El Joven Guardaespaldas
despegan de su rostro. No sé porque lo hago, pero simplemente me es inevitable y eso me inquieta aún más. Por esa razón, no espero que el me abra la puerta cuando se dibuja la silueta d
¿Qué
un poco mareada. ¿Te
entender que acep
o mi padre se dirige a mi durante la ce
u día? (Pregunta, m
al notar que yo no
spira): ¿
to la vist
amuel, t
rrumpo):
daespaldas". Mía parece no haber captado nada raro y prefiero ni mencionar a mi madre o al inút
ás que lo intento varias veces, no logro volver a conciliar el sueño. Me levanto de la cama y me acerco al espejo que se encuentra colgado de una de las paredes del baño, esp
en el pasillo, poco alumbrado, debido a la pequeña lampara que Luisa siempre suele dejar enc
a llave con discreción. Lo primero que logro ver son dos autos de mi padre, estacionados uno al lado del otro a una notable distancia de donde me encuentro parada. Frunzo el ceño, convencida de que el ruido que creí haber oído fue solo parte de mi imaginación y me propongo volv
za como yo y reconozco el tercer auto de mi padre: el Mercedes en el que Samuel me sigue a cada lugar que voy. Es ese mismo auto y tiene las luces encendidas. De todos modos, sigo caminando y estoy muy cerca cuando todo se
ces vuelven a aparecer y cierro los ojos, pensando que su intensidad me dejó ciega. Vuelvo a abrirlos. La respiración sigue ahí, esta vez acompañada de un rostro que se encue