Su Último Acto de Venganza
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a. Prometió protegerme para siempre. Pero durante diez años, sus infidelidades interminables y sus cru
dio mi regalo -un collar de esmeraldas con el que había
hermano que me quedaba: su sinfonía final. Ella garabateó las parti
varme había usado mis traumas más profundos como un arma para destruir
sus pecados. Se arrodilla junto a mi lecho de muerte, suplic
cto final de venganza req
u v
ítu
ra es todo mío. ¿De verdad creíste que podías ganar?". Las palabras ardían,
uria pura, sin adulterar. El jarrón de cristal de Baccarat, un regalo de bodas de su madre, se hizo añicos contra la chimenea, reflejando la fractura de nuestras vidas. Lo
¿Después de todo? ¿Despu
n la última palabr
i cuerpo se sentía pesado, desconectado, como una marioneta a la que le hu
mi voz plana, casi aburrida. La verd
rudo y gutural que
on un desconocido en nuestra cama? ¿Es tu forma
na mano por su cabello perfectamen
dias como pa
árbol hueco, pudriéndose por dentro. No me quedaba energía para el odio, solo un profundo y doloroso cansancio. Mis manos, ant
, mi voz apenas un susurro-. ¿Mientras no signif
de batalla de confianza rota y años desperdiciados. Había vasos volcados, una silla volteada bloqueab
jos muy abiertos y aterrorizados. Parecía un venado atrapado por los faros de un coche
diendo con un fuego ver
su voz un retumba
vin se levantó de un salto, tropezando con sus propios pies, y prácticamente
dose en mi carne, una acusación silenciosa. Me levantó de un tirón, torciendo mi brazo detr
arcado contraste con la fuerza brutal que ejercía. Me arrinconó contra la pared,
mezcla nauseabunda de menta y algo agrio, co
anto de vergüenza. No sentí nada nuevo, solo un dolor más profundo, el reconocimiento de lo
rne viva, ya sangrando, pero no se inmutó. Solo me miró fijamente, con los ojos muy abiertos, casi suplicant
focante contra el mío. La habitación empezó a girar, los bordes de mi visión se volvieron borrosos. U
los y rabia-. ¿Una emoción barata? ¿Qué tenía él que no tuviera yo? ¿Era s
ificó, mis huesos g
do saliva-. ¡Pienso que eres una perra narcisista! ¡Pienso que disfrutaste cada
mi intención, pero mi cuerpo me traicionó. Me aparté de él, mi estómago convulsionando, y vomité sobre la impecable alfombra blanca, casi sin tocar su
lejándose del desastre, su ros
? ¿Qué c
ncredulidad, un destello
para fastidiarme, ¿verda
éndose y girando. Mis extremidades se sentían débiles, mi cabeza un tamborileo de agonía. To
o, sus ojos fijos en el charco sobre la alfombra-. Terminamos. Para siempre esta vez. ¿Quieres
e detrás de él con un golpe final y resonante que vibró a través del suelo. El sile
or un dolor sordo. Mis ojos recorrieron los restos de la habitación, un espejo de los restos dentro de mí. Entonces lo vi. En mi bur
mo que había admirado años atrás, en el escaparate de esa pequeña boutique en París durante nuestra luna de miel. Un gasto frívolo, lo había llamado entonces, pero una p
los, de promesas. Siempre fue bueno para las promesas. Me había preparado la cena, tocado mis piezas clásicas favoritas en el piano de cola de abajo, se había quedado despierto hablando conmigo toda la noche, escuchando mis miedos, mis
¿O era solo otra actuación? ¿Otro movimiento calculado para recuperar el control? Siempre había sido ta
entaba la idea de que él era simplemente un mejor actor que yo. Mi enfermedad, todavía un secreto, me carcomía, despojándome de mi capacidad para crear, de m
ojo, una prueba de su propia filosofía retorcida. Él predicaba que los actos físicos no significaban nada, qu
Nuestro 10º Aniversario. Por siempre, mi Jimena". Mañana. El collar, la tarjeta, el jarrón destrozado, las heridas en carne viva en los nudillos de Ricardo
iluminando la oscuridad. Era ese número, el del m
ío, Jimena. ¿De verdad c