Demasiado tarde para tu segunda oportunidad
o. Bernardo había elegido su camino, y ahora yo elegiría el mío. El primer paso era poner distancia entre nosotros, un abismo tan ancho que
aba por la caída, mi brazo todavía vendado por la puñalada, y mi pecho se sentía pesado con
temblaba ligeramente, mi rostro pálido y demacrado. La administradora, una mujer de rostro amable que me recordaba vagamente a mi ma
iaba. Bernardo se había preocupado por mí durante una hora, tratando la pequeña herida como una lesión grave, sus ojos abiertos de preocupación. Ahora, después
la racha. Solo necesito terminar estos papeles". Me concentré en la tarea, verti
que te vayas del país por esta oportunidad?". La pregunta qu
ida aquí. Mi vida. Nuestra vida". Él no quería que me fuera, no realmente. Me quería cerca, bajo su control, un hermoso accesorio para su imperio. Querí
ne voz ni voto", dije, las palabras sint
teléfono, el que aún no había reemplazado, vibró. Un mensaje
l hombro de Frida. Estaban en algún restaurante exclusivo, sus rostros brillando con una intimid
pecho, un intento desesperado de calmar el pánico creciente. Ella lo sabía. Sabía que estaba a
ra, mientras yo me ocupaba de la beca. Ella había orquestado esto, lo había cronometrado perfectamente para enviármelo j
tás dejando atrás. La ira, aguda y purificadora, reemplazó el dolor. Sabía lo que tenía que ha
entregándome un sobre grueso. "Tu vuelo está reserv
lo que esperaba. Mi resolución se hab
mi madre, un cruel recordatorio. Recordé la pequeña habitación estéril improvisada que había instalado en la parte trasera de su food truck que Frida había dest
a la familia de Bernardo durante décadas. "Señora Campos", dije, mi voz suave pero firm
as. Y ahí estaba. No solo el auto de Frida a toda velocidad, no solo su teléfono en la oreja. Sino una fracción de segundo antes del impacto, ella había virado ligeramente, un movimiento deliberado, casi imperceptibl
ría y justa. Grabé discretamente los clips relevantes, mi mandíbula tan apretada qu
e mí, un monumento a un amor que se había convertido en un campo de batalla. Lo alcancé, mis dedos rozando el cartón. Con un tirón decisivo, lo arranqué de la pared, el sonido un
ra de
omencé a doblar ropa, a separar mi vida en 'antes de Bernardo' y 'despué
ugado en el bote. "¿Qué es esto? ¿Se cayó?". Se acercó, recogiéndolo, con el ceño fr
i voz plana, sin
uego a la ropa cuidadosamente doblada dentro. "¿Qué estás haciendo?
n un clic agudo. "
er corriendo a ese departamentito tuyo y hacerte la víctima otra vez?". Se acercó, su mano barriendo mi pila
lo había hecho mi vida. Una punzada de algo, no exactamente tristeza, sino un dolor sordo de mem
e, Bernardo", dije, mi voz pel
studio? ¿Una exposición en una galería? Solo dime tu precio, Adela. No seas ridícula". Sacó su telé
uestros diez años, todos mis sacrificios, todo mi dolor, reducidos a una tran
n claridad. Vámonos. Hablaremos de esto cuando estés lúcida". Comenzó a jalarme hacia la puerta, su fuerza abrumadora. No est