minaba la habitación, creando una atmósfera cálida en el estudio de Santiago, pero no era el resplandor del sol lo que la mantenía centrada. Era la pro
a una existencia que no había imaginado, pero que ya no podía rechazar. Había trabajado demasiado tiempo para llegar hasta aquí, h
tra que escribiera sería una decisión irrevocable, pero sabía que no podía dudar. Si quería ascende
egante. No había nada en su rostro que sugiriera que esta era una decisión difícil para él. Santiago había hecho de la cautela su bandera, y en ese momento
anquila, como si ya supiera la respuesta. La pregunta fl
que representaban la base de todo lo que quería construir. Un contrato que no solo le ofrecía un lugar en la élite, sino también segurid
conveniencia.
re controlados, sin espacio para la improvisación. Observó el contrato por un momento y luego la mi
de que todo siga su curso. Nosotros... no necesitamos complicarnos.
an complicarse. Habían llegado a un acuerdo mutuo, y mientras cumplieran con sus partes, todo estaría bien. No había espacio para emociones
es - dijo, su voz firme. Aunque sentía una ligera presión en el pecho
s era cómodo, casi ritual. Al igual que ella, él había entendido que su vida seguiría de una forma predecib
alabras. Lía no dudó. Tomó la pluma, la empapó en tinta y firmó con una caligrafía clara, sin titubeos.
a, calculada, pero también liberadora. Finalmente había logrado lo que tanto había deseado: el acceso a un mundo que siempre había anhelado. La alta
io, pero no era una frase llena de emoción ni de romanticismo. Solo una declaración f
mocionales. Ella estaba perfectamente consciente de que no era una mujer para dejarse llevar por sentimie
e matrimonio sería solo una fachada, una forma de entrar en el círculo cerrado que siempre había deseado. Ninguno de los dos esperaba que las cosas fueran más allá de un simple acuerdo. En el fon
hacer para asegurar su futuro. La mirada de él seguía siendo la misma, fría y distante, pero con un toque de respeto que Lía no pudo ignorar. No era un
ficios para ambos. Lía tendría lo que siempre había soñado: pertenecer a ese mundo de lujos y elegancia. Santiago, por su parte, mantendrí
embargo, en el fondo, había algo que comenzaba a crecer. Un pequeño h
vez más. El silencio volvió a llenar la habitación, pero e
l silencio, como
ro también una instrucción. Como si ya estuviera preparado para
sería otro paso. Un paso hacia el mundo que siempre había deseado. Y, sin embargo, no podía
ejos. Sabía que el trato era solo el principio. Y aunque sus corazones no estaban involucr
antiago, tan grande y fría, parecía tan vacía de emociones como sus prop