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La Reina de la Mafia "El regreso de Camile"

La Reina de la Mafia "El regreso de Camile"

Autor: ANKH
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Capítulo 1 La muerte de Piero

Palabras:2284    |    Actualizado en: 02/10/2022

solo tomé decis

mi

chos considerarlo un milagro, pero las mujeres como yo, no creemos en

atraída por los dos. Mass es el tipo de hombre cariñoso y afectivo, inteligente y hasta ahora des

ido y excitante. Él, quedó atrás, me traicionó y hasta dejó embarazada a la mujer de su hermano. Eso es algo que deb

reina de la mafia” como me conocen mis socios y mis enemigos, mas debo regresar para vengar la muerte de Piero, se lo

uerte, reconquistar a Mass y recuperar a los hijos

rdote aquí? —murmura Camil

os italianos creen más en el Papa que

nas que asisten, están allí para confirmar

nguno pueda reconocerla. La rubia de lentes oscuros, va tomada de la mano del hombre de boina gris y

ber quien es aquella dama. Paulina que aún está im

damente Úrsula, quien a pesar de saber que Piero

ro hablar de su muerte, para mí seguirá estando v

e ella misma no entiende. Pero le duele ver que

ontinúa dentro del auto, siguiendo cada movimiento de Paulina y Massimo.

er que le vio Mass

upo lo que deseaba, esto debe ser más

e más que ella sabe lo diferente que pudieron ser Mas

h ba

assimo pudiese lograr estremecerla tanto. Estaba tan acostumbrada al sexo apasionado y salvaje de Piero, que ahora

vaso con agua, sedienta del placer que acaba de pr

or la lujuria y la pasión. Massimo al contrario de Piero, era sumiso, callado y sobre todo tímido. ¿Qué podría brindarle? ¿Paz?

y sudoroso. Él apenas roza sus nalgas siente una erección inmediata. Astuta e insaciable como sue

e a él, lo mira co

creer que esto

n su habitual dulzura cuando s

re —se aproxima a su boca, él la apreta contra su cuerpo y sus

ora siente por Mass, la aparten de su objetivo inicial, vengarse de la traición de Piero. Ella acaricia

la observa. Ella continúa descendiendo por su abdomen hasta su pelvis, desde allí lo mira fijamente, abre su boca y saborea su sexo. Aunque Massimo se siente en la glor

la situación, de devolverse a sí misma el poder. Pro

unta como presumiendo lo que

ntras se saborea con la lengua

odón, se lo coloca y sale a

pregunta con ci

la quier

a de la regadera caiga sobre su cuer

*

s negocios. El imperio que cree con Piero no puede ser derribado. No mientras yo esté

ponde como siempr

esa frase no va con ella, incluso cuando vivía con Piero, el

era ondulada, desabotona el vestido negro largo y queda en franelilla verde militar y pantalón de mezclilla negro. El piloto de la

anilla todo el paisaje, como despidiéndose de su pasado. Ya nada parece importarle, so

sito liberarme de es

a, su cabello negro liso se deja caer sobre su espal

un sorbo bebe el c

ve o

s, él está allí para ello. Su lealtad también va más allá de la admiración por esa va

la está un poco emocionada por la bebida. S

a bajar

delicada mano mientras desciende es

mosa es un atractivo aviador, que se dedica a trabajar desde varios años co

o. El Indio conduce, mirando por el retrovisor la finura de su rostro y sus provoca

lar su desequilibrio, suben al ascensor, se

ción. Camile está sensible, quisiera derrumbarse y llorar hasta el cansanc

observa la noche de Milá

veme un tra

rona. En

abes otra pala

responde. Le entrega

ue es sufic

, lo toma por la solapa del sobretodo gris y le dice

s, nadie, ningún im

s un verdadero hombre, pero si lo hace hasta ese día podrá esta

ndamente para

idiotez, so

lo

retira

a, deja la copa sobre la mesa. Y camina has

po deseándola, pero ella no lo mira. Él no existe para Camile. Recuerda entonces las palabras de Ringo “Esa no es mujer

eo, su compañero tenía toda la razón. Minutos

dime ¿Có

mirada, Camile está totalment

los ojos con la man

e veo. Y no me refiero a mi cuer

ecer fijos, su inconsciente desea contemplarla como tantas veces a soñado. A duras penas, logra mantener

y difere

diferente, ahora soy otra Indio, otra

la bata de seda que se adhi

allí, por si... te necesito —dice ella, abrevian

to y se quita la chaqueta larga, arremanga el suéter

sus senos, su abdomen y el interior de sus muslos, toma una de sus manos, separa sus labios verticales y con su índice digita en movimientos circulares su cartílago,

autosatisface. Si tan solo lo llamara, él iría a su lado. Podría demostrarle todo lo que s

—repite ella

uardaespaldas. No puede creer que ella est

imo Rizzo, eso nunca. Aquello era como si el fantasma de Piero, aún estuviese frent

a evitar escucharla. ¿No es lo suficiente

regunta repetidas veces hasta q

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