La Esposa Abandonada, El Arrepentimiento del Multimillonario
mero en salir, saltando al suelo antes de que hubiera aterrizado por completo. Corrió hacia
! ¡Ariadn
rre del botiquín. Carla lo siguió fuera del helicóp
n? -preguntó, con
quín y sacó una jeringa y un pequeño frasco
nclinaba para inyectarme en la pierna, Carla "tropezó". Se t
l líquido transparente empapando
enc
ego a Carla. -¿Qué hiciste? -sus
n sollozos falsos-. ¡Me tropecé! Mi zapato..
el médico, corriendo desde el hel
lloroso de Carla y luego mi pierna que se hinchaba r
-dijo el médico con urgencia-. Aho
sión en vivo, Leo! ¡Todos están mirando! Si te rinde
ver el conflicto en sus ojos: el destello de preocupación
gullo
sión endureciéndose de nuevo
e a sí mismo tanto como a los demás-. Solo nec
nuevo, su rostro cerca del
i que lo sientes a Carla. Dilo a la cámara. Diles que te e
o nebuloso y doloroso. Pero a través de la n
aquí que darle
que Carla todavía sostenía, y r
a -gr
fuerzo fue inmenso, y mi bra
. -¡Maldita terca! -gritó-. ¿Prefieres m
os. -¡Sujétenla! -le gr
azos, inmovilizándome en la arena. El dolo
as! -ordenó Leonardo
a una posición de rodillas. El movimiento e
Se inclinó, susurrando en mi oído para que solo yo pud
puñado de are
sonido cortó el aire. No era el zumbido del helicóptero ren
aron haci
descendía rápidamente del cielo. No tenía marca
, su corriente descendente un huracán q
re se recortaba contra el cielo brillante. Llevaba
ra y autoritaria incluso sobre