Regreso de la Tumba: Recuperando mi corazón traicionado
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de tres años, no para busc
lazándome con una huérfana callada y agradecida llamada Gabriela. Ella me robó e
el vestido de novia de mi madre, una última pieza de ella a la
, deseando que cayera muerta. En un arrebato de furia ciega, la abo
iática, mi cuerpo no aguantó más. Me desplomé, tosiendo sangre,
las palabras brotando con sangre-.
ue apenas comenzaba a nacer, pero ya e
mi madre, que me había estado espe
iendo de furia contra la familia que me había d
ítu
s mordaces que me habían perseguido durante tres años, un fantasma en cada periódico importante: "La
había destrozado a su influyente familia. La mayoría de la gente, lo sabía, se sintió aliviada cuando me fui, respirando un suspiro cole
de celebridad: aquella cuyos colapsos eran públicos, cuyo dolor fue usado como arma en su contra, cuya cordura siempre estaba en duda. Ahora, después de años d
siquiera para una venganza. Estaba aquí por una tumba. Un lugar de descans
l aire aquí siempre era diferente, silencioso y respetuoso, un marcado contraste con el clamor de la ciudad y el ruido dentro de mi propia cabeza. M
La piedra estaba fría bajo mis dedos. Se sentía como si el mundo se hubiera acabad
era. El aroma de una loción cara, la postura rígida, el silenci
lidez, como una camisa perfectamente planch
el amor que perdí. ¿Qué estaba haciendo aquí? Me estaba muriendo. Lenta, dolorosamente, desde adentro hacia afuera. C
abdomen, un dolor sordo que parecía burlarse de cada uno de mis movimientos. Era un co
. Era un viejo hábito, desviar con sarcasmo, un mecanismo de defensa perfeccionado du
ción, cuando era mi protector, mi confidente. Eso fue antes de que mamá muriera. Antes de que el amor en sus ojos se convirtiera en hielo, reemplazado por
pregunta, sino una acusación-. ¿Y ahora, de
que se desvanecían de las cirugías, la delgadez debajo de mi ropa. Estamparle mis expedientes médicos e
anos temblaban ligeramente, una señal reveladora de la tormenta que se desataba en mi interior.
ndo mi rostro, como si buscara algo, quizás una
El que tenía una pequeña bailarina grabada en el frente, un regalo que me había dado para mi
iempo para el aniversario, ¿verdad? Estoy segura de que to
íbula s
no estuviste
a escapando de mis labios-. ¿Para que me culpar
ndt estaba teñida de un cansancio que casi sonaba a lástima, p
ra desperdiciar mis preciosos alientos restantes en ira. El único resentimiento que guardaba era por la cruel mano que e
El silencio, las acusaciones no dichas, los fantasmas de lo que una vez fuimos. Era demasiado. La a
y paciencia infinitos, había prometido conseguirlo, aunque significara cruzar la ciudad bajo un aguacero repentino. Nunca
os reflejando los de nuestro padre, no vio a una niña con el corazón roto, sino a la causa. El inocente deseo de un pastel de cumpleaños, retorcido en una monstruosa exigencia que la
e mamá había apadrinado, de un entorno desfavorecido. Después de que mamá murió, la adoptaron. Ella era todo lo que yo no era: callad
n de mi padre, las sonrisas amables de Brandt. Me defendí, de las únicas maneras que una niña herida y abandonada sabía. Me rebelé. Rompí l
trayéndome de v
... teatral. -Me miró, un destel
de esa necesidad desesperada, dejando atrás un cascarón vacío, tranquilo en su rendición. No había lugar para su amor, o su odio, frente a lo que se avecinaba. Est
orándose en mi garganta-, tres año
sbo de incomodid
vuelvas a casa. S
de batalla, un lugar donde cada rincón guardaba un rec
Loca", "La Hija Escandalosa", "La Maniática de Monterrey". Se deleitaban co
or los celos. Mi amor de la infancia, Corey Dodson, quien una vez había sido mi más feroz defensor, se puso a su lado, con los ojos duros por la acusación. Se había tragado sus mentiras, como todos los demás. Él fue quien me rompió
uiátrico, firmando los papeles sin una mirada, su rostro una máscara de frío
me habían cortado por completo. No había hogar al que regresar, ni familia que salvar. Dejé Monterrey, no
quebró en la última palabra, un filo crudo de emoción que no había tenido la intención de revelar. Mi pecho se
lcance del daño, las grietas en mi fachada cuidadosamente construida. Di un paso atrás, mi mir
e la ciudad, cualquier cosa menos su rostro. Podía sentir la presión familiar acumulándose detrás de
lo de algo que se parecía a... ¿arrepentimiento? Pero se desvaneció tan rápido como
tenía que enfrentarlo, tal como ha