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La Doble Vida Letal de Mi Esposo

Capítulo 4 

Palabras:1765    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:21

ía

co contra la frágil paz que había encontrado en la habitación de invitados de Elías. Lo busqué a tientas, mi mente todavía espesa po

! ¡No está en su habitación! ¡N

re se m

eció? ¿A dónde podría ir? -Mi voz e

istracción, una alarma de incendio en el ala

rbara. Mi mente gritó su nombre. Esto no er

jandro? -exigí,

transmisión en vivo acaba de comenzar.

, sin duda, estaría a su lado, disfrutando del brillo de su gloria reflejad

cabello era un desastre, mis ojos probablemente salvajes. Pedí un Uber, mi voz ronca, exigiendo la ruta más rápida al lugar de la gala. Las lu

de las copas, el murmullo de conversaciones educadas. Todos llevaban vestidos de diseñador y esmóquines a medida, sus rostros cuidadosamente compuestos. Y luego esta

smático. Bárbara, deslumbrante en un brillante vestido esmeralda, se aferraba a su brazo, riendo hacia él, su rostro radiante de a

us pensamientos: *¿Qué está haciendo aquí? ¿Arruinando mi noche?* Probablemente pensó que estaba allí

nía a mi madre. Empecé a caminar, un miembro fantasma arrastrándome hacia adelante, a través de las mesas, pasando las ca

ando el sofisticado estruendo como un cuchil

jandro y Bárbara, ahora giraron para capturar mi intrusión desquiciada. La sonrisa radiante de Bárbara

ro, dando un paso adelante, su voz un siseo bajo y fu

brazo, sus ded

nublando mi visión. Mi compostura cuidadosamente construida se

n una habitación llena de élites serenas. Pero n

s en el pulido suelo del escenario, mi cabeza golpeando la m

encia atónita, una sonrisa apaciguadora en su rostro-. Ha

é a Alejandro, su rostro una mezcla de ira y vergüenza cuidadosamente manejada. Hubo un fugaz destello de preocupac

iz, corrió hacia adelant

fía! ¿Es

u toque se sintió como la caricia de una víbora. Mientr

h, está a sal

inocencia fingida, ahora bril

ado. Ha estado un poco... difícil. Así que pensé en darle u

a verdaderamente m

, Sofía.

i mente se tambaleó, tratando de procesar la horrible implicación. Esto no era solo un secuestro. Era un asesina

veme a mi madre! -grité, sacudiéndola, mi fuerza alim

impacto hizo que mi cabeza se echara hacia atrás, un destello cegador de dolor. Me ardía la mejilla, me zumbaba el oído y el

ena de asco-. ¡Mírate! ¡Sin dignidad! ¡Sin respeto po

madre estaba at

do sus acusaciones, la vergüenza

ostenía un pequeño y elegante control re

uegos artificiales'? Quise de

el control remoto.

el estacionamiento. Justo a

que estaría desaliñada y necesitaría irme rápidamente, evitando a los chóferes de Alejandro. Bárbara

e la multitud. Tenía que llegar a ella. Tenía que salvarla. Intenté correr hacia la salida del escenario, pe

pechos inflexibles con mis puños-. ¡M

re mí, su rostro una

a, amenazante-. Entonces arrástrate. De rodillas. Pídele perdón a

me observaba con cruel diversión,

orgullo, venganza... se evaporaron ante la muerte inminente de mi madre. La idea de ella, frágil y confundida, atrapada

do que se sentía como veneno, se clavaron en los de Bárbara. Incliné la cabeza, mi frente tocando la m

biendo a ceniza-. Por favor... perdó

tes, una promesa silenciosa de retr

sus ojos, quizás un atisbo de incomodidad ante la pr

señalando la salida-. ¡

al salvaje escapando de una trampa, por el pasillo, a través del vestíbulo, pasando la seguridad

arecía burlarse de mí. Podía oír la risa encantada de Bárbara flotando desde las puertas del salón de

ra el más alejado en la esquina, oscurecido por las sombras. Corrí ha

MÁ!

luz naranja, era una máscara de horror naciente. Se giró, lentamente, para mirar a Bárbara, que estaba en la entrada del salón de baile, una sonrisa triunfante y demoníaca en su rostro. Y entonces, el mundo explotó. Una enorme bola de

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