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Desatar a la bestia

Desatar a la bestia

Autor: guangyue
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Capítulo 1 1

Palabras:4700    |    Actualizado en: 08/02/2023

ítu

o una de

ho. Debía armarse de serenidad para no levantar sospechas al cruzar el umbral y esperar con paciencia a que él terminara de hablar p

do... sabiendo que ella lo estaba viendo y se imaginaba esas mismas manos recorriendo lugares prohibidos. Le gustaba cómo la camisa remangada se ceñía a sus músculos y cómo el último botón, rebelde como sus mechones caoba, mostraba un pecho laureado con fino vello. Le gustaba el modo en que se humede

en comparación con el magnífico ejemplar de hombre que le dedicaba una mirada abrasadora. Lucía pantalones estilo 20’s con sus respectivos tirantes cruzados a la espalda. No vestía como las normas dictaban. Él no podía segu

anda? —preguntó en cuanto es

a garganta atascada. Había algo en él que le hacía salivar, porque no era el más guapo de los hombres. Debían ser sus ojos amarillos o el modo en que se le ondulaba el pelo para insinuar una caricia a las orejas. O su cuerpo esbelto y estilizado. Lea no podía quitarle el ojo de encima

ompleto. Aunque no hizo eso. En su lugar, levantó la barbilla femenina con un dedo. Esa mirada de superioridad con la que la aguijoneó desde el primer día la puso

l se la cerró poniendo un dedo entre sus labios. Descendió desde allí, haciéndol

las puertas

a de sus pechos y él también. Los veneraba, estaba loco por ellos. Ese día no le dedicó menos atención de la

as caderas hacia él, pidiendo un trato más brutal, que él

.. S

sobre la areola. Lea se mordió el labio para no gritar y pronunció

de la falda. Una mirada ardiente bastó

folla

lea Leone Velour! —gr

pe, dejando a Jesse sin acabar la faena. Puso cinco manuales sobre él, reunió todos los ro

ra cometido un delito. No pasaba nada, ¿verdad? Simplemente su compañera de piso —que aún estaba buscando su coronilla rubia entre los cubículos de los adjuntos— la hab

o juzgarla si hubiera echado un vistazo a su documento privado. Y si se atrevía a hace

dió, haciendo tintinear las tropecientas pulseras tipo cad

debía revelar su p

Automáticamente se sintió culpable, porque sabía lo que significaba su precipitada entrada —por la que tendría que pagar diez meses de m

o, sin dejar de abrazar los manuales de dos mil páginas en

apoyo—. Es la tercera vez en esta semana, y estamos a miércoles. ¿No tienes nada que decirme? Porque es un poco sospechoso que te dejes la comida que preparo para ti, te largu

laro, me estoy victimizand

le que hubiese admitido sus intenciones y

estaba preparada para afrontar un semipermanente cambio de imagen, ya que se arrepentiría porque era demasiado inestable para tomar decisiones a la larga —eso también lo aseguraba ella, Lea no tenía nada que ver con dicha descripción—; la que tenía diez estilos distintos porque aún no se

a preparada para af

, de nue

as claras sobre lo que quería hacer con su pelo. O con sus agujeros. Pero lamentablemente nada ni nadie podía quitarle la razón a su compañera de piso, que como toda buena «zorra con de

tenido ganas de comer. Hay un estudio científico que asegura que, cuanto más trabajas, menos hambre tienes. Entiendo que como tú llevas en paro desde que saliste de la universidad estás dispuesta a desvalijar la des

antes de sucumbir

verdad. Y aunque mintiese, Shan no la contradiría porque estaba

por el

cruzados sobre el muro de metro

estás siendo, ¿p

e eso. Unas... diec

veinticuatro

Apenas hace veinticinco minutos desde que ha empezado la jornada y ya estás enterrada en trabajo. —Señaló el montón de

para que pueda permitirme escribir novelas erótic

o estás de ser la que lleva el papeleo y los cafés. Ese tal Miranda te trata como si fueras su secretaria, no su abogada adjunta, y me parece

unció

o sab

está a mi servicio y soy la mejor hacker de toda Florida. Y tercero... No sé si entiendes la moraleja. Un tío mucho

alidad, era ambición. Y, a veces, la ambición conseguía que pareciese inteligente y talentosa, lo suficiente para ser considerada

s mandamases del bufete. Y era cierto que trabajando para Jesse, que le encargaba la jurisprudencia como a los ayudantes sin des

rdido menos casos de todos los que trabajaban en la oficina. También porque fue el que le hizo la entrevista y le dio la oportunidad de emplearse

cias similares. A Sandoval llegó a tenerla en el bote, pero esta se dio de baja y perdió su oportunidad. Y Miranda insistía en tratarla como si en la universidad le hubieran enseñado a colorear sin sa

él tiene superada la parte importante. Utiliza tu querido ordenador para husmear en su lista de casos y verás que tengo razón. Solo ha perdido los juicios que maneja e

trabajo. Este sitio es la leche. Pero cr

trevista está buenísimo y parecía serio. Te alegras las vistas y encima

ción que yo habría he

e lo pide a un junior aleatorio. Además de que Miranda me necesita —declaró, sin ningún org

e todos los misóginos necesitan —pronun

erd

se siente amenazado por tu cerebro de Megamind. Te recluye en este cubículo firmando patentes y emancipaciones, documentos de lo

lde. Sé que

osprecie. Llevas trabajando para él un año y medio y sigues yendo a por sus cafés

oz, te lo agrade

o—. Me la da hasta a mí, y no debería porque

arlo muy mal viendo Netfl

una mierda, pero lo es porque yo lo he elegido, así

o con un movimiento airado. La abrió y sacó el plátano—. ¿Que le pon

ida. Lea imaginó que se refería al despacho de Miranda. La mujer no tenía la culpa de haber suspendido el test de

ando mantener la calma. Peló la fruta con movimientos bruscos y le dio un mordisc

ajo y también tu tiempo libre (porque te recuerdo que no te deja marcharte hasta que se cansa de que seas su es

no hubiera veintidós grados allí fuera—. A lo que había venido: me da igual lo ocupada que estés. Más te vale no dejar de comer. La comida es

sa. Segundo: hablar tan a la lige

r es problemático —corrigió. Sacudió la m

ement Day —pronunci

s fuerza sus manuales, masticar y tragar el t

e ellos, diles: “Sayonara, baby”» —citó el recién llegado—. Me extraña que esa parte de Terminator no sea un versículo de la Biblia, y lo dice un tío que no es especialmente fanático de Schwarzenegger. El Conan bárbaro de Jaso

lefónico? ¿Ambos? A Shan se le quedó

z como a otras tantas. Le pareció un buitre de primera serie —por eso de ir buscando cualquier carroña— y el

as superficialidades del mundo. La diferencia con respecto al primer día era que su aspecto físico había ido calando poco a poco en ella y ahor

ando le caía como una patada en el culo. Era la definición del amor-odio, solo que no lo odiaba tanto ni tampoco lo quería una pizca, solo era in

la mej

er en la cara de Shan que estaba pensan

suficientemente guapa, ni llevaba unos shorts a medio cachete, así que no podía llamar su atención—. Pedir el número de alguien y abordarlo de esa maner

ara hacer un cumpli

pos. El noventa por ciento de ellos lo hacen muy mal, el ochenta y tres no se ba

salen esos

si te arreglaras el pelo o te hicieras una cresta del todo, pero sí lo bastante atractivo para entrar en la nor

bía que «Sayonara, b

son lo peor. Termino con un conse

o más y se marchó, llevándose unas c

inó Jesse, con las manos en los bolsi

go

The Horseman, porque parece u

a sabes, vienés con toda la glucosa que sea necesaria para c

padeó u

ya e

ara ti, te lo paso. —Dio un par de golpecitos con los nudillos sobre el borde del muro y

on la que no se sentía en absoluto identificada. Lea era introvertida y callada porque valoraba el arte de la conversación, no vergonzosa, pero con él parecía todo lo contrario. Alguna que

dio cuenta de ninguna de las dos cosas. Nunca la miraba do

le un escáner completo durante su p

r los muslos cada vez que lo tenía delante. De nuevo incomprensible, porque solo de pensar que su aventura de toda la mañana

habían vuelto locas alguna vez por el hombre que menos

emenina de un divorcio cuando era un salido de padre y muy señor mío que ni mientras trabajaba trataba a las mujeres como algo mejor que su producto de consumo. Ella se merecía la mayorí

apropiad

lamado «Sin-título-1», y se tomó un segundo para respirar. Acabó devolviendo la vista a la cáscara amarillenta. Dios, era tan fe

la falda de rayas

eslumbrar a nadie. Y aun así, lo conseguía, pero con quien no le interesaba: el bibliotecario que man

es eran a

orque necesitaba

no podía hacer vida social. En una ciu

dor pedir horas libres. Pero seguía teniendo sus necesidades, y llevaba sin acostarse con alguien tanto tiempo que empezab

o, Lea. El

nguna mentira. Ella misma se sentía una esclava. Infravalorada. A vec

de alabanza. Había algo que le molestaba de ella, y no tenía ni idea de qué era. Siendo misógino e imbécil, tal vez tuviera que ver con su apariencia física. No sería el prime

os a la pared, o ahogar sus penas en comida basura, la causante de que pesara diez kilos más de lo que recomendaba su Índice de Mas

jefe. Él la necesitaba, estaba convencida. Si le pedía un aumento o un puesto de mayor responsabilidad se lo daría. Le h

ué se negaría

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