La situación se encuentra en estado de desequilibrio… se intensifican las decisiones. Las memorias me producen tristeza, demonios que atormentan mi memoria, de la vida que siempre he deseado, la sensación agridulce y los látigos de la indiferencia.
La sonrisa se fue, hoy solo se encuentra la gélida neblina que se acomoda en los huesos, en cada neurona, en cada terminación nerviosa.
Tener que elegir entre dos amores que, aunque sean distintos, duelen, arden y despellejan… dejar a mi madre atrás para seguir de la mano del que ahora es mi esposo, resulta más doloroso que la fibromialgia que superé… siento que el aire no entra en mis pulmones. La incredulidad y el miedo no me permiten ver con claridad.
Aunque me resulta difícil dejar atrás lo que poseo, también me resulta doloroso atar los sueños de mi esposo sin siquiera brindarle una oportunidad de demostrarme que en muchas ocasiones existe un mundo mejor.
Sí, ¿quién soy? ¿Qué es lo que quiero? ¿A dónde me dirijo? Se trata de interrogantes a las cuales nunca he brindado respuesta, aunque perseveraré en responderlas.
¿Cuál es mi identidad?: una niña temerosa que anhelaba ser protegida y amada. Una mujer que aún tiene muchos demonios enjaulados, ocultos en los recovecos de su alma, y que grita por abandonar el lugar, a veces desearía que la niña herida se expresara y dejara respirar sus heridas, quizás así me libraría del peso que llevo sobre mis espaldas.