a la orilla era lo único que se oía, pero en el silencio del lujo, la tensión entre Lía y Santiago era palpable. A pesar de que el matrimonio era un arreglo conveniente
de formalidades y sonrisas falsas, y la idea de estar ahora en una isla exótica, con un hombre que apenas conocía, la hacía sentirse más distante que nunca. La boda había sid
, estaba controlada, medida. Era un hombre acostumbrado a mantener su distancia emocional. Sin embargo, algo en la situación de esa mañana lo hacía pensar que, aunque todo estaba cal
una sensación extraña, como si algo hubiera cambiado. Quizá no tanto en lo que esperaba de él, sino en lo que ella misma sentía. Las horas pasaban, pero a
silencio que llen
o, suave pero directo, mientras se incorporaba en la cama, observando a
bozada en sus labios. No era una sonrisa cálida, sino una q
nque sabía que la situación requería que hiciera un esfuerzo por hacer de esa luna de miel algo que se viera como un "momento especial" frente
inibar para servirse un poco de café. No se veía particularmente afectado por el entorno; de hecho,
ando una ceja mientras le ofrecía la taza de café a Lía. -
nía sentido, y sin embargo, esa simple observación le hizo sentirse aún más atrapada en la situación. No había
ella deseaba poder quitarse esa máscara de perfección que había trabajado tan duro por construir. Pero n
canzable, al igual que la vida que había dejado atrás. Era su nueva realidad, y la idea de estar en una isla exótica con su esposo solo reforzaba la descon
mientras la observaba, algo en Lía le parecía diferente, algo que no podía identificar del todo. Había algo en su actitud, en su mirada, que iba más allá de
los demás esperaban de ella. Había una vulnerabilidad en su mirada, pero no en la forma en que se mostraba ante
e alguna forma. Su tono fue más suave de lo que había sido hasta ah
a dar la impresión de que esta luna de miel significaba algo para ella, aunque e
r la playa - respondió, ev
ciones. Había algo atractivo en esa barrera que había construido, algo que él mismo había aprendido a dominar. Pero a medida que pasaban las horas, algo comen
dijo Santiago después de un momento, observando la fi
e comentarios. Por supuesto, lo había conocido como un hombre calculador, alguien que no se dejaba
on eso? - preguntó, su
manera de llenar el silencio incómodo entre ellos, o tal vez había algo más. La verdad era que algo en Lía lo
e - murmuró, casi para sí mismo, aunque lo di
, aunque ninguno de los dos lo reconociera aún. Había algo en ese silencio tenso, en esos pequeños momentos de i
ron breves y forzadas. Lía caminó por la orilla, sintiendo la suave brisa acariciar su rostro, pero sin poder dejar
ba atrapada en un mar de incertidumbres. Este no era el comienzo de una luna de miel, sino el inicio de algo mucho más complejo. Y
le parecía absurda, pero una pequeña parte de ella no podía evitar preguntárselo.