La amarga venganza de una esposa
dose en los bordes. Un sudor frío le brotó en la frente, y las voces parlanch
ró en el espejo ornamentado. Su rostro estaba pálido, sus ojos atormentados. Esta no era la So
garganta. El dolor en su pecho era un peso físico, una presión aplastante que le d
la salita contigua, una habitación que rara vez se usaba d
detuvo. Conocí
pero podía verlos claramente. Bernardo tenía a Camila presionada contra una estant
de Camila llenaron
as manos enredadas en su
su vestido-. Quiero presumirte. -Se apartó un poco, sus ojos oscuros con una lujuria que Sofía no había visto dirigida a ella
miedo más profundo. No solo estaba siendo reemplazada; estaba siendo d
sus labios trazando su mandíbula-. Y te co
amila, inclinando la cabe
tocador, con el corazón martilleándole en las costillas. Los vio irse, con el brazo posesivament
una pasión que pudiera llevar a un embarazo que la matara. Era una mentira. No le tenía miedo a la pasión. Simplemente no la sentía por ella. La había estado guardando
la era la única cosa que Sofía no podía ser: joven, sin cargas y, en su mente, fértil. Una pizarra
rañas. De alguna manera logró recomponerse, volver a la fiesta bri
en las mejillas. Una pequeña marca oscura, un chupetón, era visibl
e Sofía, se acercó. Parecía nervi
mblorosa-. El champán... es un poco fuerte para
salida de un encuentro secreto con su esposo,
n en un nudo apretado y furioso. Su
es, el d
torre de copas de champán, una pieza central de la fiesta. La torre se tambaleó precariamente. Por un segundo horribl
entos de vidrio llovieron sobre ella, cortándole los brazos y los hombros. Un trozo grande le golpeó la frente, y un ch
Corría, su rostro una máscara de terror. Por un m
corriendo
ero estaba ilesa. La atrajo a sus brazos, protegiéndola
imaste? ¡El bebé! -gritó, sus m
vez, sus ojos fríos y molestos, como si ella fuera simplemente un inconveniente, un desastre que lim
ó los restos de la torre de champán, una metáfora perfecta de su vida destrozada. El dolor de sus cort
la fiesta, dejando un rastro de huellas ensangrentadas en el prístin
ias más cercana, la misma a la que
triaje, sus ojos llenos de lástima profesional
voz un susurro hue
al mismo hospital, a una habitación privada al final del pasillo. La estaba
a, su pulgar limpiando suave
, su voz llegando por el pasillo s
dicho a ella. Las enfermeras del piso susurraban, comenta
. Lo vio como realmente era ahora: un hombre que no solo quería un reemplaz
ital, Sofía supo que tenía que hacerlo ofi