ADICTA A LO PROHIBIDO
ndo su presencia , pero no logré verlo. Estab
ia donde se supone que se había t
que volviese a s
cho de un hombre por el tipo d
llegado a un nivel nada tolerable. Sabía perfectamente que existían cámaras puestas por todo el edificio. Me seducía la horrible idea que alguien lo viese. Que se diese cu
e arregl
piso y en menos de un minuto ya e
entaba una pérdida hacia mi misma, hacia mi desesperació
igual de participativo. Justo como indicaba la foto, se encontraba la
encia. Entonces los neumáticos de un taxi chillaron pasando a un distancia más
curso hacia donde quería. Pero no, como una tonta, porque así lo er
. Era cierto que me tenía en la palma de su mano. Cada semáforo, cada alto, incluso, cada negligent
si hubiese pinchado un neum
a de bares, restaurantes y sitios de diversión. Por un momento lo perdí, así que estuve dando vueltas.
desvío nuevamente y tomó una ruta hacia el parque de las rosas naranjas. No era muy concurrido.
raba impaciente sin saber qué hacer o qué decir sujetando el volante. Tomé nuevamente
el asiento del copiloto, no fue hasta cuando estuve junto en la puerta que puede notar que no había nadie. La abrí es
n 5
entender absolutamente na
de golpecitos antes de agregar algo más -Dice que son 50,89. L
se ha eq
ntí con la cabeza -me dijeron que si llegaba aq
pero e
vo, puede pagar con
llete de a 100 y se lo di esperando que, lue
e con e
he hecho -comentó al tomar el billete
o cuando el taxi se perdió de mi vista. La bocina de mi automóvil emp
udi con la puerta abierta tapando parte de su torso
con cada paso. Estaba furios
saber qué m
o tener lugar a donde ir. Su pecho dejaban un pequeño canal entre ambos pectorales que te llevaba a una tierra llena de rápidos como lo era su abdomen definidos. Su miembro e
reaccionar. Rápidamente me coloqué de perfil llevando
lo tuve a centímetros de mí -. No debiste ir a mi trabajo -logré decir. Mi pecho aspiraba todo el aire suficiente como para vivir por cient
a decirme que no debía
frío de la noche se disipara. N
ome atada a él. La presión que sentía más que asustarme me hacía
esto, Luke. Ya lo
omo un depredador que disfruta del aroma de su presa antes de desgarrarla para devorar co
ía de mi perfume. Mis ojos pertenecían cerrados y mi cuello se ponía de
probó por primera vez
odo lo posible por mantener la posición -. Tod
a danza. Su lengua ya había visitado la nuca. Incluso en ese momento, sentía la hum
de mi entre piernas que, al mover mis muslos, la suavidad y la humedad en ello mandaba al demonio cualquiera d
nces
esea -llevó sus dientes al lóbulo de mi oreja -No hay nada más perfect
las últimas defensas. Como un kamik
lanzó al asiento del conductor. Me puso de frente a él. Incluso con mis tacones, el me llevaba al menos unos veinte centímetros de
r debajo del tallo. Empecé a masajearlo. Increíblemente, su cuerpo emitía un calor impresion
piel ardiendo. Le regalé un par de besitos más antes de separarme. Lo miré con deseo, proc
etros de nosotros, un hombre se postró en unos de los árboles para orinar. Se tambalea
etenía. El hombre miró hacia el automóvil. Parecía más sor
tanta rapidez. Me tiró hacía él dejand
su pecho bombeaba tanto que le tomó
a un semental varios años menor que yo, fue el momento en el que todo