La Tierra de lo Inimaginablemente Posible
elocidad de la luz! ¡La Tierra de Todo lo In
n un sombrero caqui paseaba con su perro alrededor de la fuente y en la única banca del lugar, un
ieros o esperado para su primer encuentro; sólo había gente común. La pareja de corredores lo obligó a moverse de la ciclo vía. Al acercarse a la fuente, e
to? ¿Qué tal que era el lugar incorrecto, se equivocó de parque? Fue al otro extremo del parque, pero no había más que una única banca en la cual estaba el viejo. No podía llamarles, ¿y sí no le daban otra oportunidad por haber faltado a
velocidad de la luz! ¡La Tierra de Todo lo
n un sombrero caqui paseaba con su perro alrededor de la fuente y en la única banca del lugar, un
ieros o esperado para su primer encuentro; sólo había gente común. La pareja de corredores lo obligó a moverse de la ciclo vía. Al acercarse a la fuente, e
to? ¿Qué tal que era el lugar incorrecto, se equivocó de parque? Fue al otro extremo del parque, pero no había más que una única banca en la cual estaba el viejo. No podía llamarles, ¿y sí no le daban otra oportunidad por haber faltado a
, un sonido obtenido sólo a través del desgaste de las cuerdas vo
se tratara de un viejo, que sup
r saber más de ese viejo, se sentó. Su cuerpo magullado seguía reclamando ante los pequeños movimientos.
oco golpead
s lo sabemos. ― ¿Estará adivinando,
buscaba con él. ― Yo... estoy esperando por alguien, de hecho. ― La pareja de corredores pasó a su la
podría tratarse de su contacto. ― Hablemos de tu costumbre de acabar last
ugué brusco con unos amigos. ― Minti
nuevos amigos, como... nosotros. ― Lo miró de reojo co
las palomas? ― Este viejo le tomaba el
s se acercaron para comer de ese maná caído de la arrugada mano. ― Casi perdemos a
e importar unas
odos lados, desde los andenes del subterráneo, hasta el rasc
¿No sería genial
pida paloma?! ― Cruzó los bra
rias décadas. ― Obsérvalas bien, no tienen dignidad, ni lealtad, aceptan agradecidas las migajas de mi mano
pan, ― Es pan, simple pan y ni siquiera es bueno, es rancio y duro, pero esto me vuelve indispensable para ellas y nosotros te ha
y se asomó dentro pensando que ahí estaría s
e mostró la evidencia de alguien que ha visto la formación de una estrella y la destrucción de la misma. ― Nuestro producto es c
ado por primera vez le remarcó e
Jorge le pareció extraño que hablara en
se producto me v
puede entrar y quién no. Serás el cadenero del reino que hemos creado y podrás decidir el destino de los demás, como otros decidieron por t
uiénes son?! ¡¿Có
jemplo de ellos. ― ¿Cómo sabían lo del bate? ― Ya verás, cómo las cosas mejorarán. ― ¿Mejorarán? Ni q
n decirme
des. ― Le palmeó el muslo com
rlo, suena demasiado
― ¿Hasta cuando quieres ser la victima? Hagamos esto. Te mostraremos lo efectivo de nuestros métodos y en la mañana nos informas de tu decisión, ¿te parece? ― Sin espera
s, desde que su madre fue encarcelada. No esperaba a nadie, y seguro no era una visita del gobierno. Abrió
ular. Los múltiples moretones oscurecían más su piel morena. Le faltaban mechones de
resultó evidente que el sujeto se había lacerado y magullado el cuerpo, como si
orge se compadeció de él. Ni dijo, ni hizo nada, dio media vuelta y regresó por donde vino, como si sólo hubiera ido a entregar un mensaje y su cuerpo fuera la carta y las heridas la
, un sonido obtenido sólo a través del desgaste de las cuerdas vo
se tratara de un viejo, que sup
r saber más de ese viejo, se sentó. Su cuerpo magullado seguía reclamando ante los pequeños movimientos.
oco golpead
s lo sabemos. ― ¿Estará adivinando,
buscaba con él. ― Yo... estoy esperando por alguien, de hecho. ― La pareja de corredores pasó a su la
podría tratarse de su contacto. ― Hablemos de tu costumbre de acabar last
ugué brusco con unos amigos. ― Minti
nuevos amigos, como... nosotros. ― Lo miró de reojo co
las palomas? ― Este viejo le tomaba el
s se acercaron para comer de ese maná caído de la arrugada mano. ― Casi perdemos a
e importar unas
odos lados, desde los andenes del subterráneo, hasta el rasc
¿No sería genial
pida paloma?! ― Cruzó los bra
rias décadas. ― Obsérvalas bien, no tienen dignidad, ni lealtad, aceptan agradecidas las migajas de mi mano
pan, ― Es pan, simple pan y ni siquiera es bueno, es rancio y duro, pero esto me vuelve indispensable para ellas y nosotros te ha
y se asomó dentro pensando que ahí estaría s
e mostró la evidencia de alguien que ha visto la formación de una estrella y la destrucción de la misma. ― Nuestro producto es c
ado por primera vez le remarcó e
Jorge le pareció extraño que hablara en
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puede entrar y quién no. Serás el cadenero del reino que hemos creado y podrás decidir el destino de los demás, como otros decidieron por t
uiénes son?! ¡¿Có
jemplo de ellos. ― ¿Cómo sabían lo del bate? ― Ya verás, cómo las cosas mejorarán. ― ¿Mejorarán? Ni q
n decirme
des. ― Le palmeó el muslo com
rlo, suena demasiado
― ¿Hasta cuando quieres ser la victima? Hagamos esto. Te mostraremos lo efectivo de nuestros métodos y en la mañana nos informas de tu decisión, ¿te parece? ― Sin espera
s, desde que su madre fue encarcelada. No esperaba a nadie, y seguro no era una visita del gobierno. Abrió
ar. Los múltiples moretones oscurecían más su piel morena. Le faltaban mechones de c
resultó evidente que el sujeto se había lacerado y magullado el cuerpo, como si
orge se compadeció de él. Ni dijo, ni hizo nada, dio media vuelta y regresó por donde vino, como si sólo hubiera ido a entregar un mensaje y su cuerpo fuera la carta y las heridas la