El Lugar Donde Se Pone El Sol
el cuerpo pesado por un sueño entrecortado. La casa estaba en silencio, pero no era el silencio neutro de
l espacio era pequeño, con una cocina antigua de hierro y un fregadero de porcelana agrietada en una
allí, podía ver el río Osum corriendo abajo, reflejando los primeros rayos del sol. Los tejados blancos de Berat se apilaban u
la encimera. Pasó casi dos horas fregando el fregadero, las puertas del armario y el suelo manchado. Cuando terminó, esta
un pantalón negro y una camiseta ancha. Tomó
ñas casetas coloridas se alineaban en la plaza central, vendiendo verduras
mirarla. No había hostilidad, pero tampoco neutralidad. Era como si su rostro pe
con un pañuelo rojo cubriéndole el cabello, la atend
en un albanés vacilante. -
er, sonriendo sin mostrar
as, pan fresco...
movimiento detrás de sí. Se giró y se encontró con un señor delgado, de bar
- dijo ella
de, ¿verdad? - preguntó é
do en entender. Lue
era de mi abuela. Solo
ó la cabeza, ent
también
ué responder. Las manos se le
i ma
- También llegó diciendo que se quedaría solo unos d
ujer del pañuelo rojo la inte
- dijo, en un tono que parecía al m
levantando un dedo huesudo. - La casa guar
Cuando se giró para agradecer, Thoma ya s
fósforos, una vela grande, jabón y algunas latas de conserva. La depen
io y malestar. Era como si cada paso que daba en aquell
das las ventanas para que el aire frío circulara por los pasillos. Comenzó a guardar los víveres en los ar
madera vieja que se quejaba. No era nada nuevo, per
entraba por las ventanas iluminaba las manchas en las paredes, las grietas en
stos lentos. La voz baja contando historias sobre el río que nunca se secaba, sob
mesas se vue
bía entendido. Ahora empezaba a sospe
l patio cubierto de maleza, el muro bajo que separaba la casa del barranco que descendía hasta el r
o ¿cuál Mila, exactamente? ¿La que se fue sin mirar atrás o la que ahora regresaba con el corazón lleno d
ono - del dorado pálido al gris frío que precede a la n
impresión de que alguien la observaba desde la ventan
lejando su propia imagen, más pá
a sido de su abuela. Se sentó a la mesa, sosteniendo la taza ca
realmente como decían. Un
i solo por la herencia. Sino porque, de algún modo que aún no entendía, todo eso tambié