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De Siervo a Salvador

Capítulo 2 

Palabras:1089    |    Actualizado en: 22/08/2025

la presencia de Alessia

ala oeste, un marcado contraste con el olor estéril y medicinal que u

a la suite contigua a la de Damián. El espacio que siempre se había mantenid

ra los ataques de Damián, era supervisar personalmente sus comidas y sus habitaciones. Doña Elvira de la Vega, su abuel

había escuchado a través de la puerta mientras limpiaba el desastre. Recordé el sonido de

a del desayuno de Damián, ella ya est

que siempre ocupaba cuando tenía que supervisar a Damián comiendo, a

ba holgada, una clara declaración de intimidad. Me miró mientras me acercaba, una sonrisa perezosa y triunf

olor, agudo y naus

emblor que sentía por dentro. Había preparado su favorito, un si

án -dije, mi voz b

nción estaba compl

silla vacía al otro lado de la mesa. Era una burla clara. Ella er

y rabia. Mi mano tembló mientras servía el café de Dami

. Esperaba una reprimenda aguda, una mirada

a demasiado ocupado riendo de algo qu

u mirada hacia mí, pe

ara. Estás haci

s labios sonaba

leta y comencé a limpiar la mancha de café, mis nudillos rozando la porcelana

Una herida pequeña e insignificante en el gran

re, en

yacía junto a su plato. Damián de la Vega y Alessia Sando

acción de segundo, vi un destello de preocupación, la

lasti

pida y terca mala hier

de Alessia, y la preocupación se desvanec

dijo, su voz plana-. No quiero qu

fuga, una inconveniencia. Como si mi sangre

s, años atrás, después de que me raspé la rodilla e intenté curar uno

superado esa crueldad in

seda del bolsillo de la camisa -su camisa- y me lo tendió-. Ten. Deberías tener m

aro. Yo era torpe

con un rosal en el jardín, y había sido tan gentil, su tacto sorprendentemente s

omo una mentira ahora. U

de Alessia. No q

lla, sus dedos rozando los de ella en una caric

lo dio

tos precisos e indiferentes. Luego, arrojó el pañuelo manchado de sang

Mi dolor, mi sangre,

siquiera mirarme-

versación como si yo nunca hubiera estado allí. Como si fuera sol

o quemada apretada en un puño. El do

espalda recta, la cabeza en alto. No dejé que vi

Tenía q

gre del suelo donde había caído. Me

io de lo que

silencioso y vacío, que nunca, jamás

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