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CAMINO A LA REMINISCENCIA

Capítulo 2 CAPITULO II

Palabras:1871    |    Actualizado en: 11/11/2021

armé un alboroto al saber que mi madre quería ponerme tutor en casa, no sabía en lo que me había

izo, traté de decirles que no recordaba lo anterior y que si había tenido acciones erróneas que me perdonaran. Er

encontraba al mando de la nación. Mis apodos variaban de niñita estúpida, ruca sin cerebro, futura reina del imperio narcotr

ue llevaba gimnasia a la tercera hora los días jueves y que siempre en su taquilla dejaba su ropa y una cadena de fantasía,

s que baratijas. Mi actitud se asemejaba a la de una vil perra, pero, mome

ote. Veía como ella iba a bañarse con tan solo una toalla cubriendo su cuerpo, mi cerebro

opa en trozos, dejando grandes huecos en su blusa de seda recién comprada por lo que parecí

que con sólo verla con mis ojos inyectados de furia se asustó hasta hacerse pipí. Pero eso no había sido un impedimento para que callase el pico, la muy perra gritó tanto que

o

rana como luci

ta pobre diabla. Esos dos últimos alegaba yo mientras me sacaban ca

lví j

ión en mi futura y ansiada carrera política. (Nótese mi sarcasmo). Luego llegué a una escuela privada que contaba solo con menos

*

zarandean—.

olpe, más no logro

ones en griego

stro hacia

an en esos libros viejos que decían llamarse Biblia—. ¡Oh Dios mío, estas aquí! —e

rás solo y con loc

escucho la

ue me dij

bía distraí

do... —me excuso. No me sucede a me

rea eso? —pregunt

tenga esa

además usted e

eño, me sie

nsuciado mien

se ensucian

tos fraudulentos acaso? —Nada más falt

—la señorita no ve, podrías golp

cuando una mano pesada me da un

nsa moviendo mi cabeza de un l

o suena enfadada —eso n

inteligente que el

u hijo —¿cómo va a andar por a

unta, me e

ien seas, por lo cual caí perdida por aquí —respondo de maner

llamaba la enfermedad en los seres

que se pe

te c

siento colaborando, ya que estoy s

él. Es un niño, no sabe cuándo

siento ofend

o aprovecharme de un niño? — ¡

o el ruido del pasto que ocasiona al caminar. Cambio mi pes

o con mi dedo a donde quiera

árbol—. La voz se e

i dedo al lado contr

í zop

Elías, el niño que creo as

usted, mald

limite. Llamen a los bom

. Ahora el tono desaprobatorio d

ncuentro... — El sonido del pa

acto. Pues nada más y nada menos, el hombrezuelo c

Pa

or las ganas de matar que me surge

ré que es usted ciega, y para que que

. Sólo por las noches —recalco, intento

onía, el mismo

hó de mí en

me, además no le he

tras m

gual que usted —

r, ¡encima de faltarme el respeto,

viendo a falt

si me disculpa, mi hijo y yo nos retiramos. Su

pued

ucear nunca f

Papá la señorita está perdida, ¿No crees q

ejor, lástima que con su p

¿18, 20? —que sarcástico e

o que esté a nuestro alcance —estiro mis labios levem

de quedarme calla

nde es —la molestia vuelve

? —indaga dulc

a mostrándome cabizbaja

su casa—. Sentenci

Espera

to. Se presentan distintos esce

o no puedes tomar decisiones tan a la ligera mientras estoy yo

.

o su c

ño —podría sucederle cualquier cosa,

en los dientes del señor chirriar de lo apr

intername

en ejemplo y las bue

un niño

cambiando l

*

iscutiendo, hoy estoy encima de un sillón al lado de un gato que al p

llegué

i

desm

able

ecues

mente p

o asfixia al ver lo pequeña que es; mis pies sobresalen del diminuto sillón, hay un televisor frente a mi que parece una caja, no una tv como tengo en la m

pasos se a

, ya d

l cuello. Lo más probable es que me esté convirtiendo en

manecí

upone que me t

ntusiasmo rebalsa mi dolor de

sto no pasa de los diez años. Lleva puesto unos pantal

i y casi quiero arre

solo u

os de alguien que c

ozco m

en algún es

mismo color

eva a pensa

omo en rea

s míos. Mi m

andab

y

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