Descubriendo el placer – Libro 2.
todos modos. Esta pelea fue su mayor arrepentimiento en esta vida. - ¡Dios mio! Nunca me hubiera imaginado, durante el viaje, pensé que era un amigo lejano. Cómo sabes todo esto? - Me lo dij
mbiarlo todo, pero tenerlo entre mis brazos mientras mirábamos juntos por enésima vez su película favorita me hizo temer al mundo y todo lo que le podía pasar. ¿Ha desaparecido la febre? preguntó mi ama de llaves, mirándolo con preocupación. Los créditos ya estaban en la pantalla del televisor y Gael ya se había dado por vencido. - Sí, Rosa. Finalmente. - La miré agradecido, no sé qué sería de mí si ella no existiera en mi vida. Después de recibir tu llamada y descubrir que Gael tenía mucha febre, dejé todo en el club y de camino a casa llamé. Renan, un amigo de la infancia que es el pediatra de mi hijo. - Gracias a Dios, ¿qué dijo el doctor Menezes? preguntó, poniendo el dorso de su mano en la frente de Gael. - Renan aseguró que es el dolor de garganta, por precaución no lo mandaré a clase mañana - Le dije lo que antes había dicho el pediatra, el dolor de garganta derivó en febre alta y falta de apetito. - Está realmente mejor, lo estaré vigilando el resto de la noche, vete a dormir, hijo - ordenó en ese tono que no aceptaba negativas, aun así negué con la cabeza y miré el reloj, era Eran casi las dos de la mañana. "No, Rosa, deberías descansar y tomarte la mañana libre", le pregunté, sabiendo que no lo haría. "No creo que sea necesario. - Trató de negarlo, pero yo no era un tirano y valoraba a mis empleados, especialmente a ella que era más que una simple institutriz. "Creo que me quedé despierto hasta tarde con Gael, solo descansa, no iré al club esta mañana", le advertí y me levanté del sofá en la sala de cine, tomé al dormido Gael en mis brazos y comencé a camino a su cuarto, dando por terminado el asunto. "Muy bien entonces, ¡buenas noches!" - él también deseaba retirarse . - ¡Buenas noches! No cerré los ojos en toda la noche, me quedé sentada en el sillón velando el sueño plácido de mi niño, temerosa de que volviera la febre. Cualquiera que no me conociera podría considerarme grosero por mi expresión cerrada y porte físico, o incluso por mis numerosos tatuajes, pero la verdad es que la dura infancia que tuve me hizo así. Creo que mi hermano y yo llegamos a ser lo que somos hoy por todo lo que pasamos con nuestro padre, si se le puede llamar así. Si no fuera por Rosa y nuestros tíos, no sé qué hubiera sido de los dos. - ¡Buenos dias papi! - La voz de Gael, un poco ronca por la infamación, me rescató de los oscuros pensamientos de mi infancia, nunca que mi padre se preocupara tanto por mí como yo por él. - ¡Buenos días hijo! ¿Como se siente? Pregunté, poniéndome de pie y estirándome. Llevé mi mano a su frente y respiré aliviado cuando noté que no est