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De Siervo a Salvador

Capítulo 3 

Palabras:1188    |    Actualizado en: 22/08/2025

tación en las dependencias del pers

acia atrás. Era uno de los guardias de la fami

la Vega quiere

e dejó moretones. Mi delgada manga de algodón se rasgó en el h

vada para ocasiones formales, fría e imponente, con olor

lto, su postura recta como una vara. Era una mujer formidable con ojos tan afilados y grises

engañosamente frágil y

destrozados de un jarrón de porcelana. Era una antigüeda

lo que se quiebra-. Alessia me dice q

al rostro de Alessia. Tenía una sonrisa diminuta, ca

e, mi voz temblando li

Damián-. Estaba enojada por el compromiso. Dijo... dijo que

udaz, tan cruel, que

icándole. Él me conocía. Sab

lessia, su expresión suav

acia mí, y su ros

u voz terriblemente tranquil

e que una bofetada. ¿Arrodillarme?

aferrado a mi mano. "No me dejes, Clara. Prométeme que nunca me d

nsuelo secreto, ahora se sentía co

. Sobre los pedazos rotos

eando el suelo con un crujido nauseabundo. Un dolor agudo y punzante subió p

dome el labio

e Alessia y el ceño fruncido e impaciente de Damián. No le i

el equilibrio, la espalda recta. No les d

encé, mi voz ahogada por

, su rostro a centímetros del mío. Por un momento, pensé que

ombro, forzando todo mi peso de n

or. Las lágrimas b

ió, su voz un gruñi

y algo únicamente de Damián, llenó mis sent

sílaba era una rendición. Sangre caliente goteaba por mis piernas, manch

tó un suspi

perdonarla. Clara

mplido. No me ofreció una mano

inalment

un escarmiento, Damián. Est

repentino envió una nueva ola de agonía a través de mí. Mi

por el frío, por el anhelo nauseabundo y traicionero de su tacto. Su cuerpo todavía estaba cálido, un

de primeros auxilios. Sus movimientos eran eficiente

dillas. Su tacto era sorprendentemente gentil, un fantasma del cuidado que solía mostrarme-.

atriz en su muñeca, una cicatriz que se había hecho protegiéndome

s era una contradicción dolorosa.

como si mi ta

a es delicada. No has sido más qu

ra mentirosa en lugar de a mí, la chica que

y rota, escapó

Damián, ¿e

herida abierta en mi alma. Solía protegerme. Solía ser mi e

traño. El niño que amaba se había ido, r

de mí que no podía distinguirlos. Era un dulce

mientras terminaba de vendar mis rodillas. Era el mismo tono que

heló hasta los huesos, que

enzado de nuevo, una llovizna lenta y mi

ritmo frenético y solita

en un abismo. Y supe, con una claridad final y d

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