No Hay Segundas Oportunidades Para Los Tramposos
esposo, el magnate tecnológico Damián Ferrer, reservó e
instante después, lo vi usar el código privado que desarrollamos
rio que lanzó? Eran para ella. Al día siguiente, ella apareció en nuestra casa, embarazada. Observé a través de la ventana cómo una
ños, fui la esposa perfecta y comprensiva. También fui la experta en ciberseguridad q
stro lado había un Rolls-Royce, decorado para una boda. Adentro estaban Damián y Kendra, él con un esmoquin y ella c
ono por la ventana y le dij
ítu
ecnológico, había reservado todo el último piso del hotel más caro de San Pedro. La habitac
el carismático director general, y yo era su
a chica llamada Kendra Muñoz, pasó a mi l
ermosa esta noche. Ese
tenían un desafío. Se detuvieron en mí un mom
mi cintura con un brazo. Besó mi sien,
sposa -susurró, su voz
o significaba nada. Su mano estaba cálida en mi es
con una sonrisa burlona en los labios. Damián lo vio y su sonrisa se ten
o, su aliento cáli
esta noche, Elena.
mento íntimo. Necesitaba la imagen de un matrimonio pe
ojos de admiración, la esposa leal de un hombre brillante. Sus miradas me e
agria. Dejé la copa, mi mano temblando ligeramente. La estabi
rtas en ciberseguridad en una agencia secreta del gobierno. Mis habilidades no eran solo p
a enviar correos anónimos, fotos de ellos juntos, pequeñas pistas que ella creía inteligentes. No sabía
Valdez, me había ayudado a establecer un protocolo de "borrado total". Una
án y Kendra, usando la jerga de código patentado que habíamos desarrollado juntos. Un lenguaje que se suponí
odo. La p
inal había comenzado. Mi nueva vida
o, su rostro una máscara
pálida, cariño.
sincera. Una ac
ansada -dije, m
margo en la boca
ara ti más tarde -dij
una so
ero con
ás de su historia de éxito, la mujer que lo apoyó. Había olvidado a la mujer que había const
sofocante. No podía respirar con todas l
re fresco -le dije a Da
rándose para habl
ta
a el balcón, escuché a
untos. Diez años y t
ser un cumplido, pero se
arandilla, mirando las luces de la ciudad. No sentía nada por el hombre que estaba ad
ora. Veían un cuento de hadas, pero no tenían id
rreo anónimo. Damián y Kendra, riendo en un café que yo le había mostrado, un lugar que se supon
el mundo a mi alrededor en silencio. El do
icación, cualquier señal de que era un error. Entró, me besó
él se fuera a dormir, el silencio de la casa oprimiéndome. El du
de la insensibilidad, un
. Estaba terminado. Y no me iba a i