caída libre. El aire en
de comp
a procesarla. Era un fallo en el código
rma en que mi mundo acababa
o los arreglos florales probablemente costaron más que mi co
mi portafolios clavándose en mi hombr
ente vacilando al ver mi cara-. ¿Estás
emblor, un fant
a de compromi
o. Parecía una verdadera princesa. ¿Y el vestido? Un Vera Wang
cesitaba desesperadamente un trasplante de riñón. La mujer que
contrar una escapatoria, una ve
-La pregunta sonó demente incluso mientras la hacía, un intento desespera
o y tintineante que me rasp
allesteros! ¿Quién más? Él y Dalia fina
o» se me atoró en la
de Ana se arrugó con genuina preocup
tí, con la voz hueca-. Solo c
dato final e irrefutable para
Deslizó un par de fotos antes de detenerse
a envuelto posesivamente alrededor de la cintura de Dalia Fernández. Ella estaba deslumbrante con un vestido plateado
en la muñeca de Bernardo. Un Patek Philippe. El que había ahorrado durante dos años p
ara que todo el mundo lo viera: Bernard
uerza. Él, acostado en mi cama, sus d
bello-. Una vez que este proyecto tenga éxito, podr
Todo era
que se extendió por todo mi cuerpo. Sentía la garganta espesa, obs
de Ana era un z
rtándome de ella, del teléfono, de la devast
ra se sentía como la escena de un crimen. Cerré la puerta y giré la cerrad
egó, ahogada, de
para nosotras. Probablemen
bajo. Pensaba que solo estaba cansada. La i
que había estado ahogando finalmente se desgarró de mi pecho. Era un sonido crudo, feo. El sonido de s
ra acostarse con ella, lo suficientemente buena para desarrollar una tecnología que salvara la vida
a que me daba a mí. La misma adoración intensa y enfoca
e eso f
ada «te amo» susurrado, cada promesa de un futuro juntos, todo se repetía en mi mente, ahora cont
ajo el dolor. No sería su tonta. No
lo. Tenía que e
ardo era un hombre de hábitos. Si no estaba en una reunión de la junta o en una recaudación de fondos, estaba e
ario público lo confirmó: «Noche
ome la piel. El dolor era una tormenta, pero mi mente científica ya estaba reafirma
cuenco junto a la puerta, ignorand
a comida
l portazo del departamento detrá
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