El secreto de las bestias
aria. Marian no paraba de reunirse con los líde
ituación inquietante, pero cada segundo que pasaba en ese lugar sentía una poderosa n
sonido del mar la atraía
gadas después de reorganizar la mercancía, para apilarlas en la trastienda, pero al divisar a través de los
la obligó a mantener la
s y largos hasta los hombros, se ba
. Jamás se había sentido atraída por tipos de anatomía musculosa, pe
xpectativa. Él caminaba con la cabeza gacha, por eso, ella no podía verle el rostro, p
negros en ella, Rebeca quedó inmóvil. Aquella mirada la
n el río días atrás, quien al parecer
ionar y apartar la mirada de él, dirigiéndos
illa de la puerta, lo que propulsó
la blusa y se peinó los cabellos con las manos.
parado frente al mostrador, con una mirada a
hombros anchos y brazos fibrosos, tapaban po
acciones indígenas e italianas, que le daba un
on inseguridad. Sentía un nudo atado
nto de silencio, e
ndió. Su voz gruesa y vibran
os para controlar el nerviosismo
dará unas hor
ra, que la hizo sentirse como una pequeña y solit
a carpeta sobre el mostrador antes de retroc
estaba hipnotizada, no contaba con la volu
ue se marchaba el
sin considerar que el mostrador se interponía en
e el sujeto detenía sus pasos, ella se tranquilizó. Necesitaba saber algo de él. Aquel desco
l hombre se relajó. Él respiró hondo
strador de la sociedad. Es la relación de las ventas del cacao durante e
a volvió a angustiarse. Odiaba que él supiera quien er
nija de la puerta-. Aún no sé tu nombre -insistió sin dejar de detallar la e
pondió sin darle la ca
l hombre subió al auto y los vidrios polar
en el pecho y un cúmulo de sens
abía visto aquella tarde en el río, pero
a tienda y sin apartar su atención apoyó los codos en el
de misterio, pero aquello le resultaba atrayente. Anh
orzándose por rememorar su infa
a su mente eran del momento en q
gidos y los disparos, así como una débil voz qu
que la mantuvo bajo la mesa durante la masacre, «yo cui
su mirada! -exclamó y se irguió por el impacto del descubrimiento-. ¡E
y la escondió durante la matanza que no solo acabó con la existencia de su
había salv
sin poder creerse aquello. Su
o detalle: la mirada ensangrentada que él le dedicó en
uerpo, se llevó las manos al pecho y ob