La Doble Vida Letal de Mi Esposo
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ias. Pero una mañana, mi esposo, Alejandro, y su amante, la becaria Bárbara,
ra llamarme de vuelta y preparar a Bárbara
voz de Bárbara, llena de pánico, confesando haber atropellado a alguien y habe
no fue un accidente en absoluto. Mi esposo, el hombre que
a sus mentiras, supe que mi antigua vida había ter
o de pura furia-. Estoy lista par
ítu
ía
en la cadena, mis pronósticos rara vez fallaban. Pero esta mañana, en vivo y a todo color, mi reputación no solo se hizo añicos; se evaporó. El mercado, una
calma, temblaron ligeramente mientras señalaba las cifras en picada. No fue solo un mal día; fue uno imposible. Sentí como si las mismísimas leyes de la economía se hubieran reescrito de la noche a la
mi camerino. Eran como pequeños y venenosos comen
a Valdés, se equi
n brillante.
, ¿no? A lo mejor ya se le fue e
con Alejandro, el titán de los fondos de cobertura, me había vuel
rarte", decía. ¿Recuperarme de qué? ¿Del sabotaje expertamente orquestado de mi carrera? Sabía quién estaba detrás. Siempre lo supe. Alejandro. Disfrutaba de estas p
e mostraban crípticos datos del mercado. No levantó la vista de su pantalla cuando entré, p
ar -dije, mi voz
s, del color del hielo glac
re? No te preocupes, querida, yo lo arreglaré. ¿U
s brazos, un retrato de
cada palabra una piedra ca
ensó, un músculo saltando en su mejilla. Se rio, un
olesta, lo entiendo. Tu orgullo está her
ontraron con lo
e acabó, Alejandro.
llenando el silencio. La casa, usualmente bulliciosa fuera de la puerta del despacho, se quedó inquietante
mente, su altura de repente opresiva.
salvé tu reputación cuando el accidente de tu madre casi te destruye? ¿Cuando ese atropello te dejó tan ang
r. Esa noche caótica... Mi madre, vibrante y llena de vida, reducida a una sombra frágil. La injusticia, las preguntas sin respuesta, la forma en que mi mundo se había desmoronado. Alejandro había estado allí, sí. Había sido la mano
de la universidad, ansiosa. Vi la forma en que la miraba, la admiración apenas velada. Me dolió, incluso entonces. Comenzó a colmar a Bárbara de oportunidades, empujándola al centro de atención, a menudo a mis expensas. Un incidente en particular todavía me quemaba. Se suponí
lión tonto e inútil. A la mañana siguiente, desperté con una mano palpitante y un dolor de cabeza punzante, la culpa de mi ira descontrolada como un peso pesado. Más tarde ese día, mi madre, tratando de consolarme por la humilla
ando, su voz u
todos los sacrificios que he hecho? ¿Las oportu
como si fuera una jaula dorada que él
a por un ego herido? ¿Por unas cua
terciopelo. La abrió de golpe. Dentro, un collar
Olvida el divorcio. Olvidar
ja de la mano, el terciopelo cálido contra mi palma. Luego, con un giro repentino y violento de mi muñeca, la arrojé al otro lado de
uego lentamente giró su cabeza hacia m
voz sacudiendo los cimient
nosotros en dos zancadas furiosas. Su mano se disparó, a
o que puedo hacerte? Puedo destruirte, S
do mi cabeza hacia atrás. Jadeé, e
liente contra mi cara-. Eres Sofía Valdés de Garza. Y si me
atrás, con la mandíbula dolorida, un moret
a pantalla, y toda su actitud cambió. La furia se desvaneció, reemplazada por una expresión su
suave, encantadora. Una transformación completa-. S
jándome sola en el silencio destrozado, los diamantes
pensó que podía romperme. Pensó que podía controlarme. Pero acababa de darme mi libertad. Mis dedos buscaron torpemente mi propio teléfono. Mi pulgar se cernió so
voz cruda, rota, pero firme-. So