Mi regalo de bodas: Su ejecución pública
ista de El
tivamente no era el mío. Me tomó suavemente en sus brazos y me llevó a nuestra cama, sus movimientos practicados y tiernos.
ico del rostro sonriente de mi padre volviéndose cruel, de las promesas de Diego r
i lado, un brazo protector sobre mi cintura. Su respiración era pr
a donde lo había dejado. Fue un acto tonto e impulsivo, nacido de una necesidad desesperada de confirmar lo que ya
. Era peor de lo que podría haber imaginado. Fotos explícitas, fantasías vulgares, planes para su próximo encuentro. Había estado con
ambio que me d
dad es tan abur
de ver, pero realmente no quieres tocarla. Tú ere
La primera vez que estuvimos juntos, había sido tan paciente, tan reverente. Había trazado las líneas de mi cuerpo co
entira
o que me oprimía, haciendo imposible respirar. No solo me había traicionado; había profanado cada recuerdo sag
pesadillas? ¿El genio tecnológico elogiado por las revistas? ¿O el extraño
a amado durante seis años era un fantasma, una ilu
haberlo despertado. Se oyeron pasos
. Me estaba ahogando
preocupación. Vio el teléfono en el suelo, luego me miró a la cara. Se le
menzó, dando u
débil escudo contra el torrente de mentiras que
ón cuidadosamente construida. Se arrodilló, no ante mí, sino para recog
licante. "Ella no significa nada para mí. Fue un erro
íctima. Simplemente lo miré, mi corazón una cosa muerta y pesada
ré con ella. Ahora mismo. Nunca volveré a hablarle. Por favor, E
nces, y me aparté como
s pocas palabras bonitas y una expresión triste podrían borrar esto. No tenía idea de lo que
spedes", dije, mi voz desprovista de
cuarto de huéspedes detrás de mí y me deslicé hasta el suelo, los sollozos silenciosos finalmente liberándose, sacudiendo todo mi cuerpo