Demasiado tarde, mi ex heredero mafioso
vista d
ada. Lo sabía. Era solo un fantasma, un fal
una risa familiar y gutural llegó desde un callejón cercan
e silencio. El código no se trataba solo de no delatar a la policía. Se trataba de discreción. De honor. No de comportarse como un vulgar matón callejero en un callejón, especialmente no con tu aman
y puro. Ya no quedaban celos, solo
u lado. Salió tropezando del callejón, abotonándose la camisa, con el rostro sonroj
l, como si yo no acabara de presenciarlo profanando
a de Maya, dije que sí. No sé por qué. Quizás necesitaba un últ
marca, una empresa que yo sabía que estaba financiada con dinero de las operaciones ilegales de la familia de la Torre. Damián no d
con voz ligera.
iera responder,
o ensordecedor de metal. No fue un accidente. Fue un mensaje. Una demostración para una familia rival, y nosotros éramos los ac
a pintaban la escena con destellos crudos y aterradores. Los sicarios de Damián ya estaban a
omó al coche. "¿Qui
brazo", logré decir. "Creo q
Ximena, que sollozaba histéricam
toritaria. "Llévensela a ella
utura madre del heredero. Lo estaba haciendo frente a sus hombres, frente a e
e, atándola a una camilla
do sordo en comparación con el nudo frío y muerto que se formabala noche, supe con una certeza escalofriante que lo que
terrado en los re