Justicia para mi hijo
a espalda doblada y los músculos gritando de dolor, mientras frotaba con fuerza las baldosas de un baño que no era el suyo. El sudor le corría
esa era la historia oficial. Lo que sí regresó, como una plaga, fue una deuda monstruosa. Una inversión fallida en ese mismo proyecto de excavación, decían los papeles. De la noche a l
o, una extraña enfermedad autoinmune que debilitaba su cuerpo día a día y que requería un tratamien
e hacía pedazos. Por la tarde, limpiaba casas. Y por la noche, cuando la desesperación apretaba más, vendía en el mercado negro pequeños hallazgos personales, artefactos que
pasado de generación en generación. Lo llevaba colgado al cuello, frío contra su piel. Sabí
ero era para la consulta del especialista de Leo la semana siguiente. Mientras tallaba con una esponja la llanta de una cam
tarretrato
egla no escrita para sobrevivir en ese trabajo. Pero la pantalla se encendió sola,
Ma
o de trabajo. La forma en que él la miraba, la manera en que la mano de ella descansaba sobre su pecho, hablaba de una intimidad que Sof
ofía empezó a l
jer? ¿Una colega?
gua, de antes de conocerse. Quizás era una inversionista del proyecto, la famosa "Sra. Valdés" de la que Mateo hablaba tanto antes de irse,
reerlo. La alternativa era demas
emblando ligeramente. Cobró su dinero y se fue a
eo su medicina, el niño la miró
a volver pr
la garganta. Se inclinó
está trabajando muy
a le supo
al despertar, sentía cada hueso de su cuerpo como si estuvieran rotos. El cansancio era una niebla espesa que la envolvía,
negra estaba ahí de nuevo. Sofía intentó no mirarla, concentrarse en el sedán que
r que parecía una joya. Llevaba un vestido blanco y sandalias que probablemente costaban más de lo
camioneta negra, abrió la puerta del copiloto y sacó el mismo portarretratos
convirtió en una sospecha fría y pe
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