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Dos mil voltios

Dos mil voltios

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Capítulo 1 SAN QUINTÍN

Palabras:1243    |    Actualizado en: 09/11/2021

en la mano, en la radio sonaba una canción, no oyó al recién llegado porque cantaba voz en cuello: «Dame una cueva en la montaña / O una choza junto al mar / Y estaré

odio bajara las piernas y el volumen de la música, luego s

a antes de corresponderle el saludo con la mano

y Whi

icó y salió primero; curioso, Haley observó un poco alrededor y luego le dio alcance al capitán—. En el informe dice que trabajabas en la prisión de San Quintín*** —Haley confirmó sin hablar—. Te aseguro

nto andaban por el largo pasillo enrejado—, llegué a mi límite. —Max se detuvo un momento para el

el orden —Enseguida cerró la reja y continuó el trayecto por el corredor principal, que conducía a la infinidad de celdas distribuidas en ambos laterales, en tres pisos—. Para eso, hace algunos años el alcaide de Lacarosta permitió que los presos fueran separados por áreas según su raza, ese simple proceso redujo los enfrentamientos violentos y homici

leitos en el patio

osta: primer altercado, va a confinamiento solitario tres semanas; segundo altercado, una visita a la enfermería, tú me entiendes —insinuó, guiñando un ojo—, tercer altercado… bien, ya el capitán en

dijiste, capitán,

Lo jaló hacia la izquierda para apartarse cuando una gran puerta de hierro se abrió, permitiendo

de los custodios, que sostenía u

—conte

agitando la mano. —Los presos comenzaron a entrar en

internarse al área de las celdas—. En la oficina te diré a quiénes debes tener muy supervisados —Entre los prisioneros, uno resaltaba por su gran tamaño, Haley estaba bo

ley casi en el oído de su capi

ntervenido en altercados aquí, sobra decir que sus m

incluso se detuvo por un momento, hasta que alguien jaló al prisionero, iba casi pegado al brazo del enorme Moki porque lo cubría, pero alcanzó a ver que llevaba el cabello largo peinado en una coleta, notó entonces q

o escuchar lo que decía el capitán mientras le mostraba las instalaciones en los otros bloques, aun si no aho

muerte, sus recuerdos se disolvían conforme sus crisis nerviosas empeoraban, pero las imágenes de los condenados rostizándose en la silla eléctrica, el olor a carne quemada impregnándose en

era hora de una ejecución y la misma incertidumbre y angustia que devoraba el espíritu de los sentenciados le torturaba el

había pabellón de la muerte,

°*

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lace is paradise» de

el cometa se

n San Quintin, un área no incorporada en el condado de Marin,

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