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No Hay Segundas Oportunidades Para Los Tramposos

No Hay Segundas Oportunidades Para Los Tramposos

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1243    |    Actualizado en: 16/08/2025

esposo, el magnate tecnológico Damián Ferrer, reservó e

instante después, lo vi usar el código privado que desarrollamos

rio que lanzó? Eran para ella. Al día siguiente, ella apareció en nuestra casa, embarazada. Observé a través de la ventana cómo una

ños, fui la esposa perfecta y comprensiva. También fui la experta en ciberseguridad q

stro lado había un Rolls-Royce, decorado para una boda. Adentro estaban Damián y Kendra, él con un esmoquin y ella c

ono por la ventana y le dij

ítu

ecnológico, había reservado todo el último piso del hotel más caro de San Pedro. La habitac

el carismático director general, y yo era su

a chica llamada Kendra Muñoz, pasó a mi l

ermosa esta noche. Ese

tenían un desafío. Se detuvieron en mí un mom

mi cintura con un brazo. Besó mi sien,

sposa -susurró, su voz

o significaba nada. Su mano estaba cálida en mi es

con una sonrisa burlona en los labios. Damián lo vio y su sonrisa se ten

o, su aliento cáli

esta noche, Elena.

mento íntimo. Necesitaba la imagen de un matrimonio pe

ojos de admiración, la esposa leal de un hombre brillante. Sus miradas me e

agria. Dejé la copa, mi mano temblando ligeramente. La estabi

rtas en ciberseguridad en una agencia secreta del gobierno. Mis habilidades no eran solo p

a enviar correos anónimos, fotos de ellos juntos, pequeñas pistas que ella creía inteligentes. No sabía

Valdez, me había ayudado a establecer un protocolo de "borrado total". Una

án y Kendra, usando la jerga de código patentado que habíamos desarrollado juntos. Un lenguaje que se suponí

odo. La p

inal había comenzado. Mi nueva vida

o, su rostro una máscara

pálida, cariño.

sincera. Una ac

ansada -dije, m

margo en la boca

ara ti más tarde -dij

una so

ero con

ás de su historia de éxito, la mujer que lo apoyó. Había olvidado a la mujer que había const

sofocante. No podía respirar con todas l

re fresco -le dije a Da

rándose para habl

ta

a el balcón, escuché a

untos. Diez años y t

ser un cumplido, pero se

arandilla, mirando las luces de la ciudad. No sentía nada por el hombre que estaba ad

ora. Veían un cuento de hadas, pero no tenían id

rreo anónimo. Damián y Kendra, riendo en un café que yo le había mostrado, un lugar que se supon

el mundo a mi alrededor en silencio. El do

icación, cualquier señal de que era un error. Entró, me besó

él se fuera a dormir, el silencio de la casa oprimiéndome. El du

de la insensibilidad, un

. Estaba terminado. Y no me iba a i

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