Un matrimonio de mentiras
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aceptó un matrimonio arreglado con el rebelde artista Gael Lobo. Ella lo veía como una variabl
rdidamente enamorado de otro hombre, Adán, y todo
incipio, la mandó a azotar brutalmente. Más tarde, Gael la besó a la fuerza en público p
demostrando que el dolor de ella no significaba nada comparado co
cortó lazos con su pasado. Y comenzó a celebrar su libertad. Pero la fiesta se detuvo e
ítu
a Rey
usión, y Gael era el heredero rebelde, una variable caótica que yo pretendía gestionar, no sentir. Debí haber sabido entonces
lvaje. Escuché historias sobre él, susurros de fiestas nocturnas, instalaciones de arte improvisadas y un desprecio casual por cualquier cosa que se pareciera a un
Hielo», y no era un apodo contra el que luchara. La emoción era una debilidad, una variable que podía ponerlo todo en peligro. Mi vida era una estrategia meticulosament
o y las tradiciones rígidas, veía a Gael como un activo incivilizado. Él los veía a ellos, sospechaba yo, como la jaula de oro que lo había atrapado.
ra de cuero negro parecía fuera de lugar contra la caoba pulida y el cristal. Su cabello, un desastre oscuro e ingobernable, caía sobre u
contra la formalidad silenciosa de la habitación. No me miró a mí, sino
rgada con el tipo de autoridad que usualmente ha
encogió de hombros,
con suficiencia, tomando un largo sorbo de agua de una
Así no se hacían las cosas en nuestro mundo. Estaba a punto de estallar,
... falta de puntualidad. -Lanzó una mirada mordaz al padre de Gael, que parecía mortificado-. Sin em
habitual frialdad. La mantuvo un instante más que la mayoría, con un brillo curioso. Fue entonces c
ceño fruncido asomó a sus labios. Miró mi mano, luego de vuelta
an fuera de lugar, tan impropio, que toda la habitación quedó
a una debilidad, una distracción. Yo era Eliana Reyes, siempre e
ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en lo
inesperado. Empujó su silla hacia atrás, se levantó y caminó hasta mi lado de la mesa. Extendió la mano, no para tocarme, sino para apartar
entemente alto para que todos oyeran-. Pero si estás atrapada en esto conmigo, te prometo una cosa. Me asegu
me suya, no con arrogancia, sino con una extraña y feroz protección. Era ilógico, impulsivo, absolutamente caót
que deberían repelerse, pero en ese momento, una extr
rogramada de ejercicio, informes de noticias y estrategias corporativas. Cada comida estaba planeada, cada minuto contabi
o durante días, emergiendo solo por comida o una nueva idea. Mi rutina perfecta lo volvía loco. Podía verlo en la forma en que sus ojos
perado, levantando las manos-. Es como vivir c
as a nuestro personal y, a veces, solo a veces, tiraba mi desayuno cuidadosamente preparado, reemplazándolo con comida grasosa para llevar. Enfrenté cada provocación con un
o por correr desnudo por una fuente pública, alegando que era «arte performático». Los abogados de la familia Reyes y
o, donde él dibuja
pre-. La junta exige una explicación. T
a vista,
de Hielo? -Sus ojos me
oyecto de arte público que se alinee con nuestra responsabilidadboncillo sob
e a mí, su aroma a artista salvaje llenando mi espacio-. Pregunté qué propones tú.
mirada, si
elevantes. Mi deber es mi
onido áspero
, su frustración palpable. Estaba desesperado por una reacción, cualquier reacción-. Sabes, h
ho que se sentía como... fastidio-. Sin embargo, te aconsejo que no uses tales tá
la ma
De verdad no entiendes nada, ¿o te haces? -Se acercó aún más, su rostro a centímetros del mío-. Estás tan de
mi corazón latiendo
rámetros de nues
sa ahogada,
glado? Lo tienes. -Se dirigió a la puerta, luego se detuvo-. Solo para que lo sepas, hay otro tipo de arreglo que podría h
echo se intensificó, una extraña opresión. ¿Era preocupación? ¿O solo el f
ravés del hueco. Estaba hablando por teléfono, su voz baja e intensa. Le oí decir: «S
do me recorri
amilia Reyes. Estaba de pie frente a un espejo de cuerpo entero, ajustándose la corbata, luciend
as de zafiro que te di
en el espejo, con
ausa, luego sonrió con suficiencia-. ¿Y qué hay
sición, desafiando mi fachada de hielo. No había reaccionado entonces, pero
s maritales -respondí, mi voz neutral-. Simpl
sus ojos ardiendo con una intens
ue estabas cumpliendo tus obligaciones contractuales?
facilidad con la que podía diseccionar
ije, desviando el tema-.
ntractual, ¿no crees? -Su mano se extendió, ahuecando mi mandíbula. Su pulgar rozó mi pómulo,
e y desconocido desplegarse en mi vientre. Mi cuerpo respondió, traicionando mi rígido control. Me sentí tambalear, mis manos buscando instintivamente sus hombros para mante
contra los míos con una presión insistente, una súplica desesperada de conexión que resonó en lo profundo de mí.
partó, sus ojos aún oscuros por el deseo, pero un destello de molestia cruzó su rostro. Miró el identificador de llamadas.
scamente y yo tropecé hacia atrás, agarrándome al borde de la ca
ntemente aguda. El cambio repentino fue disco
or el cabello, ya
ecesita. -Agarró su chamarra-. Puede
o, pero la ira crecía, caliente y rápida-.
la puerta, de
iento? ¿Que fue un error? -No se dio la vuel
silenciosa habitación. Mi cuerpo todavía vibraba con el fantasma de su tacto, un
te. La brusquedad, la frialdad, el cambio familiar en sus ojos... todo apuntaba a algo, o alguien, específic
salí corriendo, l
tensa con una urgencia recién des
temente, a un bullicioso y brillantemente iluminado distrito de arte que rara vez visitaba. El coche de Gael se detu
dad tiñendo mi tono. Este no era el tipo de lugar que un
a -confirm
alpitante vibraba a través del pavimento. Empujé la pesada puerta de metal, el ruido y el calor golpeándome como una fuerza física. Dentro, era un caleidoscopio de l
la cabeza echada hacia atrás en una carcajada, una sonrisa genuina en su rostro, una sonrisa que nunca había visto dirigida a mí. Estaba mira
deado de varias mujeres, riendo y bebiendo. Levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Gael. Gael son
n beso persistente y posesivo. Gael lo vio. Sus ojos, fijos en Adán, se abrieron ligeramente y luego se
e indomable que solo ahora, demasiado tarde, veía ar