La Venganza de Helena: Un Matrimonio Deshecho
desde que era un simple diputado local hasta convertirlo en un hombre cuyo nombre resonaba
rescente con una jovencita, Kandy Muñoz. Su rostro estaba iluminado con una alegría que no le h
e di la vuelta y me alejé, el taconeo firme de mis zapatos no delataba en absoluto el caos que se desataba dentro de mí. Él creía
la comida estaba fría. Quería hablar, dar el golpe de gracia. Saq
s. De páncreas. Seis
u plan. Nadie se divorcia de una esposa moribunda. Estaba atrapado. El peso de su imagen públi
rradura resonó en la habitación silenciosa. A l
a. Estaba llorando a
ítu
a un hombre cuyo nombre resonaba con respeto en los pasillos del poder. Se retiró con una pensión generosa y un asiento en el conse
nte, la compañera perfecta que suavizaba su arrogancia con una
l centro, con el rostro iluminado por una alegría juvenil que no le había visto en veinte años. Compartía un solo licuado verde fosforescente con una
a una simple aventura. Era un a
lido Elizondo. Lo vi con una certeza que me heló los huesos: buscaba una nueva vida en ella. Su nombre, me lo había mencionado una
verme, mis tacones resonando en el pavimento con un ritmo constante
a la que podía desechar con una liquidación miserable y una
el parto, desesperada por retener a su poderoso y mujeriego
-susurró-. Siempre guarda un expedien
nte veinte años, había
on romero y limón. La casa olía a hogar, a estabilidad
máscara tensa en su rostro. Estaba
tenemos q
a, despojada d
con movimientos tranquilos y deliberados. Saqué una sola carpeta
Entonces lo miré di
oz firme-. De páncreas. Los médico
da. No era amor ni preocupación. Era la destrucción repentina y brutal de su pequeño y ordenado plan. Nadie se divorcia de una esposa mo
minuto -tartamudeó,
chasquido de la cerradura r
, mi sobrino Javier m
a mares en la banqueta. Y llamó al agente inmobiliario
do la prim