Mi mejor amigo, mi obsesión.
ía miedo y hasta vergüenza de revisar las pertenencias de su madre. Sin embargo, lo que lo inquietaba era que, tras aquella confesión, cuando Denise lo había mirado a los ojos y luego
z sentía que era alguien
servaba el techo de su habitación, sin siquiera entender
había cambiado, pero no podía evitar sentir que había algo má
tando en seco el flujo de sus pensamientos-. Ni siquiera
irse con tantos pensamientos rondando su mente y, men
do nada y necesitaba remediarlo. Debía terminar con el engarce de rubíes que había dejado olvidado y continuar con una de las entregas de Adam Warren; no porque este tuviera prioridad, sino porque
el trabajo había ido en aumento, al punto en el que había terminado pidiéndole Byrne que le enseñara aquel curioso oficio. Por eso, cuando Liam había decidido estudiar administración de empresas, Byrne no lo había podido creer y, de inmediato, se habí
la tarde, y lo llevó hasta el escritorio, para luego tomar una pieza de oro blanco para fundir. Sin embargo, antes de co
gota, miró su móvil. Eran las cuatro de la mañana, por lo q
y clasificar las pertenencias de Nahomí. Tragó saliva, consciente de que debía hacerlo. Que lo aplazara no le aseguraba que fuese a dolerle menos. Además, no quería hacerlo en soledad, y, para ello, ¿qué mejor compañe
con fuerza. Bebió un sorbo de café, a través de la pequeña boquilla de la tapa, en tanto se apoyaba contra la encimera, pensativo. Inspiró pr
, se colocó los audífonos, seleccionó su lista de reproduc
náuseas. Tragó saliva e inspiró profundo en un vano intento por calmar aquella creciente ansiedad. Odiaba sentirse así: tan pequeña. Las imágenes de
trado en la cama, había comenzado a reproducirse en su mente en un bucle imparable, torturándola y
del minibar que se encontraba en la sala. Sin embargo, en el momento en el que se disp
e permitían dormir, pero estas serían reemplazadas por otras que tampoco le hacían bien
en el control aeroportuario. Dejó el libro de portada azul sobre la cama y abrió la caja de idéntico color, de cuyo interior tomó una diminuta píldo
r la cabeza, pudiese ver el sol a través de la ventana que se encontraba frente a él. El trabajo y la música lo h
uego con el dije que Adam le había entregado como muestra. Aún le faltaba pulirlo, pero eso podía esperar; todavía estaba a tiempo para la en
una a una. Sí, definitivamente necesitaba estirarse, beber un café y, quizás, comer alguna de las facturas que el día anterior había comprado para Denise. Se sentía
o «we're live in the yellow submarine», guardó su móvil en el bolsi