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Los príncipes de la mafia danesa

Capítulo 2 De vuelta en casa

Palabras:4491    |    Actualizado en: 26/07/2022

OS DE

star dentro de una burbuja donde nada más que yo importaba. Era un tiempo para mí, mi música y mis novelas románticas. U

lejanía —. Leo…—Se estaba acercando —. Elea

ún tipo de sonido en aquel momento, simplemente eran mi arma para hacerle entender a l

perfectas condiciones y al que le había delegado la tarea de ser mi separador improvisado, entre las hoja

ornando los ojos. Ni siquiera me

eñorita. —Su tono era un tanto diver

los

me llames así? —Me quejé —. Por favo

orrigió ella, g

de cañón para salvaguardar mi integridad, así que, definitivamente no existía nadie en quien confiara más que en ella. Aunque compartiéramos opiniones bastante diferentes respecto a aquello

ida antes que cualquier otra cosa, pero tanto para Tanya como para el re

o bueno. No todos pensamos d

ual me dio a entender que habrían de pasar mil años antes de hacerme caso —. Y bueno —Enarqué una ceja —, ya

terrizar —anun

n aquel momento, como pasaba siempre que estaba a punto de pisar mi tierra. Dinamarca era el lugar q

iempre me mantendría atada a ella a causa de la sangre que corría por mis venas. Incluso cuando había decidido ir a estudiar a Cambridge, Dinamarca y el negocio fam

eño apretón en el hombro. Al parecer había leído

ltimas vacaciones de invierno antes de terminar la Universidad, eso signifi

gurarme que todo est

te preocupes por mí.

ntes de desaparecer por el pasillo

rón de seguridad, preparándose para el aterrizaje. Me dedicó una sonrisa f

y seguí todo el protocolo para la hora del descenso. En pocos minutos el avión se encontraba aterriz

abracé a mí misma para darme un poco de calor,

vestidos completamente de negro y armados hasta los huesos. Aqu

aro caminaba con la vista perdida en la pantalla de su consola portátil y unos enormes audífonos sobre su cabeza, que iban por encima de un g

ue la caracterizaban; sin embargo, era la mujer más amorosa y protectora que hubiera conocido jamás. La familia era su más grande tesoro. No me extrañaba que mi padre hubiera caído rendido a los pies de semejante mujer. Hacía

a. No pude hacer más que sonreír. Extrañaba tanto escucharla

ampliamente, dedicándole un guiño cómplice y amoroso a ella —. Por fín, de krone vuelve a estar completa. Me hacía f

el territorio. Si bien ambos clanes eran conocidos dentro del continente como la mafia escandinava, cada que se cerraban tratos o se vendía merca

e dotaban de brillo y belleza a su corona. Pero vaya que el peso de esa corona era g

ette, quien me recibió con la antipatía típica de una adolcente. No la culpaba, después de todo, debía tene

tón en la naríz. Ella rodó los ojos y me apartó de un manotazo. Aunque podr

ella era la que más había resentido mi abrupta partida a Londres. Sabía que con un poc

ta y Erik, el hombre de confianza de mi padre se puso al volante y Tanya a su lado, el resto de los hombres se dis

te el corto camino me dediqué a platicarles a mis padres sobre los cursos finales de negocios internacionales. Si, esa era mi car

o del bosque, hasta que al final de este comenzaba a vislumbrarse la imponente construcción de fachada beige que conocía como la Palma de la mano

é la f

venía t

tros socios los Rochester y la familia de mi tío Alexei, que llegaba a visitarnos de Rusia. Razón por la cual el comedor principal siempre ha

ugada y mi mejor cara de desconcierto —¿Mamá? —dirig

estás de regreso —respondió con obviedad, sujetándome por los hombro

í una

sucediendo. Personas entraban y salían desde el acceso hasta el salón principal, llevando y trayendo mesas, sillas, arreg

a bo

e cada vez me acercaba más a ese tan indeseado día en que

eso. Si lo pie

ojos y sacu

situadas en la parte trasera de la mansión, donde también se encontraban sus habitaciones. Necesitab

referirme a aquello. Me aclaré la garganta —¿Por qué

es especial —dijo mi mad

arrepentí enseguida de haber hecho esa pregunta. La sangr

padre fue todo un poema. Eso me aterró más.

ólo que, en esta ocasión nos acompaña otro klan con el que tu padre está c

¿Un ejército? —v

mueve sin grupo de seguridad, y no suelen ser poc

ltas, sin olvidar a Erik y Emil, la sombra y la mano derecha de mi padre, respe

tranquilizarme un poco, aún había algo que no

io, alegando que debía coordinar algunos de los preparativos. Me pidió estar lista a las ocho en punto par

mí, me habría quedado dormida hasta el día siguiente, pero era el maldito centro de atención esa noche, así que mi presencia, aunque me pesara,

: Estoy

envenida,

os en mí, mientras me decía aquellas palabras. Si. Eleanor Sorensen era una románti

¿Vendrás

me perdería la opo

la respuesta a esa

en primera fil

ía vuelto algo más. Un sentimiento que nos rebasaba a ambos y que cada vez se nos hacía más difícil ocultar; o por lo menos a mí. Estaba perdidamente enamorada. Lo

blema y era que ese de ninguna manera

equería de matrimonios ni alianzas de ese tipo para fortalecernos, todo lo contrario, algún matrimonio entre nuestros klanes era prácticamente un desperdicio sobre todo tratándose de quienes seríamos la futuras cabezas de la organización, debíamos

es que yo y por lo tanto, más libertad. No se imag

olección de novelas intacta. Recorrí con el dedo los lomos de todos los libros, centrándome en uno de color verde oscuro que resaltaba de entre los demás. Suspiré antes de tomarlo entre mis manos. En la portada el título “Los amantes de Verona” se dibujaba con garigoleadas le

par de cartuchos sin estrenar. El arma, al igual que el contenedor, se habían hecho especialmente para mí. Era hermo

practicado durante años mi tiro y aún, en ocasiones, solía hacerlo cuando me sentía frustrada. Volví a dejar el arma

me la tina con esencias florales que dejaron

a. Todos la hemos echado mucho de menos —dijo

era un bebé, seguramente tú cambiaste muchos má

n en un tiempo color rosáceo, regalándome una genui

manos—cuando eras pequeña era tan fácil llamarte de esa forma,

vía en un cálido abrazo, como el que ella me daba c

s ojos llorosos pero c

an algún desastre allá abajo —dijo, alisan

—respondí, antes de que ella

o un resultado maravilloso en eso. No sé cuánto tiempo pasó exactamente, pero estaba comenzando a quedarme dor

Está to

n mi bata de baño y salí a

ba un buen rato parada afuera de tu habitación y no escuchaba ningún ruido. —Se me olvidaba qu

e comencé a buscar la ropa interior adecuada para el vestido —. Tal vez sólo me excedí en

n un poco

on la guardía en alto, mujer. Todos aqu

e sabe,

ué la

qué h

ganización de la que aún no conocemos lo suficie

onfía en ellos, Tanya. Y si él conf

. Aún así, mi deber es velar por tu seg

—Desvié el tema, para que no terminarámos enfrascadas en un debate del po

ue hay una en especia

ando quién podía ser. Tanya pareció leer

que no se trata de

los

mi Rome

abes a quién me

Tanya?—pregunté, ig

encima con esa efusividad que la caracterizaba. No necesité más de dos segundos pa

ensuales, una figura de infarto y una suave y delicada piel canela. Su padr

mocionada. Su abrazo de koala nos hizo tamb

pletamente su peso sobre mí. Me quejé sin éxito, al parecer le daba igual que me es

No era como que la loca de mi amiga no se diera sus escapadas cada que tuviera oportunidad para visitarme en Londres y viceversa, p

ultar la diversión que le causaba la escena. —Tengo que p

dijo la italiana, tratand

y desapareció

n decidiste hacerme caso y aceptar salir con ese Inglés ojiazul

u

ue no, m

pasito” Rochester —dijo con coqu

y continué con mi tarea de elegir los

l final el klan es quien va a decidir mi futuro, así que, para qué hacerme cuentos de hadas…

eina el machismo. Desgraciadamente —Arrugó la frente en desaprobación —. Por eso doy gracias a la vida por tener a Santino. Mi hermano puede resultar

era premiado con un hermano mayor,

iera en tu lugar?—Su pregunta me t

que ella pueda vivir su vida de mejor manera que yo —Agité la cabeza, alejando la imagen de una Gre

á afuera? —preguntó enseguida, cambiando de te

re dice que es porque el Klan tiene nuevos soc

on la

estar aquí contigo! —dijo, restándole importancia a un tema que a mí me estaba deshaciendo la cabeza — ¡Oh là là! ¿Este es el vestido que vas a usar hoy? —Acarició

en

levar a la tienda don

vez con una sonrisa. F

e había elegido para la ocasión. Fiorella en cambio, llevaba un vestido color borgoña satinado, que aunque llegaba hasta sus tobillos, tenía una abertura a lo largo de la falda que dejaba al descubierto su pierna derecha cada vez que caminaba. Ambas decidimos dejar nuestros c

sto de mi familia con una sonrisa orgullosa en sus rostros, bueno, en los rostros de mis padr

tros conocidos como los de la bratva y la camorra; otros totalmente nuevos para mí. Repasé detenidamente el lugar, tratando de identific

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