Kashmir. Capítulo I: La iniciación
Talking Heads: Psycho killer empieza a amenizar mi perturbador plan. Lentamente, como quien no quiere la cosa, levanto mi pat
hacerle frente a los hechos... estoy t
elajarte, cariño -me ord
etumba en el salón. Al alarido sigue un llanto quejumbroso y después, un clamor espantoso. Varios pacientes se unen a la gritería, al horror, otros corren despavoridos o se
me toques... soy un
son insuficientes para calmar a los pacientes: "¡Corran, corran, ya vienen los seres cósmicos!" grito saltando con muchísimo ruido, sembrando el pánico entre los pacientes: "¡Convulsiona, convulsiona!" se escuch
esmorona por
ias más corpulen
s hablando mucho, pero no dices nad
los y éstos intentan esquivar los puñetazos y los bastonazos. Esquivo también una patada furiosa proveniente de una paciente que gesticula grotescame
Lo que ella dijo aquella noche, alentando
ra Pierce, quien es conducida por un furibundo paciente. Pasan rápidamente frente a mí y como en una carrera de obstáculos, se me pr
stá cerca.
s... -canta Byrne- odio a l
onducen a la recepción, pero no lo notan. Está
ya es un
l lápiz y ocúltalos donde no
n mis ojos es digno de la batalla final de Corazón valiente: un festín de espadas y lanzas, sangre y vísceras, lágrimas y gri
corre, corre, corre l
me adentro en el pasillo que divide el pabellón contiguo al salón y me dirijo al bloque de la izquierda donde se encuentran las habitaciones individuale
be antes de que las
eal, la última oportunidad para salvar mi alma. Como una criminal, me instalo a un costado de la cama donde no pueden verme desde la puerta y contemplo estúpidamente el papel al ritmo de los latidos aceler
aso no e
o escribir! -grito impotente
ce la voz-. Llegaste hasta aquí. ¡Afuera esta
demonios? De súbito, una ráfaga de viento azota la puerta contra el marco, cerrándola de golpe y el estruendo me sobresalta. La miro fugazmente: ¡Contrólate, maldita sea, co
rma están escondidos en la roca del bosque de pinos. Tienes que recuperarlos y deshacerte de ellos. Tienes que buscar a J
nas lo que ese hijo de puta le ha hech
o real e irreal empieza a desaparecer. Los mareos, la somnolencia, las extrañas visiones, el eco de pasos en el pasillo. ¡Ya vienen! ¡Ya vienen! Y allí está Dave, de nuevo. Un enfermero degenerado de tez pálida y acuerpado, quien se ha deleitado a su antojo con mi cuerpo j
as resistencia -dice la voz-
tre allá afuera -increpa Dave parsimoniosamente-. ¿T
limito a observar
ente al tiempo que desabrocha su pantalón-. Mañana empiezas tu tratamiento y entrarás de nuevo en
Cierro los ojos y veo su imagen de súbito encanto como escondida, como cuando se sienta en la cama y revisa sus libros sobre el suelo, con el rostro velado por el cabello, su sonrisa apenas visible. Mi amado John, el hombre que alienta mis deseos más desmedidos y o
encia, po