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El reino de las mariposas

Capítulo 5 El festival

Palabras:1402    |    Actualizado en: 07/01/2023

este reino- expresó Dalia

ca, cada vez que viajábamos a un nuevo lugar ella siempre repetía las

egresar ahora precisamente, es otoño y s

para trabajar en los sembradíos, pero al comenzar el otoño cuando termina la temporada de labranza, los niños débiles mueren

zo del atardecer en donde todos se embriagan y justo cuando el s

mbiente, pero los que celebran, no les molesta el olor

, en realidad Dalia debía ir ese año, pero Tobías le había contado su horrible experiencia y en esa ocasión Dalia se negó a asistir, tenía miedo, yo también lo tenía, pero si se atrevía a negarse a una orden de la señora, podía recibir un severo ca

arpa donde se encendía velas y se esparcían perfumes aromáticos para mitigar el olor, mientras que los esclavos observábamos el evento hasta q

año- expresé tratando de reconfortarla- per

ue intentaba lustrar- debo ser fuerte, Peter y tú no

pieza que tenía en las manos- pero tu corazón a veces flaquea cuand

e tema- aunque sigo pensando que tal vez vivir aquí sería menos caótico para esclavos como n

una vez que regresáramos, era bueno para ella- la capital de Vlinder es muy bella, las

para alimentarlas, pero no he podido salir para confirmarlo, ¿No crees q

reímos, pero no nos dimos cuenta de que la señor

es suficiente el trabajo que tienen para mantenerlas calladas? Seguramente re

ntentábamos darles brillo, nos levantamos del suelo y

señora. Merecemos un castigo,

petir palabras que halagaran a mi comprador y en cierta forma, esas palabras me habían salvado la vida en varias ocasiones, incluso después d

s libre y soberano, pero lo que más le complacía era denigrarnos lo más bajo posible.- lo mer

su rostro dictaba la molestia que le generaba acudir al palacio Morp

d, provocando y ella diera

mi s

que giren a verme en el palacio y piensen que no soy lo sufici

abeza agachada, esperando el momento en que la señora decidiera dejarme ir, pero no lo hizo, se mantuvo cerca observándome. Fue hacia la pequeña mesa de madera que estaba fr

de los cajones qué utilizábamos para secarnos y vol

señora- logró decir Da

temperatura del agua? Llevátela de aquí y

mi s

esclavos se encontraban en el sótano, donde nadie pudiera percibir la inmundicia que un esclav

omento del día en el que podíamos conversar sin el temor de ser reprendidas, pero debid

a la gran maravilla, pero en algún momento te acostumbras

guida los efectos del jabón rustico que nuestra dueña nos otorgaba. Mi piel es

erfectamente cómo me sentía pero la molestia sólo duraría unos cuantos minutos mientras

ría notar enseguida. En el interior del vestido Peter había cosido algo de tul para abultar la falda y del lado derecho del brazo, justo en el lugar en la abertura donde se sitúa mi marc

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