Entre tú y mi esposa
xtendía hasta el horizonte, iluminada por un millón de puntos de luz. A través del cristal, veía cómo los coches se deslizaban por las calles como si fueran p
ficar del todo, viajaba hacia el pasado, hacia u
ent
cto en su memoria, claro como el agua. Martín cerró los ojos por un momento, y las imágenes de su juventud comenzaron a tomar forma: los días soleados, las noches largas, las risas compartidas en los rincones de la
se entonces, siempre centrado en su futuro, en las expectativas que su familia había puesto sobre él. Pero Valentina era diferente. Ella era espontánea, despreocupada, llena de energía. Se acercó a él como si no existiera barrera alguna, como si ya lo co
ersitario, y finalmente, un primer beso, robado entre risas, bajo un cielo estrellado. Martín recordó cómo se sintió en ese momento: como si todo a su alrededor se desv
dez y el orden que Martín había aprendido a valorar desde pequeño. Mientras él comenzaba a encaminarse hacia su futuro, con los ojos puestos en su carrera y en las expectativas de su familia, Valentina se sentía atrapada. Ella no podía entender p
r su enfoque racional, el que siempre le había enseñado a priorizar su carrera, su futuro, su estabilidad. No podía entender por qué Valentina no veía las cosas de la misma manera. Él p
tristeza y determinación. "Martín, no puedo seguir así", le dijo, su voz baja, casi quebrada. "Te amo, pero no puedo ser part
trar un equilibrio, que él estaba dispuesto a cambiar para estar con ella. Pero Valentina ya había tomado su decisión.
ro que te conviertas en alguien que no eres por estar conmigo. Qui
romesas ni despedidas llenas de consuelo. Solo un adiós que resonó en su mente durante años. Martín nunca entendió c
rmitirse distraerse con el pasado, con los recuerdos de alguien que ya no formaba parte de su vida. Pero el dolor nunca desapareció completamente. Había algo en Valentina que s
y aunque su relación con ella fue estable, tranquila, y llena de cariño, algo dentro de él sabía que nunca sería lo mismo. Catalina era diferente. Ella era la calma que necesitaba, la esta
le ofrecía algo diferente: comprensión, serenidad, apoyo. Y Martín apreciaba todo eso. Pero Valentina, con su fo
ue debía descansar y no preocuparse por el trabajo. Él sonrió, apreciando su presencia constante en su vida, pe
y atrapado. Atrapado por su presente, atrapado por el amor que había encontrado en
í, esperando a que Martín la volviera a elegir. Y en ese momento, comprendió algo que había estado evitando por años: aunque el amor que h
se vio atrapado en una encrucijada. Sabía que debía seguir adelante, que su vida estaba con