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La Consentida Despreciada se Convierte en la Reina de la Mafia

La Consentida Despreciada se Convierte en la Reina de la Mafia

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1058    |    Actualizado en: 09/10/2025

incendio que mató a mi familia. Durante diez años, e

miso con otra mujer para un

mbró la futura señora d

a ponerme un collar de metal barato alr

l solo observó, con sus ojos fr

avés de las paredes cóm

e me hizo de niña era una mentira. Y

oción, mi amor por él finalm

que celebraba su nuevo futuro, sa

para llevarme con mi verdad

ítu

vista:

el día que Dante Covarrubias anu

ión silenciosa en la oscuridad de la noche. Fue un titular, crudo y negro en la pantalla de mi

rosa de Ciudad de México, se Casará con Isabel

convirtió en un ancla repentina y brutal en un mar de incredulidad. Esto tenía que ser un err

Dante e

ia, estaba siendo destrozada, y yo solo era un daño colateral abandonado. Entonces él apareció entre las llamas, un muchacho de dieciséis años co

el cabello, su voz

. Ahora eres u

silenciosos y vigilantes, Dante era mi dios. Él fue quien me compró una lamparita de noche cuando tenía diez año

ejados -dijo, su mano grande

abía. El mundo lo sabía. Pero era mi mons

odría hacer. Le escribí una carta. Una confesión, derramada en frases torpes y sentidas, mancha

ló en la biblioteca esa noche, su cuerpo aprisionándome contra un estante de libros encu

voz un rugido bajo y peligroso-.

sintió como una prueba. Otra

riendo a su lado, con la mano posesivamente en su b

ntraron. Isabella era todo lo que yo no era: alta, serena, con ese tipo de bel

míos. No había calidez, ni discu

cavernoso-. Ella es Isabella. Te referirás a ell

pe físico. Señora. El títu

de Isabella

nte al pajarito que Dante man

era una Garza de sangre, una Covarrubias por caridad. Un perro callejero que había recogido de

o, una cascada de oro pálido, caía hasta mi cintura. Dante siempre hab

para cortar los tallos de las flores en el jardín, y sostu

n

lo de baldosas,

Snip

hones desiguales y dentados alrededor de mis

o en mi chamarra, saqué un cigarro, robado de uno de los guardias. Mis manos temblaban mientras lo e

No era nada. Y cuando no tienes

hice una promesa al implacable horizonte de la Ciudad

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