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Una Sumisa Para El CEO

Capítulo 4 Desesperación

Palabras:2092    |    Actualizado en: 09/01/2023

no era un hombre tan malo, era sonriente cuando estaba cerca de una de sus sumisas y le gustaba estar al mando, daba todo lo que podía, desde dinero a casas y joyas desde que ellas le dieran

casarse no estaba en sus planes

le faltara algo, algo que encontró en otro hombre y se fue con él. Por esa razón, una relación no estaba en sus planes y no correría el riesgo de enamorarse de nadie. Esto incluía, infelizmente, la lista de sumisas, que eran suyas por las mañanas

e dos semanas sin mirar atrás. ¿Corrió de allí como si fuera una plaga, era algún tipo de plaga? Si lo fuer

empresa de publicaciones Santiago de Seant, solo asumía el cargo de líder cuando su padre viajaba a otras ciudades, cuando estaba presente, él prefería trabajar en casa para no tener estrés y lo mejor de todo, Tendrías más tiempo para tus fantasías sexuales.

ver el rostro de aquella mujer una vez más, él la haría quedarse, de alguna manera tendría qu

r el documento en tu mano - ¿No crees qu

ó de ti. - Puso los ojos en blanco - Voy a seguir buscando a alguien para estar contigo, pero sig

diota - dio la espalda a la secret

puedes estar, así que..

io la espalda. La mujer entendió

reció más cuando se acordó de la niña. Ni siquiera había creído que una simple mujer hubiera ignorado l

ucho menos sufrir más. La enfermedad lo atacaba cada vez más, y ella necesitaba p

que no necesitara quitarse la ropa, pero nada estaba abierto en el mercado. La facultad de medicina había sido cerra

tado en la cama y tiró del medicamento diario inyectando en el tubo que estaba directamente conectado a la vena de Mauricio, Se aplicó al ver a

lla. Mel sólo confirmó con la

lia. No quiero perderlo de ninguna manera. No es por falta de esfuerzo, llevo meses buscando un empleo

o. Él necesita la cirugía con urgencia. Ya presenté una solicitud para tu hermano, pero hasta

o. - Tengo que irme ahora. - se levantó

uscaría más empleo, no podía quedarse de brazos cruzados, pero antes, iría a cas

ecía y él estaba loco. Quería sexo, y podía encontrar otra sí, pero no pondría su polla en cualquier lugar. Mirella no había encontra

Mel y su vida pobre. Intrigado él comenzó a leer. Ella tenía veinticinco años, soltera, y huérfana de padre y madre. Vivía en el cubículo por lo que él leyó en la dirección

as la izquierda masajeaba la barba sin afeitar. Algo en esa dulce cara le hizo imaginar cosas obsc

rada en la rubia de tetas grandes y volvió poniendo las manos e

a vestido. El pelo demasiado rojo, dejando al hombre con dolor de cabeza. La cara

ó dando l

cruzando los brazos y Mirella golpeó el pie, llamando la atención de su jef

en esta maldita ciudad dormiría contigo por menos de

ó profundamente sin saber cómo explicarse de verdad y siendo sincero, no tenía que explicar

Ella se fue. - tocó la herida y él sólo se

tonces? - Mirella puso

almara, aunque e

m de la niña. Mel Costa de Albuquerque estaba bien en la cima. No tenía experiencia en casi nada, y había cerrado la universidad. Había solamente un

pués de oír dos golpes

fuente de encontrar personas. - Lo siento mucho, pero no creo que quiera ir donde

traje y arreglaste la camisa roja que llevabas. Cogió su cartera y su te

el edificio pequeño y con fugas era mucho peor. Se detuvieron frente a este edificio de apartamentos, atrayendo la

ndo directamente a la puerta del edificio, ella saldría, o entraría en cualquier momento y él

te, es mej

en la cara, ella cruzó la calle y pasó cerca del coche oscuro sin siquiera mirarlo. Se detuvo en la parada de autobús al lado del coche y miró en la dirección

entendía por qué. Cuando el autobús se detuvo d

alabra autobús en su vida, creía que era co

do la salida de su pelirroja, y casi media hora después se bajó del autobús con la sonrisa en la cara. Cruzó

ó de lado, no era posible que ella hubiera cambiado s

vuelta. Vam

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