Donde Todo Comenzo
nidos habituales: niños jugando, el silbido de un vendedor ambulante y el ladrido ocasional de un perro. Pero en la esquina más apartada, ju
camisa un poco grande le daban un aire despreocupado que contrastaba con la seriedad de sus pensamientos. A su lado estaba A
ella de repente, rompiendo el silencio q
as manos. Le gustaba leer bajo ese árbol, aunque
tó, parpadeando como si vo
l... ¿Cómo será? -Ana se abrazó las rodillas y miró al h
nsó por u
Lleno de cosas nuevas, de
ó una ri
creo que debe ser diferente,
e gustaba escucharla hablar, inclus
os mangos maduros que todavía colgaban de las ramas. Rodó
ntre sus manos-. A veces siento que este árb
ntó una cej
? ¿Qué pod
a. Que siempre peleamos por quién se queda con los mangos más dulces. Y sabe que...
tió Martín, incli
te a los ojos, algo qu
algún día, y yo me
l aire como una hoja que cae lentament
-preguntó, su tono má
da, volviendo a ce
e cosas que quieres hacer. Y yo... yo no sé si teng
lado y se sentó frente a e
Tú eres más especial que
pero su ris
porque so
e, y... -Martín dudó por un instante antes de continuar
orprendida. Martín rara
es eso? -pregun
tió con
ro q
vez no era incómodo. Era como si algo invi
rtín se levantó y exte
ero mostr
aro en el terreno baldío, no muy lejos del árbol. Allí, el suelo estaba cubierto d
-preguntó Ana
unos días. Pensé
como si no pudiera creer que algo t
moso -s
lo y nerviosismo. Había estado planeando
me prometas algo
prendida por el c
ué
como si estuvier
ste lugar. Y que, cuando sea el momento, ve
ió el ceñ
ices eso? ¿
, pero tampoco sabía cómo explicarle que
omételo
atando de descifrar lo que pasaba
o pro
onrió, a
meto algo. Pase lo que pase,
ba. Había algo en su voz, en la form
lirlo, Martín -di
o. Sellaron la promesa con ese gesto infan
s. Bajo la luz de la luna, el árbol de mango parecía más imp
años d
de autobuses del barrio, su maleta a un lado. Había conseguido una beca para estudiar ingeniería en un
r sus mejillas. Tenía dieciocho años y acababa de terminar la preparatoria. La idea d
irme -dijo ella, ro
"hasta luego" -respondió Martín, tratando d
mirada, pero
do su rostro entre sus manos
repetido tantas veces en su mente que se había
rta cuánto tiempo pase, ni dó
escapar las lágrimas
Si no vuelves, te ju
o. Cuando subió al autobús, miró por la ve