Su fría venganza, un amor oculto
ista de Ca
apartamento, agitando una carta en el aire. Se reía,
¡Camila, se
lado, con el rostro
ha ido,
sido pagada! Y ha arreglado un nuevo lu
ntado, representando a un benefactor
su rostro-. ¡Lo sabía! ¡Sabía que todavía te amaba, Camila! ¡Es
o matutino. Mi familia estaba a salvo. El peso de su desespera
de abajo. El chófer, un hombre que no reconocí
vía a mi vida de lujo, para ser apreciada y adorada por un marido que la amaba en secreto. No tení
ón brillante de la Ciudad de México. Se detuvo frente a la entrada
ahora me miraba con una mezcla de lástima y curiosidad. E
abrieron directamente
a mañana. Era alta, esbelta, con el pelo del color del oro hilado y los ojos del color de
lida y genuina que estaba completam
uave y melodiosa-. Soy Astrid Riv
a hostilidad abierta. ¿No estaba celosa? ¿No estaba enojada d
ación. Todo estaba tal como lo había dejado. Mi ropa todavía estaba en
odo se había ido, y sin embargo, aquí estaba. Estaba en casa, pero era una
irvienta me desp
ñor Carranza solicita su
recha. Parecían un rey y una reina. Dudé, sin saber dónde se suponía qu
plato frente a mí. Por costumbre, la costumbre de toda una vida de ser s
ona de Kael, y la mirada de cortés confusión de Astrid. El calor sub
, empujando mi silla hacia atrá
denó Kael, s
edé h
barbilla el
gustaría un
y llené un vaso de cristal con agua, mis movimientos rígid
amila -dijo
evo, mi propio
filete, masticó lentamen
camarones. Camila, pélale
Sabía que mis dedos eran torpes, que siempre hacía un desastre. Solía hacerlo por mí, separando pa
Moví mi silla junto a la de Astrid, tomé el pequeño tenedor de plata y comencé la humillante tare
i lado, tal vez el reinado de terror del rey sería menos severo. ¿Cuánto duraría esto? ¿Un mes? ¿Un año? Segur
rrojó su serville
dido el
de la habitación si
trid, des
e alg
ecto indescifrable. Una pequeña y eni
lo
con la
lo he e
vino a mi
ma, fingiendo estar dormida. Lo oí moverse por la
-dije, mi voz ahogada por la
e decir. Durante tres años, él hab
mi lado. Una risa baja y
endo nuestro antiguo arr
da, su cuerpo enjaulándome.
qué, mi voz delg
gruñó, sus labios rozando mi oreja-
apartando la cara-. Es
sus ojos se volvieron duros y fríos.
a? ¿Es eso lo que quieres,
rganta. Cualquier cosa para que esto se de
siva, un hombre que había afilado su resentimiento hasta convertirlo en un borde afilado durante tres largos años. El erudito gentil y to
rovistas de cualquier ternura. Fue una violació
ntre el sueño y la vigilia, lo oí susurrar. Fue un sonido
la? ¿Por qué te